LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

EPITAFIO DE SIR ISAAC NEWTON de ALEXANDER POPE

 

        I - TEXTO:

 

Nature and nature's laws lay hid in night;

God said 'Let Newton be' and all was light.

 

Natura y sus leyes yacían ocultas en la noche;

Dios dijo: “¡Hágase Newton!” y todo fue luz.

Trad. propia.

 

 

        II - COMENTARIO: Alexander Pope fue el poeta inglés más importante de su tiempo, una auténtica eminencia entre los escritores de su país a principios del siglo XVIII, y una de las pocas figuras de Gran Bretaña reconocidas en el campo de la literatura al otro lado del Canal de la Mancha en esos años. Que el joven Voltaire, durante su exilio en Inglaterra, visitara a Pope en su casa familiar de Twickenham, por ejemplo, da una buena medida de la fama del escritor inglés fuera de su ámbito cultural más cercano, un éxito, por otra parte, difícil de juzgar en su justa medida en la actualidad. Hoy en día para cualquiera de nosotros, elogiar a un artista anglosajón no deja de ser un acto cotidiano y previsible. Todo lo que proviene de ese ámbito cultural nos llega aureolado por un prestigio previo que con frecuencia suple cualquier otro mérito. A principios del XVIII, sin embargo, Inglaterra era todavía un estado un tanto marginal, sacudido durante más de 50 años por sucesivas crisis civiles. Solo entonces, tras la Guerra de Sucesión española, comenzaba a dar sus primeros pasos hacia una grandeza que todavía yacía oculta en el futuro. Aunque parezca difícil de comprender ahora, dramaturgos como Shakespeare, poetas como Donne y Dryden o músicos como Purcell, carecieron en su momento de relevancia europea y no pasaban de ser productos locales de un medio cultural exótico. En la Inglaterra del siglo XVII el gran pintor de los Estuardo había sido Van Dyck, un  flamenco , y todavía en el XVIII el gran músco inglés iba a ser Händel, un sajón.

    Alexander Pope era, además, católico. Resulta difícil exagerar la intolerancia religiosa, social y política a la que tuvieron que enfrentarse los católicos en la Inglaterra reformada del siglo XVII, sobre todo tras 1688, cuando los protestantes impusieron en el trono inglés al calvinista Guillermo de Orange. Alexander Pope nació precisamente ese año, funesto para los de su religión, y, como católico, hubo de estudiar en escuelas clandestinas y se vio privado de una educación universitaria. A pesar de ello, gracias a una formación autodidacta y a su sorprendente precocidad, gozó de una fama inmensa entre los intelectuales de su tiempo, siendo amigo de Jonathan Swift o de John Gay.

    En un contexto tan complejo como este, Pope fue, sin embarbo, el mejor exponente del Neoclasicismo en lengua inglesa. Para Pope, como para cualquier artista neoclásico, el momento más eximio del arte de todos los tiempos había tenido lugar durante la Antigüedad clásica. La tarea de un escritor moderno consistía en tratar de emular a aquellos gigantes. De hecho, la mayor fama de Pope y lo que le permitió convertirse en el primer escritor inglés que pudo vivir de su propia pluma, se la proporcionó su traducción de la Iliada, la más famosa que se haya hecho a ninguna lengua en cualquier otro momento de la Historia. Y del mismo modo, toda su literatura se modeló sobre la grecolatina. Sus Pastorales, su primer obra lírica, recrean la poesía pastoril latina. Su mayor éxito, El robo del rizo, es una versión paródica de esa Iliada que acababa de traducir, y replica modelos también clásicos como la Batracomiomaquia del propio Homero. Sus Odas, sus Sátiras, son obras escritas a la manera de Horacio, de Juvenal, siempre dentro de una tradición consolidada a lo largo de veinte siglos y paralelas a imitaciones similares también exitosas en otras lenguas europeas del momento.

    Su epitafio a Newton debe ponerse en relación, por lo tanto, con modelos grecolatinos bien conocidos por el autor que hallamos sin dificultad en las colecciones de epigramas, muchos de ellos igualmente funerarios, de la Antología Palatina y similares. El esquema básico de estos poemas es el dístico elegíaco, que aquí se adapta a la técnica de los rhyming couplets, los pareados consonánticos, a los que en la segunda mitad del XVII había dado carta de naturaleza Dryden en la lírica inglesa. En el caso del epitafio que nos ocupa, Pope se sirve de dos pentámetros yámbicos que forman lo que se conoce como heroic couplets. Con el uso del pareado y del pentámetro, verso típico de la tradición isabelina y del teatro de Shakespeare, de quien acababa de hacer también Pope una famosa edición justo antes de la muerte de Newton, el autor da un ejemplo magistral, con menos de veinte palabras, de la forma en que la tradición literaria grecolatina podía ser adaptada con originalidad y acierto a los moldes particulares de una literatura vernácula, en este caso la inglesa, en la Europa del Neoclasicismo.

    Curiosamente, el contenido del poema nada tiene que ver con el mundo clásico. Pope vincula a Newton con los primeros versículos de la Biblia, situando al gran científico inglés a la altura del propio Creador. Huelga decir que este juego literario con las Sagradas Escrituras, tan genial como blasfemo, explica que el más famoso de los epitafios de sir Isaac Newton, o de cualquier otro científico de la Historia, no pueda leerse sobre su tumba, en la abadía de Westminter. [E. G.]