PERIPECIA EUROPEA DE ROMEO Y JULIETA

 

1.- SIGLO XVII: MEJORANDO A SHAKESPEARE

 

    De las representaciones del Romeo y Julieta de William Shakespeare en Londres en vida del autor es muy poco lo que sabemos. Han llegado hasta nosotros tres ediciones, Q1 (1597), Q2 (1599) y Q3 (1609), que parecen provenir de sendas puestas en escena, y el First Folio de 1623, que remite a la última de ellas. Sin embargo, en esos mismos años ya se tiene noticia de otra, fuera de Inglaterra, en la ciudad bávara de Nördlingen, donde unos actores ambulantes ingleses representaron una adaptación alemana reducida con el título de Tragoedia von Romeo und Julia en el año 1604, e igualmente en Dresde, Sajonia, en 1626, 1646 y 1678. Puede parecernos hoy llamativo que en las décadas inmediatas al estreno del Romeo y Julieta de Shakespeare haya al menos tantas referencias a la puesta en escena de la obra en el Sacro Imperio como en Inglaterra. Sin embargo, no olvidemos que en esta misma época subieron a las tablas muchos otros Romeo en italiano y, sobre todo, castellano, como ya vimos en un artículo anterior.

    Por otro lado, la escasez de representaciones de Shakespeare en Londres durante el siglo XVII suele ponerse en relación con el cierre de los teatros desde la prohibición puritana de 1642 hasta la Restauración de 1660. Pero se pasa por alto el hecho de que hasta 1642 hay casi 50 años desde la primera noticia de la obra y más de 30 desde Q3, la última referencia a una representación real. Nada indica, pues, que para la escena inglesa o extranjera el Romeo de Shakespeare tuviera ningún atractivo especial en los años siguientes a su escritura.

    Lo que no puede desconocerse es el enorme éxito de Romeo y Julieta tras la reapertura de los teatros londinenses. Se sabe de la puesta en escena de una adaptación llevada a cabo por William Davenant en 1662 y en la misma época otra, de James Howard, en la que se introducía un cambio que ahora puede parecernos espectacular: los amantes, en la escena final, no morían. La fuente de donde procede esta información, una recopilación de datos sobre representaciones llamada Roscius Anglicanus, indica que durante un tiempo la “Tragedia” (con muerte) y la “Tragicomedia” (sin muerte) de Romeo y Julieta se representaron alternativamente, “tragical one day and tragicomical another, for several days together”. Tal vez no esté fuera de lugar aquí recordar que las principales versiones dramáticas de Romeo y Julieta en el teatro español de la época, tanto la de Lope de Vega como la de Rojas Zorrilla, también preservan la vida de los amantes.

    Pero más aún que las versiones más o menos retocadas de Romeo y Julieta, lo que se convirtió en un gran éxito teatral en 1680 fue The history and fall of Caius Marius, una adaptación de Thomas Otway que trasladaba el argumento desde Verona a la antigua Roma. A este respecto, recordaremos que ya una de las versiones italianas que conoció Shakespeare, la de Luigi Groto, el Ciego de Adria, había llevado también estos amores a la época del Imperio Romano. Otway convierte a Romeo en Marius junior y a Julieta en Lavinia. Por lo demás, el seguimiento del texto de Shakespeare es tan evidente como dan a entender estos versos de un pintoresco Sulpitius romano que sabe tanto de mitología celta como su homólogo veronés Mercutio:

        Oh! the small Queen of Fairies

        Is busy in his Brains; the Mab that comes

        Drawn by a little Team of smallest Atoms

        Over mens Noses as they lie asleep,

        In a Chariot of an empty Hazel-nut

        Made by a Joiner Squirrel: in which state

        She gallops night by night through Lovers brains.

 

    De todos modos, Otway no renuncia tampoco a mejorar el argumento de Shakespeare. Por ejemplo, Marius está enamorado desde el principio de Lavinia; no hay ninguna joven romana que, como la Rosaline del bardo de Stratford, ocupe el corazón del protagonista antes del baile. Pero, sobre todo, Lavinia despierta en la tumba de su familia cuando Marius, aunque ya ha bebido el veneno, aún sigue con vida; de este modo, los enamorados tienen ocasión de conversar por última vez antes de que “Romeo” muera y “Julieta” se suicide.

    El Caius Marius de Otway gozó de un éxito teatral que oscureció al propio texto isabelino hasta el punto de que 50 años después, cuando empiece a revalorizarse el teatro de Shakespeare, estas innovaciones seguirán siendo tenidas en cuenta: Romeo estará enamorado de Julieta desde las primeras escenas de la obra -lo cual permitió suprimir en alguna ocasión el baile de los Capuleto- y los enamorados mantendrán esa final y dramática conversación.

