INTELECTUALES DE LA REVOLUCIÓN ANTICAPITALISTA

CURZIO MALAPARTE - ANDREI PLATÓNOV

 

    La primera mitad del XX, hace un siglo ahora, ha sido la época más deleznable de la historia de Europa. Lo fue, sobre todo, porque las sucesivas matanzas casi inverosímiles que se sucedieron entre 1914 y 1945, la I Guerra Mundial (1914-1918), la Guerra Civil rusa (1917-1923), la Guerra Civil española (1936-1939) y la II Guerra Mundial (1939-1945), implicaron unas cotas de salvajismo y de miseria moral como pocas veces en la Historia. Pero además, la inmensa catástrofe individual y colectiva que supuso la Guerra fue acompañada durante esos treinta años por experimentos sociales y políticos tan perversos que han alcanzado también niveles máximos de horror físico e intelectual para el ser humano: el uso de la más avanzada tecnología en las trincheras del Marne, las hambrunas salvajes de la colectivización de Ucrania, las leyes raciales de Nuremberg, Badajoz, Paracuellos y Guernica, Katyn y el velódromo de Invierno, la enfermería de Buchenwald, las duchas de Birkenau, el bombardeo de Dresde… Jamás el ser humano había mostrado tanto desprecio, durante tanto tiempo y con tanta contumacia frente a los más elementales principios de la vida humana, de los individuos en sí mismos y de la sociedad en su conjunto. Y todo ello en Europa, en la cuna de la civilización occidental, en las patrias y por los herederos de Shakespeare y de Beethoven, de Velázquez y de Tolstoi, de Pascal y de Galileo.

    ¿Cómo pudo Europa caer tan bajo, en una fosa tan profunda y hedionda de la que todavía hoy, 100 años después, aún no ha podido, acaso no pueda nunca, salir para volver a presentarse dignamente ante el mundo? Las vidas paralelas, mucho más paralelas de lo que cualquiera podría imaginar, de dos importantes escritores de aquella época, el fascista italiano Curzio Malaparte y el comunista ruso Andréi Platónov pueden ayudarnos, con sus luces y sombras, con su radicalidad y sus contradicciones, con su implicación irrenunciable en los acontecimientos, un mínimo acercamiento a esa realidad oscura y peligrosa de la que formaron parte. Una realidad aún más peligrosa si se olvida que una frágil unidad política, la renovada fiebre del populismo nacionalista, nuestra ingenua inconsciencia de quien se considera a salvo, reabren hoy esa brecha por la que, Dios no lo quiera, pueden volver a asaltar Europa sus demonios.

    Kurt Erich Suckert, que tal era el nombre de pila del periodista Curzio Malaparte, nació en la Toscana italiana en 1898, hijo de un padre alemán y una madre italiana. Miembro de una familia muy numerosa -nueve hijos, de los que Kurt era el tercero-, y con pocas posibilidades económicas, el futuro escritor fue criado durante sus primeros años por una familia de campesinos, separado de la suya en un pueblecito de esa misma región del centro de Italia. A su vez, Andréi Platonovich Klimentov, que luego firmaría sus creaciones literarias con el seudónimo de Platónov, nació en la ciudad rusa de Voronezh en el año 1899. Su padre trabajaba en los talleres ferroviarios de la ciudad como ingeniero y Andrei, el mayor de una prole numerosa que incluía a otros nueve hermanos, se vio obligado desde muy joven a colaborar en la manutención de su familia. Ya con 14 años se sabe que realizaba trabajos remunerados en una compañía de seguros, en una planta de fundición y en la propia empresa ferroviaria de su padre, tanto en los talleres como en las propias locomotoras.

    Durante la I Guerra Mundial y pese a que Italia no se vio directamente afectada como Rusia, Kurt Suckert cruzó la frontera italofrancesa a pie para enrolarse, con solo 16 años y falseando su edad, en la que se conoció como Legión Garibaldina, un batallón italiano que combatió a los alemanes formando parte del ejército francés. Tras su disolución, Malaparte volvió a Italia, participó en la campaña intervencionista a favor de la entrada de Italia en la contienda y, declarada la guerra al Imperio Austrohúngaro, combatió en la brigada de Cazadores de los regimientos alpinos, llegando a alcanzar el grado de oficial. Luego se trasladó de nuevo al frente francés, siendo gaseado durante la batalla del Camino de las Damas, por lo que fue condecorado con la Cruz de Guerra.

    Miles de kilómetros al noreste, en plena guerra, Andrei P. Klimentov, a sus 18 años estudiaba Electrotecnia en su ciudad natal cuando, tras el estallido de la Revolución de Octubre, se vio afectado de lleno por el conflicto entre rojos y blancos, prestando servicio en el Comité Revolucionario de los Ferrocarriles del Sureste y en la oficina editorial de su revista. También ejerció de forma voluntaria como corresponsal de primera línea en el frente occidental, publicando reportajes, por ejemplo en el periódico Izvestia (Noticias) del Consejo de Defensa de la Región Fortificada de Vorónezh. Luego, durante la Guerra Civil, trabajó también como asistente de conductor de locomotora para transporte de vapor y como fusilero del destacamento ferroviario.

