LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

DE LAUDIBUS SANTAE CRUCIS de RABANO MAURO

    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

    I: TEXTO - https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b8452181v/f58.item

 

 Christus amor votum mihi, qui pia munera dat haec

 Carminis, hic pretium, hic via, portio fida quietis:

 Qui bona cuncta probans ope, tanta et talia rite

 Dona suis famulis largitur, ad istaque cunctos

 Hortatur miserans, spondet pie conditor arcem

 Iam posse impetrare poli sceptra, altaque regna,

 Si spes, firma fides summi, et cupit hic ea sancte

 Castus amor, nec amat memorans haec perditus orsa.

 Dona quidem haec veniens huc orbem lite iucunda

 Sparserat in mundo anteriore valentia fructu

 Quo docuit mundum dedicans, ne in deteriora hic

 Praeceps mallet abire loca, dans iura magister

 Noscere Evangelii, et dirum mansuescere morem.

 Ut Deus arce poli et iustus, cum advenerit istuc

 Auctor ad aetherei iustis dare praemia Patris,

 Dextra tunc meritis capiat bona munera dignis.

 Iste quidem numerus sanantis signat utrumque

 Adventum Domini, hinc arcebat quando tyrannum,

 Quando vir hic factus tanta bona reddidit orbi,

 Postque suum cunctis baptisma proba edidit ore.

 Hunc summo est quando salvans Patre iustus iturus

 Iudex, et homo sal pix istum praemia sancta hinc

 Fert prius hic alto dare, et usque videre superni

 Nempe sacram faciem: quos verus nuntiat auctus

 Esse bonis meritis psallendum cantica partos:

 Quae cantare solet sors alma, ut scripta serena

 Apocalypsis habent, dilucida ibi agmina ferre

 Gloria, virtus, excelso omne die atque per aevum

 Alleluia sonat, quis oh tamen aula erit haud hac

 Et Deus et Dominus placandus noster ubique est,

 Quod iuvet iis nos scriptio, ut alma est aeris arce

 Cum apparebit ovans servorum hinc, et rapit almi

 Turba nihil perdens ac scandala inabmovet ira

 Devotos famulos frumenta ut mittat in horreum

 Felix qui valet atque licet cui scandere coelum,

 Et laetum Domini bene Christi intendere vultum:

 Cui manet altus amor perfectio redditur omnis.

 Angelicisque choris permixtus gaudet ubique

 Laudibus, et certat cantando psallere Christo.

 Cantica rite nova hoc studium deponere nescit:

 Regina quia aeterna sic tum et bene gaudia novit.

 

    II – COMENTARIO: El punto de partida, sí, es, aunque no lo parezca demasiado, un poema. 41 hexámetros latinos, compuesto cada uno, casi sin excepción, por 39 letras, alineadas de forma homogénea sobre el papel, formando, por tanto, un cuadrado casi perfecto. El poema en sí mismo tiene sentido, por supuesto, y acaso se eche en falta aquí la traducción. Pero no me interesa; en realidad no interesaba, acaso tampoco mucho, al propio poeta, ya que la tinta de los otros signos que él mismo superpuso ha hecho desaparecer, como era de esperar, muchas de esas letras. Y, en verdad, a cualquier persona que “lee” este poema lo que de verdad le atrae son esas otras letras -griegas sobre un poema latino, rojas sobre el papel blanco- y, sobre todo, el dibujo que forman.

    El crismón es un símbolo cristiano bien conocido, el monograma de Cristo, formado por sus dos primeras letras en el alfabeto griego original del término: la X y la P, es decir, la “ch” y la “r” de la posterior palabra latina “Christos”. Aunque anterior a esa fecha, una leyenda dice que la imagen de un crismón se apareció a Constantino en 312, en plena batalla del puente Milvio, junto al lema “Εν Τούτῳ Νίκα” -“bajo este [signo] vencerás”- y, tras su victoria, el emperador lo adoptó como propio. No parece, pues, una propuesta estética demasiado sofisticada dibujar un crismón sobre las letras de un poema incluido en un libro titulado De laudibus sanctae crucis. Siempre y cuando pasemos por alto eso de que todos los versos tengan el mismo número de caracteres.

