MALLEUS MALEFICARUM: EL MANUAL DE LA CAZA DE BRUJAS (y II)

 

    [...] No es fácil precisar cuál puede haber sido el motivo concreto del prestigio alcanzado por el Malleus para que se convirtiera en uno de los libros más reeditados de Europa durante casi 200 años, pero podemos aventurar varias conjeturas:

    1.- En un primer momento, la presencia de la bula papal, que daba autoridad doctrinal a la idea de que la acción de las brujas era real, no supercherías de mentes débiles. La creencia popular en la existencia y actividad perniciosa de las brujas era general en toda Europa desde la Alta Edad Media y la Iglesia había intentado, en realidad, contrarrestarla, sirviendo de dique de contención de las iras populares. Con su bula, Inocencio VIII levantaba esas reticencias y facilitaba que las fobias que se mantenían más o menos latentes pudieran manifestarse abiertamente.

    2.- Al mismo tiempo, el carácter “técnico” de la obra, la “profesionalidad” de los autores, la amplia casuística que presentaban y el uso del latín, propio de especialistas, hacían de la obra un manual de apariencia respetable y uso cómodo. Su propio éxito editorial, con decenas de miles de ejemplares en octavo circulando por toda Centroeuropa en la primera mitad del siglo XVI, lo convirtió en un texto de referencia que había que conocer incluso para combatirlo.

    3.- Pero, sobre todo, la parte tercera del Malleus, que se centraba en el propio proceso judicial contra las brujas, aportaba a cualquier inquisidor o juez de la época unos planteamientos generales, una terminología y un modus operandi procesal para la “caza de brujas” que hacía de él un vademécum indispensable de la práctica inquisitorial. Y aquí es donde debemos referirnos a un último aspecto fundamental para la historia editorial del Malleus, los cambios “competenciales” en la investigación y procesamiento de las supuestas brujas, consecuencia indirecta del asentamiento de la Reforma a partir de 1520.

    Los estudios más actuales insisten en que la persecución de la brujería durante los siglos XVI y XVII fue similar en las regiones católicas y reformadas de Centroeuropa. En realidad, solo quedó fuera de este proceso histórico el Mediterráneo occidental: España -que incluía Portugal y Nápoles- y los Estados Pontificios. Así, la doctrina teológica y los procedimientos judiciales del Malleus tuvieron una menor incidencia y, en paralelo, hubo un índice mucho menor de quema de brujas en aquellas regiones europeas con mayor presencia y poder efectivo del tribunal de la Inquisición. Estos datos objetivos, contrarios a todos los prejuicios que existen contra una institución por otra parte tan censurable como el Santo Oficio, resultan, sin embargo, completamente previsibles por varias razones técnicas:

    1.- Los propios dominicos y los responsables inquisitoriales en general se mostraron desde el principio recelosos de la nueva doctrina, que daba tan grandes poderes reales a las brujas. De hecho, fueron sobre todo religiosos de zonas donde la Inquisición mantenía todo su poder quienes de forma más efectiva se opusieron a la doctrina de Inocencio VIII. El mejor ejemplo es el del inquisidor español Alonso Salazar y Frías, que, tras el proceso de Zugarramurdi -la única gran caza de brujas española, y la más famosa-, llevó a cabo una profunda investigación en los valles navarros por orden del propio Consejo Supremo de la Inquisición. Sus conclusiones, que todo eran imaginaciones, desvaríos y sueños inducidos de pobres mujeres y falsas confesiones arrancadas por la tortura, formaron a partir de entonces la jurisprudencia básica de la Inquisición española en esta materia. No es de extrañar, pues, que en el sur de Europa no haya ni una sola reedición del Malleus.

    2.- En donde la orden dominica fue disuelta por la Reforma o, como en Francia, el Santo Oficio no tuvo una actividad relevante, no se acabó con la caza de brujas sino que ésta se encomendó a tribunales ordinarios presididos por funcionarios civiles. Para estos jueces franceses, -insistimos en que en esta segunda época más de la mitad de las ediciones del Malleus son lionesas-, el clásico de Kramer y Sprenger proporcionaba un magnífico manual procedimental en una materia hasta entonces reservada a los tribunales eclesiásticos. La diferencia no es baladí, como puede verse en los dos grandes procesos del País Vasco: mientras que en España la Inquisición acababa lamentando sus seis únicas ejecuciones, pocos meses antes al otro lado de los Pirineos, Pierre de Lancre, el juez francés, que se había hecho famoso tras mandar quemar a más de 80 mujeres, todavía publicó un libro ufanándose de su pericia y sus "éxitos". Y no fue el único caso: en Lorena actuó el más terrible de todos los “cazadores de brujas” europeos, Nicolás Rémy, un abogado formado en las mejores universidades francesas, que mandó a la hoguera al menos a 900 acusados de brujería, aunque él mismo se jactaba en su libro sobre Demonología de haberlo hecho con más de 3.000.

