UNA ESTROFA DE PUSHKIN: EUGENIO ONEGUIN, III, IX

Ahora, ¡con qué atención

lee las dulces novelas de amor!

¡Con qué vivo placer

bebe el engaño seductor!

Su imaginación poderosa

da vida a los héroes:

al amante de Julia Wolmar,

a Malek-Adel, a Linar,

a Werther, mártir apasionado,

y al incomparable Grandison

–que hoy tan sólo produce sueño–.

Se juntaron todos para la dulce soñadora

en una sola imagen;

se unieron en Oneguin.

Теперь с каким она вниманьем

Читает сладостный роман,

С каким живым очарованьем

Пьет обольстительный обман!

Счастливой силою мечтанья

Одушевленные созданья,

Любовник Юлии Вольмар,

Малек-Адель и де Линар,

И Вертер, мученик мятежный,

И бесподобный Грандисон,

Который нам наводит сон, —

Все для мечтательницы нежной

В единый образ облеклись,

В одном Онегине слились.

 

    Alexander Pushkin escribió la mayor parte del capítulo tercero de su novela en verso Eugenio Oneguin, y esta estrofa número nueve en concreto, en el verano de 1824 en Odesa, con 25 años y justo antes de que una orden de destierro lo confinara en su finca paterna de Mijáilovskoie. Bien sabido es que la estancia forzada en esta residencia rural entre 1824 y 1826 marcó radicalmente la producción literaria del gran escritor ruso, por lo que resulta muy relevante señalar que esta parte de Oneguin pertenece a la etapa previa. Forma parte, pues, de una forma de concebir la literatura a la que pertenecen también los poemas épicos Ruslán y Liudmila (1820), El prisionero del Cáucaso (1821) o La fuente de Bajchisarái (1823). Ya en Mijáilovskoie, el estilo de  Pushkin sufre una profunda transformación y, además de la continuación de Oneguin, comienza a escribir la tragedia histórica Borís Godunov (1925).

    Esta etapa inicial de Pushkin se caracteriza, además de por su gusto por las tradiciones populares rusas, por la influencia directa del escritor romántico más famoso de la época, el inglés George Gordon, lord Byron. Temas, técnicas, lenguaje e incluso las propias formas literarias escogidas para la creación literaria tanto por Pushkin como por buena parte de los más importantes escritores jóvenes europeos de la época estuvieron condicionadas directamente por el éxito literario de la obra de Byron. El propio Oneguin, siendo una de las obras cumbres de la literatura rusa y una de las principales creaciones de Pushkin, no habría sido posible sin la lectura directa y el voluntario influjo de un texto de tanta repercusión en la Europa literaria de principos del siglo XIX como Las peregrinaciones de Childe Harold.

    Sin embargo, lo que deseo comentar en este artículo no es esta influencia obvia y bien documentada sino otro aspecto de la obra relacionado de forma más general con la vinculación del desarrollo cultural ruso a modelos europeos previos bien consolidados. Y para ello llamaré la atención sobre esta irónica estrofa de Pushkin, en la que cita, no sin cierto desdén, las lecturas y los personajes que habían modelado la sensibilidad de la protagonista femenina de la obra, Tatiana Larin: Julia Wolmar, Melek-Adel, Linar, Werther y Grandison. La suma de todos ellos, según Pushkin, da una única imagen en el corazón de Tania: Oneguin. Repasémoslos primero.

    El amante de Julie Wolmar es Saint-Preux, protagonistas ambos de la Nueva Heloísa, novela epistolar del escritor suizo Jean-Jacques Rousseau, escrita en francés y publicada en 1761. Rousseau, como todo el mundo sabe, fue uno de los escritores más exitosos e influyentes de la segunda mitad del siglo XVIII y uno de los padres espirituales de la nueva sensibilidad romántica. Su novela Nouvelle Héloïse, que al igual que el Emilio, se convirtió en uno de los más grandes éxitos editoriales de la época, fue publicada en Amsterdam debido a los problemas con la censura francesa pero contaba con más de 70 ediciones antes de 1800.

