OCCITANIA: HISTORIA Y GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA

 

    Conviene recordar, en primer lugar, que el término Occitania no se corresponde ni se ha correspondido nunca con región política o administrativa alguna. Por ello, su inclusión entre las “regiones” de Europa puede parecer inoportuna y solo se justifica por la imposibilidad de reunir bajo un único marbete geográfico el conjunto de territorios en los que desarrollaron su actividad literaria los trovadores provenzales de los siglos XII y XIII, ya que Provenza, Languedoc o Corona de Aragón son términos demasiado concretos y, por lo tanto, reductores, y Francia es un concepto político demasiado amplio y distorsionador.

    Aprovecharemos, pues, el de Occitania, aunque en realidad sea un término de geografía lingüística, creado para designar al extenso conjunto de territorios en los que se desarrolló una amplia variedad de dialectos del latín vulgar caracterizados, como rasgo distintivo, por el uso del adverbio afirmativo “oc”. En el ámbito lingüístico, Occitania se corresponde con otro sintagma, más habitual pero también más impreciso, que es el de las “langues d´oc”, que designa a una subfamilia lingüística extendida por todo el sur de Francia, parte de Suiza y el Piamonte italiano. Pero a su vez, “langue d´oc” dio origen ya en la Edad Media a un topónimo administrativo y geográfico, el Languedoc, que, a grandes rasgos, se puede definir como la región que tiene a Toulouse como capital. Así pues, la región del Languedoc existe, en efecto, pero no se corresponde con la Occitania lingüística, el país de las “langues d´oc”, que, a su vez, jamas ha conocido una manifestación política unida.

    Por el contrario, la Occitania más bien se caracteriza, en la Etapa Constituyente, durante la cual su lírica destacó por encima de cualquier otra en Europa, por su variabilidad y multiplicidad política y administrativa, lo cual, sin duda, tiene mucho que ver con su inconsistencia lingüística actual. En los primeros siglos de la Alta Edad Media, buena parte de este territorio formó parte de la Septimania visigoda, desgajándose, por lo tanto, de la unidad administrativa de origen romano a la que había venido perteneciendo, la Galia. Esta Septimania, a su vez, fue el núcleo originario de lo que pronto se convirtió, entre los siglos V y VII, en el reino visigodo y, por lo tanto, mantuvo durante mucho tiempo una relación política directa con Hispania, que se mantuvo incluso tras la conquista árabe ya que el dominio musulmán se extendió, durante la primera mitad del siglo VIII, hasta el río Ródano. Al otro  lado, por esas mismas fechas, la Provenza y el Piamonte habían formado parte de los reinos burgundios y ostrogodos, antes de integrarse en el reino franco a lo largo del siglo VI.

    Solo el periodo más estable del imperio carolingio, durante el siglo IX, dotó de un poco de estabilidad y unidad administrativa a la región. Pero ya a finales de ese siglo, el reparto entre los descendientes de Carlomagno y la fugaz existencia de la Lotaringia volvieron a fragmentar la zona al separar la Provenza bosónida de la Septimania franca y vincular de nuevo esta a los condados de la Marca Hispánica. A partir de aquí, durante los siglos X al XII, la debilidad del reino franco de occidente favoreció que estos territorios tan alejados del poder central desarrollasen una serie de vínculos entre sí de trascendental repercusión para la literatura europea.

    Los movimientos políticos más relevantes en este sentido fueron los siguientes: En la parte más occidental, se irá consolidando un poderoso conjunto feudal en torno a los dominios de los duques de Aquitania, que, ya en el siglo XI, controlarán los territorios de lengua gascona y lemosina. En el otro lado de los Pirineos, los condes de Barcelona irán dando forma también a un ambicioso proyecto político que llegará a su máxima expansión a mediados del siglo XII cuando los ya reyes de Aragón gobiernen, más o menos directamente, sobre casi toda la costa que se extiende desde Niza hasta Tortosa. Por último, en el centro, la ciudad de Toulouse consiguirá adquirir también una gran relevancia como dominio feudal semiindependiente del rey de Francia.

    Esta es la época, los siglos XII y XIII, de la gran literatura en provenzal. El primer trovador, Guillermo de Aquitania, es duque de esa región; el rey y poeta Alfonso II de Aragón, descendiente del anterior, es también duque de Provenza. Los grandes trovadores como Bernat de Ventadorn, Raimbaud de Vaqueiras o Peire Vidal, se mueven por las cortes señoriales de Aquitania, de Aragón, de Toulouse, de Montpellier e incluso de Monferrato o Toledo... El auge de este tipo de lírica cortesana codifica no solo unas estructuras  métricas novedosas y una temática específica sino también una lengua poética culta que se conocerá como “provenzal”. Pero nos hallamos ante una lengua literaria, una lengua de cultura adaptada a la expresión literaria, sobre todo lírica, que no se corresponde exactamente con ninguna de las modalidades lingüísticas occitanas reales.

    La expansión de la literatura provenzal coincide, en la segunda mitad del siglo XII, con el desarrollo de unas peculiaridades culturales muy específicas ligadas a la religiosidad cátara. Desde el punto de vista político, esta especificidad va a provocar el ocaso de esta compleja estructura feudal al justificar la intervención directa del rey de Francia. El inicio de la cruzada contra los cátaros, apoyados por el conde de Tolosa, Raimundo VI, que, a su vez, buscó el apoyo del rey de Aragón, Pedro II, condujo a la batalla de Muret, en el año 1213. Tras la victoria, el rey de Francia pudo imponer su dominio feudal sobre los condados interiores del Pirineo central y sobre las zonas costeras del Mediterráneo desde Provenza hasta el Rosellón, que, por el tratado de Corbeil de 1258, marcará el inicio de los territorios del rey de Aragón.

    Al mismo tiempo, aunque la llegada al trono de Inglaterra de los descendientes de los duques de Aquitania va a permitir el mantenimiento de la autonomía política de este ducado durante más tiempo, el hecho de que ni los invasores normandos ni la casa de Plantagenet que los sucedió fueran de origen occitano favoreció que la modalidad lingüística que se impuso en la corte inglesa fuera el anglonormando, uno de los principales dialectos de la “langue d´oil”.

    De este modo, hacia el siglo XIV la casi totalidad de la Occitania se había integrado por completo en el reino de Francia. Quedaban fuera los dialectos más orientales, hablados en el Piamonte y la Saboya, sin una literatura de prestigio comparable a la que se había impuesto en toda Europa en la época de los trovadores. Finalmente, la expansión de Francia habia el este y la anexión de buena parte del ducado de Saboya en el siglo XIX hizo que casi toda la Occitania al norte de los Pirineos se viera sometida al centralismo francés y apenas sea posible recuperar alguno de sus límites administrativos en la Francia de hoy. [E. G.]