    Sin embargo, ese amplio dibujo, a su vez, está compuesto por otras letras griegas, que forman varias palabras. Gracias a que figura en el propio libro de Rabano Mauro su explicación, podemos seguirle en esta parte sin demasiados problemas. La P está compuesta por cuatro vocablos, también griegos, todos ellos referidos al monograma: “O S[OT]ER IESUS ALETHIA”, o sea: “Oh, Salvador, Jesús, la Verdad”. Se leen empezando en el extremo inferior del semicírculo y girando en sentido antihorario para descender luego por el palo vertical. La X, a su vez, según el poeta, está compuesta por las palabras “ΘΕΟC. ΧΡΗCΤΥC. ΙΗCΥC” en este caso de forma mucho más abreviada y desordenada: ΘC, ΧΡΗC, ΙΗ, o, en castellano: “Dios, Cristo, Jesús”. No le faltaba ingenio, desde luego, a este monje benedictino de Fulda.

    Pero no hemos hecho más que empezar. Ese dibujo hecho con letras pretende ser además una constatación matemática de sendas profecías bíblicas relacionadas con el fin de los tiempos. Ambos caracteres, la X y la P, se convierten en una especie de demostración numerológica de la exactitud de un pasaje del libro de Daniel (X) y de otro del Apocalipsis (P).

    Educado durante el reinado de Carlomagno en una secular tradición monástica acostumbrada a investigar y elucubrar sin descanso sobre el texto de la Biblia, de la Palabra de Dios, Rabano Mauro se sirve de esas letras griegas superpuestas a su poema latino para representar dos secuencias temporales significativas, una de 1.335 días (X), el tiempo que tardará en llegar por segunda vez el Mesías después de la Gran Tribulación, según Daniel 12, 12; la otra (P), el tiempo que predicó Jesús en vida, tres años y medio, que coincide, además, con el número de días, 1.260, que será alimentada la mujer en el desierto según nos cuenta San Juan en su Apocalipsis 12, 6.

    Puede sacarse la cuenta, por cierto, de acuerdo con el autor y las normas habituales de la numerología de la época, una vez que se sabe que el valor de cada una de las letras depende de su posición en el alfabeto griego: A-1, I-10, C (S)-200, X-600… En realidad, así la P da 1.255 pero el poeta precisa que hay que sumar 4 de la D (delta) que forma la parte superior de la letra y el 1 del travesaño vertical. En total, pues, 1260, quod erat demonstrandum. Por lo que a la X respecta, las letras que la componen suman, en efecto, 1.335, solo con que la H (eta) que hay en el eje de la cruz se cuente dos veces, ya que hay dos H en las palabras griegas que se representan.

    Llegados aquí ya podemos decir en voz alta lo que llevamos un rato pensando: pero ¿qué es esto? ¿Qué tienen que ver estos delirios pictóricos y numerológicos de un monje germano de principios del siglo IX con la poesía? A no ser que lo planteemos al revés. Este abad de Fulda, uno de los monasterios más importantes en la historia cultural de Europa, este intelectual renano, que llegaría a ocupar el poderoso obispado de Maguncia, de una enorme fama como escritor en los ambientes más cultos de su época, consideraba que estos pasatiempos suyos - y hay 27 poemas más de este tipo en su libro, dedicado, por cierto, al emperador- eran poesía; ¿qué nos dice eso de la poesía, más allá de nuestros prejuicios? Planteado así, el concepto de poema, tal y como lo entendemos habitualmente hoy, en la tercera década del siglo XXI, se ve sometido a una revisión sorprendente. Y eso que contamos, desde hace tan solo un siglo, con experimentos literarios, como los caligramas vanguardistas de Apollinaire, que admiten cierta comparación con el De laudibus de Rabano Mauro. Aunque hemos de reconocer que, al lado de la complejidad formal e intelectual de este poema de hace más de 1.000 años, dibujar con versos los chorros de una fuente, puede resultarnos ahora infantil e incluso ramplón.

    Y es que además, nuestro monje medieval aún no ha terminado. Por si fuera poco el juego de lenguas, dibujos y cómputos numéricos que venimos desentrañando hasta ahora, todavía es capaz de darle a su texto otra vuelta de tuerca: las letras latinas que integran el dibujo de las letras griegas construyen también, siguiendo un orden riguroso, nuevas alabanzas de Cristo, el tema central de todo el poema. Las que forman la X, por ejemplo, componen el siguiente texto: “Christus homo est placidus nempe arbiter hic quoque mundi est”, o sea, “Cristo es un hombre plácido; eso sí, él es también el árbitro del mundo”. Et sic de ceteris. ¿Alguien da más? [E. G.]