    Malek-Adel (Малек-Адель en el original ruso), en realidad Malek-Adhel en la novela original francesa, es uno de los personajes protagonistas de la obra Mathilde o Memorias sacadas del tiempo de las cruzadas de la escritora poco conocida en la actualidad Sophie Cottin, publicada en París en 1805. La novela narra la historia de amor imposible entre la princesa Mathilde, hermana de Ricardo Corazón de León, y el citado Malek-Adhel, hermano del sultán Saladino. Por su parte, Linar es el protagonista de Valérie ou Lettres de Gustave de Linar a Ernest de G***, novela epistolar de la baronesa Bárbara von Krüdener, escrita en francés y publicada en París en 1803 y de nuevo en 1804. La autora era una aristócrata de origen germano nacida en Riga y casada con un diplomático ruso también de ascendencia báltica. Valérie fue su única obra de ficción pero gozó de cierto éxito en el momento de su publicación e incluso hubo diversas traducciones al alemán, al holandés e incluso al ruso en 1804 y al inglés en 1805.

    Sobre el personaje de Werther, poco hay que decir, salvo que la novela que protagoniza, escrita por Goethe en alemán en 1774 ya había sido traducida al francés en 1776 y 1777 y al inglés en 1784. Tal vez convenga recordar que, como la anterior y como la siguiente, el Werther es una novela epistolar. Por último Grandison es el nombre del protagonista de la novela, también epistolar, The History of Sir Charles Grandison, del novelista británico Samuel Richardson, que había sido publicada en inglés en el año 1753 y traducida al francés ya en 1756 y nuevamente en 1783 y al alemán en 1764.

    Resumiendo, las lecturas de Tatiana son, todas ellas novelas, en casi todos los casos de estructura epistolar y normalmente escritas originalmente en francés, de temática amorosa y sentimental y de gran difusión e influencia en toda Europa a lo largo de un extenso periodo que abarca toda la segunda mitad del siglo XVIII y el principio del XIX. La sensibilidad de Tatiana, tierna y sentimental dama de Eugenio Oneguin, ha sido modelada por las creaciones artísticas más famosas y difundidas, de acuerdo con los cánones más prestigiosos de Europa. Resulta curioso, sin embargo, que estas lecturas no son, rigurosamente, contemporáneas de su devota lectora, que habría nacido con el cambio del siglo, aproximadamente. Se trata de libros más propios de la generación anterior e incluso de la generación de sus padres. Malek-Adhel y Linar remiten a obras de la primera década del XIX y son, por lo tanto, ligeramente anteriores a la etapa formativa del personaje pero Werther o Julie tenían como personajes casi cincuenta años de recorrido hacia 1815 y más aún el protagonista de la novela de Richardson.

    Podríamos pensar que este salto generacional en los gustos lectores de Tatiana tuviera que ver con el retraso en la traducción de estas obras del idioma original al ruso pero esto iría en contra no solo de lo que sabemos sobre la educación de la nobleza rusa de la época, algo bien ejemplificado en el propio Pushkin, sino de lo que él mismo anota en su novela en relación con la educación de las jóvenes Larin. La primera lengua de cultura de Tatiana, como la del propio autor o cualquier otro miembro de su círculo social, es el francés, por delante del ruso, y hemos de pensar, por lo tanto que la lectura de todas estas obras se hacía en el idioma original cuando era el francés o en la traducción francesa en los otros casos, traducción que, como hemos visto, tanto en el caso de la obra de Goethe como en la de Richardson fue inmediata y múltiple. La anacrónica influencia de estas obras sobre la personalidad de Tatiana, o de tantas jovencitas rusas de su época con las que la identifica Pushkin, tiene que ver, por lo tanto, con el retraso general de la cultura rusa en el acceso a las novedades estéticas europeas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. En realidad esta vinculación solo empezó a generalizarse a finales de ese siglo y, como es lógico, requirió unas cuantas décadas de adaptación, durante las cuales los grandes artistas rusos se esforzaron por situar el ambiente cultural de Rusia a la altura de las exigencias del resto de Europa. Y fue precisamente el propio Alexander Pushkin, al adoptar de forma magistral y adaptar a su propia sensibilidad una influencia europea tan contemporánea como la de lord Byron, quien, recreando el Childe Harold que el escritor inglés había comenzado a publicar en 1812 en su magistral Oneguin, que comenzó a redactar apenas diez años después, fue capaz de colocar por vez primera la literatura rusa en el marco temporal colectivo de la literatura europea.

    La pobre Tatiana, sin embargo, inmersa en sus lecturas propias de una época anterior y superada, ¿cómo podía suscitar otro sentimiento que lástima en el byroniano Oneguin? [E. G.]