LOS 100 PRIMEROS AÑOS DE DON QUIJOTE (y III)

 

    [...] En la segunda mitad del XVII, el Quijote, que venía siendo considerado un bien mostrenco de la literatura europea desde hacía más de medio siglo, se vio abocado en Francia a un destino acaso inevitable: la manipulación del propio texto cervantino. En francés las dos partes de la novela se habían publicado juntas, sin mayores intervenciones en el texto, desde la edición de París de 1639, con reediciones en 1646 y 1665. Sin embargo, en 1677, uno de los más famosos traductores franceses del Quijote, Filleau de Saint-Martín, publica en París su Histoire de l'admirable Don Quixotte de la Manche, que pronto se convierte en un éxito de ventas con siete nuevas reediciones parisinas entre 1677 y 1714, dos en Lyon, cinco en Amsterdam solo en la última década del siglo y una más en Bruselas en 1706, sin salir del lapso de tiempo que nos ocupa. Pues bien, esta exitosa versión del Quijote, que contó con una difusión mayor que la del texto cervantino original, incluía una continuación escrita por el propio traductor. Conviene recordar aquí que ya en 1614 Cervantes había visto con disgusto que un imitador, Avellaneda, se apropiaba de su personaje para hacerle vivir todo tipo de aventuras apócrifas. Decidido a evitar que ese abuso se repitiese, su creador hace morir a Don Quijote al final de la Segunda Parte, imposibilitando la continuación. Pues bien, Filleau de Saint-Martin soluciona el problema curando a su Quijote en el capítulo final de su “traducción y de este modo abre camino a la prolongación de la novela, que él mismo añadirá en la edición parisina de 1695. De hecho, esta primera ampliación del traductor francés tuvo tanto éxito que contó con varias ediciones específicas de la parte añadida y hasta con una traducción alemana particular ya en 1696. Por último, la prolongación de Saint-Martin fue prolongada a su vez en 1713 por otro escritor francés, Robert Challe, quien, además, no fue el último. En este contexto, no parece extraño que incluso el Quijote de Avellaneda halle un hueco entre los textos quijotescos franceses de principios de siglo XVIII, en una traducción-adaptación publicada por Lesage en París en 1704, en Amsterdam al año siguiente e incluso en Londres en 1707. Hoy puede parecernos algo inconcebible pero este engendro de Avellaneda/Lesage contó a su vez en la época con una traducción londinense al inglés en 1705, otra al holandés en Utrecht en 1706 y otra al alemán en Copenhague en 1707. Es evidente que en la Europa de principios del XVIII había sitio para el éxito de todo tipo de quijotes.

    Si repasamos los datos anteriores desde una perspectiva general, sin duda nos llamará la atención el hecho de que la presencia de reediciones y traducciones quijotescas en casi todas las regiones europeas durante el último cuarto del siglo XVII contrasta con el escaso número de nuevas ediciones castellanas, que, además, en buena medida se imprimen en los Países Bajos, no en España, y que, además, estas van a la zaga de aquellas, como sucede con las ediciones ilustradas. Un caso especialmente llamativo lo constituyen las continuas reediciones de la traducción/manipulación francesa de Filleau de Saint-Martin, de la que hemos visto que se publican hasta quince nuevas ediciones, en cinco ciudades distintas de cuatro países diferentes.

    Pero la presencia de Don Quijote en Europa iba mucho más allá del texto. Un caso curioso es el de Portugal, en cuya capital, Lisboa, ya hemos visto que se habían publicado sendas ediciones en 1605 y 1615 del Quijote original, a la vez que en Madrid, pero ninguna traducción al portugués. Décadas después, en 1640, Portugal, que durante 60 años había formado parte de la Monarquía Hispánica, recobra su independencia y muy poco después hallamos en Lisboa, impreso en 1642 en español, un Cartel de desafío y Protestación cavalleresca de Don Quixote de la Mancha, Cavallero de la triste figura, en defensión de sus castellanos, en el que nuestro protagonista se pone de parte de los portugueses contra el gobierno del Conde-Duque de Olivares. Mayor impacto hubo de tener, sin embargo, la difusión en Francia, desde 1650, de una serie de 38 grabados en cobre de Jérôme David, publicada por Jacques Lagniet en París con el título de Les Advantures du fameux Chevalier Dom Quixot, primera serie ilustrada del Quijote distribuida al margen de la novela. También conocemos cuadros franceses de esas décadas protagonizados por nuestro héroe, como el del círculo de los hermanos Nain que se conserva en una colección privada de Escocia, y de 1659 es la primera representación de la comedia de Mme. Bejart Don Quixote ou les enchantements de Merlin, obra en cuya reposición, al año siguiente, intervino el propio Molière, a quien ya hemos visto muy aficionado a la materia cervantina.

    En realidad, en la Francia de Luis XIII, casado con una española, y de Luis XIV, hijo de esta, la presencia de Don Quijote es permanente. En 1679 se publicó en Fointenebleau la descripción alegórica escrita por Claude François Menestrier del enlace de María Luisa de Orleans, sobrina del rey francés, con Carlos II: L'Espagne en feste. Su texto nos ofrece una imagen significativa del aprecio del que gozaban Cervantes y Don Quijote en Francia. Menestrier hace que los principales poetas españoles, Santillana, Gómez Manrique…, acudan a festejar el enlace y entre ellos Miguel de Cervantes, que lo hace acompañado de su célebre Don Quijote. Y el propio Rey Sol disfrutó en 1700 de una fiesta quijotesca, la Mascarade de Don Quichotte, interpretada por sus nietos el Duque de Berry y el Duque de Anjou, este último muy pronto Felipe V de España.

