XII: EL SIGLO DE LAS CRUZADAS Y DE LAS UNIVERSIDADES

     Dos son los conceptos, completamente dispares en apariencia, que podrían servirnos para definir el siglo XII en Europa: cruzada y universidad. Las cruzadas aparecen como uno de los principales hitos en el proceso de unificación cultural europea puesto que se convirtieron con el paso de los años en el mayor y más prolongado esfuerzo militar conjunto llevado a cabo por los europeos en toda su historia. Casi por las mismas fechas, el establecimiento de los primeros estudios superiores en Europa sentó las bases de otro gran proyecto compartido, en este caso educativo, que finalmente demostró ser mucho más sólido y de mucho mayor alcance que el anterior.

     Pese a su fracaso final tanto en el orden militar como en el político y el religioso, las cruzadas fueron capaces de reunir y canalizar una inmensa corriente de esfuerzos personales y colectivos en todo el continente durante más de dos siglos, desde las primeras llamadas a la intervención militar conjunta contra los musulmanes en la península ibérica (cruzada de Barbastro de 1063) hasta el desastre final de la octava cruzada frente a Túnez en 1270.

     La historiografía tradicional ha limitado el concepto de “cruzada” a los intentos de recuperación de la “Tierra Santa” de Palestina por parte de los ejércitos cristianos. Sin embargo, la verdadera trascendencia europea de la época de las cruzadas se comprende incorporando la campañas militares también convocadas como cruzadas contra los pueblos paganos del Báltico (cruzadas bálticas) y las que se dirigieron contra los cátaros del Languedoc (cruzada albigense). De este modo resulta más evidente que el movimiento cruzado de los siglos XII y  XIII  fue fruto de un modelo general de organización política, militar y religiosa capaz de combinar con éxito el discurso ideológico del centralismo católico romano con las fuerzas expansivas de los principales núcelos de poder reginales de toda Europa. Es cierto que la mayor intensidad y los más llamativos resultados del esfuerzo militar conjunto –establecimiento de nuevos principados europeos, ampliación de las rutas comerciales mediterráneas, creación de las órdenes militares...- tuvieron lugar en Palestina, pero no debemos olvidar otras consecuencias más cercanas e incluso de mayor repercusión para la Europa actual. Las que podríamos llamar “cruzadas internas” favorecieron el desarrollo de nuevos reinos cristianos en el exterior de los límites europeos del antiguo imperio carolingio, tanto en el sur del continente, en Portugal –reconquista de Lisboa en 1147 por cruzados ingleses- y en Aragón –reconquista de Zaragoza en 1118 por cruzados aquitanos-, como en el norte, con la creación del Ordensstaat teutónico en Livonia en 1224 tras la primera cruzada báltica. Igualmente, la cruzada albigense, al principio del siglo XIII, supuso la destrucción de la autonomía política y cultural del Languedoc con la correspondiente consolidación del reino de Francia en toda la zona pirenaica.

     Por lo que a Tierra Santa respecta, en realidad, tomada Jerusalén en el año 1099, el siglo XII evidenció la incapacidad de los estados europeos para mantener unos territorios ocupados por la fuerza lejos de las fronteras ya establecidas en el continente. Las cruzadas de Oriente manifestaron, pues, junto con la posibilidad de una fuerza conjunta organizada en torno a un componente ideológico trascendental, la religión, los límites de esa misma fuerza. Por primera vez los europeos no tenían que defenderse de pueblos invasores externos sino que se convirtieron ellos mismos en los invasores de otros pueblos. Pero el escaso progreso cultural y científico de Europa hacía inviable en esos momentos el sostenimiento de esas conquistas. En este sentido, el siglo XII es solo un preludio fracasado de lo que será la expansión europea del siglo XVI.

     Mucho más fructífera es la eclosión cultural que se produce en toda Europa en torno a los studia generalia. Se suele considerar que la primera universidad europea digna de tal nombre fue la Universidad de Bolonia y más en concreto sus estudios de Derecho, establecidos a finales del siglo XI. También hay datos de actividades de enseñanza superior en París y en Oxford por esas misma fechas pero la creación de ambas universidades suele retrasarse hasta mediados del siglo XII.

     Resultan curiosas las similitudes que pueden establecerse entre la organización de las cruzadas y la de los primeros estudios universitarios. En ambos casos el impulso que canalizó los esfuerzos organizativos procedió inicialmente del ámbito religioso. Las universidades europeas, que a partir del siglo XIII serán en casi todos los casos de fundación papal y promoción real, en estos primeros momentos se organizan en torno a los centros de poder religioso, las catedrales, bajo la protección y con el sustento de los obispos. A partir de ahí, el poder político, como en las cruzadas, ve en ese proyecto religioso una interesante posibilidad de provecho propio, puesto que de esos estudios superiores saldrán los legisladores, médicos e intelectuales que van a impulsar el desarrollo de la sociedad civil europea a partir de ese momento. Por eso el proceso de fundación de universidades en Europa se va a prolongar a los largo de los siglos siguientes, convirtiéndose en uno de los mejores termómetros para medir el grado de desarrollo cultural de cada una de las regiones de Europa. El reino de Castilla dota la Universidad de Salamanca a partir de 1218, en la capital del reino de Nápoles se funda otra universidad en 1224, Portugal tiene la suya en Coimbra en 1290, la Corona de Aragón, que contaba con la universidad de Montpellier desde 1220, organiza unos nuevos estudios peninsulares en Lérida en 1300, el reino de Bohemia en Praga en 1348, el de Polonia en Cracovia en 1364, Hungría en Pécs en 1367, el Imperio en Heidelberg en 1386, Suecia en Upsala en 1477...

     Por último, la creación de universidades por toda Europa a partir del siglo XII trajo como consecuencia la formación de una élite intelectual cada vez más selecta y exigente por lo que a sus referentes culturales respectaba, que disponía, además, de una lengua común de trabajo y creación para todo el continente, el latín. El aprecio cada vez mayor por los textos latinos donde se había conservado la sabiduría antigua y el peso de la tradición romana en el ideario común de los estudios superiores europeos van a favorecer el aumento del interés e incluso de la devoción por los restos supervivientes de esa Antigüedad. Es significativa en este sentido la presencia en el entorno cultural de la Toscana de la época de Dante de un buen número de notarios de sólida cultura latina formados en el studium generale de Bolonia, donde décadas después estudiará también el propio Petrarca. El renacimiento cultural y universitario del siglo XII es el punto de partida del Humanismo. [E. G.]