 

2.- SIGLO XVIII: UN INGLÉS LLAMADO SHAKESPEARE

 

    Así fue reescrita, en efecto, la que sería la adaptación más famosa del Romeo y Julieta de Shakespeare de todos los tiempos, la versión de David Garrick, estrenada en 1748 en el Drury Lane, representada en 329 ocasiones en este teatro y en el Covent Garden hasta 1776 y considerada la versión “canónica” de la obra durante 97 años. Y de este modo pasó el primer siglo de Romeo y Julieta, con un denodado esfuerzo en Inglaterra por mejorar el texto de Shakespeare y una casi completa indiferencia fuera de la isla. Por otra parte, lo que más gustaba del teatro de Shakespeare a los europeos de la época -ingleses incluidos- eran las “tragedias clásicas”, sobre todo la sangrienta Tito Andrónico y el clásico por excelencia, Julio César.

    Las traducciones de Romeo y Julieta, pues, se hacen esperar. Pierre-Antoine de La Place, en la que se considera la primera traducción sistemática de Shakespeare al francés, publica entre 1745 y 1748 Othello, The Third Part of Henry VI, Richard III, Hamlet, Macbeth, Cymbeline, Julius Caesar, Antony and Cleopatra, Timon of Athens y The Merry Wives of Windsor, una comedia junto a 9 tragedias. Y de Romeo y Julieta solo incluye un resumen al final del tomo III de su colección de Theatre anglois, en el que, por otra parte, anota que el mismo tema había sido tratado por Lope de Vega en su “Castelvins & des Monteses”, remitiendo al Théatre Espagnol de Louis-Adrien Duperron de Castera, de 1738. Romeo y Julieta vivían, pues, por entonces una vida paralela en sus dos versiones, inglesa y española.

    Por otra parte, si los propios ingleses consideraban que el texto de Shakespeare podía ser fácilmente mejorable, las versiones francesas de su Romeo y Julieta van a recorrer el mismo camino. La primera traducción francesa completa de la obra, publicada en 1778 por Pierre Letourneur en el tomo IV de su Théâtre de Shakespeare, parte de la versión de Garrick, ignorando la existencia de Rosalinda al principio de la pieza e incluyendo el exitoso cambio de la escena de la cripta, con el diálogo final de los amantes. Al menos, en este caso el traductor consideró que tampoco estaba de más que el lector francés conociera el texto de Shakespeare e incluyó la traducción de las escenas originales ¡en un apéndice!

    No es de extrañar, por lo tanto, que pocos años antes otro francés Jean-François Ducis, que había adaptado con éxito en 1769 Hamlet a las convenciones del teatro neoclásico, hubiera vuelto a hacer lo mismo en 1772 con Romeo y Julieta. Ducis no sabía inglés, por lo que trabajaba con las traducciones francesas pero su papel consistió, sobre todo, en convertir el texto de Shakespeare en una obra “normativizada”: respeto a la regla de las tres unidades, narraciones complementarias, supresión de escenas tan relevantes como la del balcón o la del canto de la alondra y el ruiseñor, añadidos que quieren recordar a Dante y en la escena final, tras el inevitable diálogo de los amantes, Julieta se envenena y Romeo se clava el puñal. Hoy acaso pudiéramos imaginar un gran escándalo literario o el ostracismo del autor de semejante pastiche; por el contrario, la dramaturgia de Ducis gozó de tanto prestigio que fue elegido para ocupar en la Academia el sillón de Voltaire. Más aún, las obras de Ducis gozarán de éxito incluso fuera de Francia y serán el punto de partida de otras versiones. En España, por ejemplo, Ramón de la Cruz compondrá su versión de Hamleto, rey de Dinamarca a partir de Ducis, no de Shakespeare.

    Otro camino siguen los Romeos y las Julietas italianos de principios del XIX, sobre todo la tragedia Giulietta e Romeo de Luigi Scevola, impresa en 1818, que poco o nada tiene que ver con Shakespeare. Comienza con el matrimonio de Romeo, saca a colación a los Güelfos y los Gibelinos e ignora personajes esenciales en Shakespeare como la Nodriza; en resumen, está compuesta como una tragedia clásica a partir de las fuentes originales italianas. Y sobre este texto a-shakesperiano escribió Felice Romani el libreto para la ópera de Nicola Vaccai, Giulietta e Romeo, primer éxito operístico de nuestra pareja de enamorados, que, compuesta en 1825 se representó hasta 1832 en Milán, Barcelona, Lisboa, París y Londres. Poco después, el propio Romani reutilizó su libreto para I Capuletti e I Montecchi de Vincenzo Bellini de 1830. Traducida al alemán, la ópera se representó en Graz en 1833 y en Budapest en 1845.

    Por esas mismas fechas, Francia conoce el éxito del Romeo y Julieta de Hector Berlioz, una sinfonía coral estrenada en 1839 que remite a la representación de una compañía inglesa en París en 1827, cuya Julieta, Harriet Smithson, se convirtiría en 1833 en la mujer del compositor. Un detalle de la partitura [6. ROMÉO AU TOMBEAU DES CAPULETS: Réveil de Juliette: Joie délirante, désespoir, dernières angoisses et mort des deux amants] deja ver que el texto representado seguía siendo el de Garrick. [E. G.]