    Acabada la guerra, hacia 1920 el futuro Malaparte va a comenzar a expresar con palabras sus ideas políticas, entre las que destaca la de que el colectivismo ruso surgido tras la Revolución y el individualismo italiano que va a dar lugar al Fascismo, no son antinómicos y que, juntos, darán a luz una sociedad nueva. Por ese camino, ya en 1922 se adhiere al recién creado Partido Nacional Fascista de Benito Mussolini. A partir de ese momento y una vez que el fascismo se hace con el poder en Italia, Malaparte va a dirigir varias editoriales desde la que difundirá las ideas del régimen. Por ejemplo, tras el asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti, el periodista estuvo entre los mayores defensores de los “escuadrones de intransigentes” que habían cometido el crimen. También dirigió la revista La conquista del Estado, que animaba a Mussolini a convertirse en Dictador, aboliendo la democracia, y en 1925 figuró entre los firmantes del “Manifiesto de los intelectuales fascistas”, convirtiéndose durante un tiempo en uno de los principales teorizadores del fascismo como ideología.

    Por su parte, Andrei P. Klimentov a principios de la década de los años 20 solicitó también su ingreso en el Partido Comunista Ruso, bolquevique, RCP (b), lo cual le fue facilitado por uno de los miembros del Presidium de su localidad, Giorgi Litvin-Molotov, que ya le había permitido ingresar antes en la Unión Comunista de Periodistas (Komsozhur). También participó ese mismo año en Moscú en el Congreso de Escritores Proletarios de toda Rusia como delegado de su sección con voto de calidad. Sin embargo, el escritor se vio pronto envuelto en una disputa con el secretario del Partido Comunista de la región y fue expulsado de la célula comunista de Voronezh al año siguiente, 1921. A partir de ese momento, Platonov va a intentar en varias ocasiones volver a entrar en el Partido mediante sucesivas solicitudes que no fueron atendidas nunca.

    Aunque Curzio Malaparte, desde luego, llegó a ocupar una posición mucho más sólida y permanente dentro del Partido Fascista, también comenzó bastante pronto a marcar distancias con él. Hacia 1925, justo cuando el escritor cambia su nombre real de Kurt Suckert por el seudónimo de Curzio Malaparte, jugando con el apellido italiano de Napoleón Buonaparte, el escritor parece comenzar a estar decepcionado de las esperanzas de revolución social que le habían atraído al principio hacia el fascismo. El distanciamiento llega a ser tan grande que uno de sus principales escritos, Technique du coup d’État, aparece publicado primeramente en Francia, en 1931 y, como en él critica la toma del poder por Adolf Hitler en Alemania, se le retira su puesto de redactor jefe del prestigioso periódico La Stampa de Turín. Poco después, incluso es excluido del Partido Nacional Fascista en 1933 por “actividades antifascistas en el extranjero”. Por último, se prohíbe la publicación de su libro en Italia y en Alemania, donde los socialistas lo utilizan en su campaña electoral contra Hitler, y el propio autor es condenado a confinamiento en las Islas Lípari bajo vigilancia, en principio durante cinco años.

    Apartado también del partido, en la década de los años 20 Platónov se centra en su trabajo científico, siendo la ingeniería eléctrica su especialidad principal. Se implica en el desarrollo tecnológico del joven estado soviético, llegando a ser presidente de una Comisión Provincial relacionada con los planes de irrigación y entre 1923 y 1926 trabaja como ingeniero agrícola, especializándose en electrificación de la agricultura. Incluso participó en 1924 en el Primer Congreso Hidrológico de toda Rusia, tras lo que pidió, nuevamente en vano, ser aceptado en las filas del Partido. De esta época, entre 1927 y 1930, datan también sus creaciones más importantes, las novelas La excavación y Chevengur, en las que se mostraba innovador en lenguaje y contenido y utilizaba una puesta en escena fantasiosa para retratar la construcción de la nueva sociedad comunista. Sin embargo, su estilo no fue valorado por la intelectualidad rusa del momento y ninguno de sus libros fue publicado completo. Ya en la década de los 30 y durante una profunda depresión personal escribió la novela Para el futuro, en la que satirizaba los dolorosos resultados del primer plan quinquenal soviético. La obra fue duramente criticada por la Unión Socialista de Escritores de Rusia y por el propio Stalin, que censuró el estilo de la novela y la imagen satírica de los líderes del movimiento colectivizador agrario, llegando a decir que era "una historia de un agente de nuestros enemigos, escrita para desacreditar el movimiento agrícola colectivo". Atemorizado, Platónov escribió una carta a Stalin explicando su posición y arrepintiéndose de sus errores, a partir de la cual se confió su reeducación al propio Gorki. Gracias a este, que valoraba la labor literaria de Platónov, el escritor pudo trasladarse a Moscú y vivir en una modesta vivienda con su familia. Allí escribirá a lo largo de 20 años una larga serie de obras de teatro, relatos y novelas, que no pudieron ser publicadas en la URSS en vida de Stalin y, en algunos casos, como Happy Moscú, hasta la disolución del régimen comunista. Pese a todo, gracias al interés del propio Stalin por la producción literaria de Platónov y al apoyo directo de Gorki, Platónov tuvo un mínimo reconocimiento del régimen y, por ejemplo, fue incluido en un viaje colectivo de creación literaria por Asia Central en 1934. Así pues, en esta horrible década de las grandes purgas estalinistas, a Platónov le cupo mejor suerte que a muchos de sus conocidos y amigos escritores como Boris Pilnyak, su propio mentor Litvin-Molotov, e incluso su hijo, Platon Andreievich, que fue acusado en 1938, con solo 15 años, de conspiración. La policía política del régimen, la temible NKVD, lo detuvo y fue condenado a diez años de reclusión en campos de trabajos forzados. Gracias a la intervención de otro novelista influyente, Mijaíl Sholojov, el hijo de Platonov pudo regresar de la prisión en 1940, si bien enfermo de tuberculosis, enfermedad de la que murió tres años después.

