ME LLAMO ENRIQUE, HEINRICH, HENRIQUE, ENRICO, HENRI, HENRY, HENRYK, ENDIKA, JINDRICH...

 

    En otro lugar y en relación con otro asunto, tuvimos ya ocasión de comentar la gran relevancia que han tenido en la historia de la cultura europea los antropónimos de origen germánico. Y allí también, al mencionar Alberto, Charlotte, Richard o Luisa, destacábamos Enrique, mi nombre y el de Harry Potter, que un simple vistazo a esta Historia de la literatura europea ampliaría con el inglés Henry Howard, el renano Heinrich Heine, el noruego Henrik Ibsen o el polaco Henryk Sienkiewicz, sin olvidar el Henry V del también inglés Shakespeare, el Heinrich von Ofterdingen del sajón Novalis o el Enrico IV del italiano Pirandello.

    En principio, este grupo de antropónimos germanos al que pertenece Enrique son los más específicamente europeos. Resultan incontables, desde luego, los Jacques, James, Giacomo, Diego y similares que podemos hallar aún en cualquier zona de Europa pero no son menos los Jakob hebreos dispersos por todo el mundo, y si Joseph, Josip, José, Jozef o Joseba son antropónimos europeos comunes, sus variantes Yusuf y Yusef lo son también en cualquier país musulmán fuera de nuestro continente. Las múltiples variantes de Louis, en cambio, de Friedrich, Henriette o Berta solo han sido usadas, en los últimos 1.300 años, de Carlomagno a Lewis Hamilton, en regiones específicamente europeas. Desde ese punto de vista retomaremos hoy, por mi cumpleaños, mi nombre, Enrique.

    Decimos que se trata de un nombre de pila germánico, así que convendrá para su etimología recurrir a su forma original: Heinrich. Como tantos, o todos, los de este origen, se trata de un nombre parlante, compuesto por dos lexemas protogermánicos: “heimaz”, que podemos traducir como “casa” -de donde “home” en inglés- en un sentido antiguo y amplio de este palabra, y “rīks”, con el significado de “jefe” -que encontramos también en el “reich” alemán, “imperio”-. Así pues, para los antiguos germanos, el nombre de Heinrich definía a su poseedor como “jefe de la casa”, “señor de la tribu”, “líder de la comunidad”...

    Con este punto de partida, parece lógico suponer que su uso aparezca vinculado a alguna familia poderosa de Centroeuropa, y así es: la primera personalidad relevante bautizada con este nombre fue el duque de Sajonia y emperador Heinrich I, conocido como El Pajarero, nacido hacia 876. Aunque no estará de más anotar también que ya su abuelo materno, también sajón y muerto a las puertas de París luchando contra los vikingos en 886 como duque de Neustria, figura en los Anales de Fulda como Heimrih y Heimrichus.

    Este último nombre, Heimrichus, nos obliga a precisar que el conocimiento que tenemos de estas personalidades de la Alta Edad Media remite a fuentes originales latinas donde no se menciona casi nunca a Heinrich ni a Enrique sino a Henricus. Esta puntualización resulta especialmente significativa un poco más adelante cuando a estos primigenios Heinrich, abuelo y nieto, sumemos a Heinrich II, nacido un siglo después, en 973, que además de emperador es santo. Este sanctus Henricus no es sajón sino bávaro pero su bisabuelo era el citado Pajarero. En resumen, ya en el siglo X los Enrique se multiplican como jefes de estado germanos, duques de Sajonia o de Baviera, y emperadores, de los que llegó a haber siete Heinrich hasta el siglo XIV.

    Pero si nos detenemos en San Enrique II es porque el hecho de que fuera declarado santo por el papa Eugenio III en una fecha tan temprana como 1146 debió de favorecer en buena medida la difusión de este nombre de pila fuera del ámbito más estrictamente germánico. Y en este sentido encontramos dos Henricus muy interesantes en ese mismo siglo XII, en ámbitos geográficos muy diferentes y alejados ambos de Germania: Henry Beauclerc, rey de Inglaterra, y Enrico Dandolo, dux de Venecia. Con el primero, el hijo menor del duque de Normandía, Guillermo el Conquistador, nos trasladamos al extremo occidental del continente. Henry nació probablemente en Gran Bretaña hacia 1070 y era el cuarto hijo varón del matrimonio de Guillermo con Matilda de  Flandes . A sus tres hermanos mayores les habían puesto los nombres usuales de la familia ducal normanda, Robert, Richard y William. Tal vez por ello, para el cuarto usaron otro, Henry, más propio de la rama materna flamenca, pues su abuela Adela era descendiente del emperador Heinrich I y hermana del rey Henri I de Francia. De este modo, por esa senda familiar Sajonia – Francia – Flandes - Normandía, el Heinrich alemán dio lugar al Henry inglés.

    Pero seguimos moviéndonos siempre entre emperadores, reyes y duques. Por eso es más interesante ese Enrico veneciano que aparece por esas mismas fechas en el extremo oriental de la Europa católica. Enrico Dandolo, nacido en Venecia en 1107, pertenecía a una ilustre familia de mercaderes venecianos entre los que en ese mismo siglo XII ya figuraba otro Enrico, tío del futuro dux y patriarca de Grado. La presencia de este antropónimo en una familia de comerciantes de lengua italiana y ajena a cualquiera de los clanes germanos anteriores nos está indicando la amplia difusión de un nombre en el que que ni los súbditos britanos del rey inglés ni los navegantes dálmatas del dux veneciano van a reconocer ya los orígenes sajones del Heinrich primitivo.

    De esa misma época va a datar la extensión del nombre por el norte y el sur de Europa. Si miramos hacia Escandinavia, hallamos el influjo previsible de los religiosos sajones y británicos que extendieron el cristianismo por aquellas tierras entre los siglos XI y XIII. De hecho, ya a mediados del XI hallamos un misionero de York llamado Henrik, que figura como obispo fundador de la sede de Lund, en Dinamarca, en la época de Canuto el Grande. Y más hacia oriente, en el obispado sueco de Uppsala, figuran un legendario Henricus de la primera mitad del siglo XII y otro obispo del mismo nombre, San Enrique, evangelizador y mártir en Finlandia en 1156.

    Muy diferente es la llegada del nombre a la península ibérica, vinculada de nuevo a la expansión de determinadas familias de la alta nobleza. El primer personaje relevante de ese nombre es Henri de Borgoña, nacido en 1066, conde de Portugal y padre de su primer rey, Afonso Henriques. Henri llevaba el nombre de su padre y este, a su vez, el de un antiguo duque de Borgoña, Henri I, nacido hacia 950 y nieto, cómo no, del ya tantas veces mencionado emperador Heinrich I. Curiosamente, en este caso ni la casa ducal de Borgoña ni la real de Portugal mantendrán los nombres de Henri o de Henrique. A su vez, en la vecina Castilla Enrique no va a añadirse a la lista de sus reyes hasta que Alfonso VIII se case con Leonor Plantagenet, hija de Enrique II de Inglaterra. Enrique I de Castilla, nacido en 1204, será el tercer hijo varón de este matrimonio y, como su antepasado Beauclerc, llevaba un nombre procedente de la rama materna porque sus hermanos mayores, Sancho y Alfonso, fallecidos ambos prematuramente, ya habían usado los de la paterna. [E. G.]