    Del mismo modo, en Inglaterra a una nueva edición londinense en inglés en 1652, con reedición en 1672, en esas décadas finales del XVII se añadieron la ya citada traducción de John Philipps de 1687 y otras dos de 1700, una de ellas reeditada en 1706, illustrated with 33 copper plates, curiously engraved from the Brussels edition”. También volvió a subir Don Quijote a las tablas de los teatros de Londres a protagonizar las tres partes de The Comical History of Don Quixote escritas por Thomas d’Urfey y publicadas en 1694, 1696 y 1702. Por cierto, la segunda de estas piezas contó para su estreno con música del más famoso compositor inglés de su tiempo, Henry Purcell. Y de 1694 es también la comedia The Married Beau; or The Curious Impertinent de John Crowne.

    Como vemos la presencia de Don Quijote en toda Europa está siendo mayor conforme se acerca el final del siglo. Aparece la primera traducción alemana completa, publicada en Basilea y Fráncfort con el título de Don Qvixote von Mancha en 1682, y en Holanda, el dramaturgo Pieter Arentz Langedijk escribe una comedia de bastante éxito: Don Quichot op de bruiloft van Camacho (Don Quijote en las bodas de Camacho) en 1699. Incluso, ya en el ámbito de las curiosidades, hallamos en esta última década del siglo una referencia interesante, que abre el ancho camino de Don Quijote hacia el este de Europa. En los años finales del XVII el zar Pedro I ya había leído la obra de Cervantes, ignoramos en qué lengua, como se deduce por la siguiente anécdota de la época: “El zar, partiendo hacia Dunkerque, al ver un montón de molinos se rió y dijo a Pavel Yaguzinski: «Si estuviera aquí don Quijote, tendría mucho trabajo».”

    Pero tenemos que ir terminando. El siglo XVII se cierra con una nueva traducción francesa de Anthony Motteux para la Histoire de l'admirable Don Quixotte de la Manche, publicada en Amsterdam en 1700 y reeditada en Bruselas en 1706, y el XVIII se abre con dos nuevas ediciones en castellano, una barcelonesa de 1704 y otra madrileña de 1714. Por lo que respecta a versiones, en Londres tenemos nada menos que una versificación inglesa del Quijote “into Hudibrastick verse” de 1711: The life and notable adventures of that renown’d knight Don Quixote de la Mancha, y en los escenarios parisinos, una nueva comedia en 1713, de Florent Dancour, Sancho Pança gouverneur, que vuelve a versionar la de Guerin de Bouscal. Si a esto añadimos una colección de obritas francesas de 1715 publicadas en Amsterdam con el título Le desespoir Amoreux avec Les nouvelles visions de Don Quixotte, cuyas tres novelas de tema quijotesco contienen una versión del episodio de Crisóstomo y Marcela a partir de la versión francesa de 1609, una continuación apócrifa de las aventuras de Don Quijote y una recreación caballeresca a la manera de Don Quijote, daremos nuestro repaso por concluido con lo que podemos considerar un auténtico resumen de la múltiple y variada atracción que nuestro héroe manchego había ejercido y seguía ejerciendo sobre los escritores europeos un siglo después de su venida al mundo.

    Hemos visto durante todo este primer siglo quijotesco, desde 1605 hasta 1715, que su fama de caballero andante ha ido extendiéndose ligada siempre a su locura, a sus extravagancias y al entretenimiento y la hilaridad que el hidalgo español provocaban en el lector. Pero además, ha ido convirtiéndose también con los años en una figura popular en nuestra cultura literaria y ha ido haciéndose con una imagen clásica y reconocible en el imaginario europeo gracias sobre todo al teatro y a las ediciones ilustradas. Todo europeo culto de la época reconocería con facilidad a un quijote y sería capaz de imaginárselo sin problemas. Por eso, justo en los márgenes de este artículo arranca uno de los mayores proyectos artísticos de todos los tiempos relacionado con Don Quijote. Nos referimos a la amplia serie de cartones para tapiz que uno de los principales artistas franceses de la época, Charles-Antoine Coypel comenzó a pintar precisamente en 1715, el año del I Centenario. Se trata de un conjunto de 28 ilustraciones encargadas por el taller real de los Gobelinos, que Coypel pintó a partir de esa fecha y publicó en una edición de lujo en 1624. Estos cuadros sirvieron para tejer más de 200 tapices de temática quijotesca que fueron adornando los palacios de la aristocracia y las casas de la alta burguesía de toda Europa a lo largo del siglo XVIII hasta 1794, mucho después de la muerte de su creador. Pero vamos a dejarlo aquí, pues esta es ya otra historia. [E. G.]

 

    INFORMACIÓN BÁSICA: Juan Givanel Mas: Catálogo de la Colección Cervantina, I (1590-1785), Barcelona, Diputación Provincial de Barcelona, 1941.