    Pese a haber sido igualmente represaliado, como hemos dicho, por el régimen totalitario de su país, la amistad de Malaparte con Galeazzo Ciano, yerno de Benito Mussolini y ministro fascista de Exteriores, facilitó la rápida liberación del escritor y su vuelta a las redacciones periodísticas, aunque ahora estuviese vigilado por la policía secreta fascista, la temible OVRA. Al comienzo de la II Guerra Mundial, el escritor es movilizado como capitán en uno de los regimientos alpinos y enviado al frente griego, donde colabora como reportero para el Corriere della Sera, siguiendo a las tropas alemanas en Yugoslavia pero a finales de 1941 marcha a la frontera rumana como corresponsal en el frente del Este, acompañando a los ejércitos del Eje en su avance por Ucrania contra las tropas soviéticas. Sin embargo, la forma de enfocar la contienda, poco partidista e incluso complaciente con los rusos, hace que las autoridades nazis le prohíban continuar su trabajo, por lo que se traslada a Finlandia. Sin embargo, cuando se entera de la caída de Mussolini, regresa a Italia y escribe Kaputt, contando su experiencia en el frente soviético, obra que no publicará hasta 1944.

    Al mismo tiempo, durante la II Guerra Mundial, Platónov se ofreció para ir al frente como soldado y una vez allí pronto se convirtió también en periodista de guerra, con el grado de capitán, ejerciendo de corresponsal del periódico Estrella Roja, la publicación oficial del Ejército soviético. Platónov pasó mucho tiempo en primera línea con los soldados y participó y visitó campos de batalla importantes como Kursk, en Ucrania, donde tuvo lugar el mayor enfrentamiento de carros de combate de toda la guerra, decisivo para el resultado final de la contienda. Durante ese periodo, el escritor ejerció como comisario militar del ejército soviético y más de una vez arriesgó su vida en combate. Por ello llegó a ascender hasta alcanzar el grado de mayor y al final de la guerra fue condecorado por su colaboración en la victoria. Durante estos años Platónov estuvo gravemente enfermo, probablemente infectado de tuberculosis por su propio hijo, pero al negarse a abandonar el frente, su salud quedó bastante deteriorada al final de la guerra.

    Acabada esta, la segunda obra importante publicada por Malaparte fue La piel, de 1949, sobre la liberación del sur de Italia por la tropas estadounidenses. Por entonces, el escritor italiano se había trasladado a París con la idea de triunfar en el teatro pero no lo consigue. También graba una única película, El Cristo prohibido, en 1950 y, en un giro ideológico muy llamativo, intenta ser admitido en el Partido Comunista Italiano, cosa que consigue después de un viaje a la China de Mao en 1957. Ese mismo año muere de cáncer y, curiosamente, en el lecho de muerte casi al mismo tiempo que recibe el bautismo y la primera comunión lega su lujosa villa de Capri a la República Popular China.

    Platónov, por su parte, apenás sobrevivió a la Guerra. La tuberculosis continuó avanzando pese a su estancia durante algún tiempo en un sanatorio en Yalta, mientras él seguía publicando cuentos populares rusos y baskirios. También escribió obras de teatro como Pushkin en el Lyceum o El arca de Noé y guiones cinematográficos. A pesar de su heroica actuación durante la guerra, la publicación de su relato “Regreso” vuelve a levantar la animadversión de la crítica oficial contra él, acusado esta vez de “calumnia vil contra el pueblo soviético”. Pero muy poco después, a principios de 1951, Andréi Platónov murió de tuberculosis en Moscú, despreciado por el régimen pero respetado todavía por algunos de los más grandes escritores soviéticos de la época como Shólojov, Twardowski, Erenburg, Grossman o  Pasternak . [E. G.]