    3.- Por último, la mayor fragmentación política y teológica de los países reformados y del Imperio Germánico favorecía la aparición de casos concretos en los que una persona poderosa o un grupo religioso radical que se hacía con el poder se afanaba en estas tareas de “limpieza” social. Es el caso horroroso de Matthew Hunter, el witchfinder puritano que llevó a la hoguera a cientos de mujeres entre 1644 y 1646, durante la Guerra Civil inglesa, o el de la inmensa matanza -al menos 970 personas fueron quemadas en la hoguera, de las cuales más de 6oo fueron “brujas”- que tuvo lugar entre 1580 y 1620 en la baronía de Vaud, de lengua romance y tradición católica, tras ser ocupada por el cantón de Berna, de habla germana y fe calvinista. Llama la atención que fuera precisamente en Friburgo, a 150 de Berna, donde se imprimió una de las reediciones del Malleus, justo en esas fechas.

    Razias similares podemos hallar en pequeños estados católicos del Imperio donde el poder de un gran señor eclesiástico carecía de contrapesos, como en el arzobispado de Tréveris, donde el príncipe-arzobispo Johann von Schonenburg llevó a la hoguera al menos a 400 personas entre 1587 y 1593. En este caso, las dos reediciones del Malleus publicadas en 158o y 1588 en Francfort, a menos de 200 kilómetros, pudieron suministrar ejemplares en abundancia a los jueces e inquisidores de la zona. Y lo mismo sucedería en la abadía de Fulda, a 100 km. de Francfort, donde el príncipe-abad Balthasar von Dernbach mandó ajusticiar por brujería a más de 200 personas entre 1603 y 1606 o en Würzburgo, dentro del mismo radio de acción de las imprentas de Francfort, donde, solo en la ciudad, el príncipe-arzobispo Philipp Adolf von Ehrenberg ejecutó igualmente a más de 200 personas entre 1626 y 1631. En todos los casos, estos príncipes eclesiásticos se entregaron a su “caza de brujas” particular en un contexto de reconquista de unos territorios que tras un periodo protestante volvían a dominio católico.

    En resumen, la historia editorial de uno de los mayores best sellers europeos del Renacimiento, el Malleus maleficarum, es un ejemplo magnífico de las condiciones, extensión y profundidad de ese medio cultural común y heterogéneo que desde hace 1.500 años se llama Europa. Las ideas, los procedimientos, los prejuicios, los esquemas mentales, se difunden de forma rápida, general y compleja a lo largo y ancho de un espacio intelectual compartido. En cada momento de la historia, por supuesto, esa difusión global se ve modulada por diferentes condicionamientos como la lengua, las distancias, la religión, el régimen de gobierno, las creencias populares… pero siempre dentro de las coordenadas que determina su origen europeo inicial.

    Entender que el amplio éxito intelectual de un libro como el Malleus fue un fenómeno europeo no distinto del triunfo de la ciencia moderna en esa mismas fechas, del liberalismo en el siglo XIX o de los fascismos en el XX, nos puede alertar sobre la importancia de aplicar la perspectiva europea al estudio y la investigación de nuestro presente. Nuestra cultura común ha sido capaz de los más impresionantes logros colectivos como el establecimiento de los derechos del Hombre, el desarrollo de la farmacopea moderna, las vanguardias artísticas o la liberación de la mujer pero también de los mayores horrores como las cruzadas medievales, el Imperialismo decimonónico, el exterminio de los judíos o la sistemática quema de brujas a la que hemos dedicado estos artículos. Hallemos juntos la forma de ser dignos hoy de nuestros grandes triunfos para hacernos perdonar, al menos, las grandes miserias de nuestra historia. [E.G.]