POEMAS DE LOS HETERÓNIMOS: PESSOA MÚLTIPLE

    Si la disgregación y la multiplicidad son los rasgos esenciales de la Etapa Disolvente de la cultura europea, la figura de Fernando Pessoa y, sobre todo, la lírica de sus heterónimos adquieren valor, además de por sus méritos literarios intrínsecos, por su interés como símbolo de la cultura de toda una época. A lo largo del siglo XIX, a través de profundos y violentos procesos históricos que se conocen como nacionalismo e imperialismo, las principales regiones de Europa fueron desgarrando la unidad cultural que con tantos esfuerzos se había fraguado durante los mil años anteriores. En un nivel inferior pero de una manera en cierto modo especular, el desarrollo de la sicología a principios del siglo XX llevó a cabo un proceso paralelo sacando a la luz la fragmentación interna del propio ser humano y por lo tanto poniendo en cuestión el concepto mismo de individuo, uno de los puntos de apoyo básicos de la moralidad europea. Incluso la ciencia, por las mismas fechas, al disolver el núcleo del átomo proyectó hacia la infinitud microscópica esa ausencia de unidad, esa fragmentación absoluta de todo lo que se creía sólido.

    En el ámbito de la literatura, todos esos procesos los resume y ejemplifica un solo escritor desconocido de una lengua marginal, el portugués Fernando Pessoa. Pessoa únicamente se atribuyó un libro de poemas menor, Mensagem, pero a él le debemos la lírica de tres de los más importantes poetas europeos del siglo XX, Alberto Caeiro, Álvaro de Campos y Ricardo Reis. Así pues, la importancia de la obra de Pessoa no radica solo en su capacidad para interpretar las principales corrientes literarias de su tiempo, como veremos, sino, sobre todo, en lo que tiene de ejemplificación, a través de su personalidad literaria múltiple, de la disgregación característica de esta parte final de la cultura europea.

    Habría que recordar, primero, que los heterónimos de Pessoa no son seudónimos que el poeta adopta para negar o disfrazar su identidad. De hecho, como ya hemos mencionado, el escritor Fernando Pessoa publicó un poemario con su  propio nombre, su ortónimo, obra que nada tiene que ver con la temática, el estilo o los intereses de ninguno de sus heterónimos. Al margen de cuestiones metafísicas o sicológicas como la “realidad” espiritual de estos poetas alternativos al autor, lo cierto es que la poesía atribuida a cada uno de los heterónimos responde a una individualidad literaria que sería indiscutible de no conocer nosotros con seguridad que todos esos poemas han sido escritos por la misma persona. Pensémoslo así: si algún día apareciera una nueva composición inédita anónima escrita a máquina entre los papeles de Pessoa, los estudiosos de la poesía portuguesa del primer tercio del siglo XX no tendrían ningún problema para atribuírselo a uno u otro de los heterónimos utilizando razones estilísticas mientras que carecerían de argumentos objetivos para demostrar que quien lo escribió realmente fue Fernando Pessoa.

    Aquí, de entre los heterónimos hemos seleccionado a los tres que más y mejor obra poética compusieron y, por cuestiones puramente estéticas, hemos prescindido de ese poeta menor que fue el propio Pessoa. Y hemos planteado el estudio de forma cronológica de acuerdo con las relaciones literarias mantenidas por los tres poetas y las vinculaciones de su lírica con la historia de la literatura europea contemporánea.

    El primero de ellos, y maestro de los demás, fue Alberto Caeiro. Poeta sin estudios, recluido en una finca en el campo, su poesía carece de un vínculo directo con la tradición cultural europea y, sobre todo, con los valores metafísicos que habían formado parte esencial de ella desde la Edad Media. Con su rechazo explícito de esa trascendencia y su apología radical de la sensualidad, Alberto Caeiro supera las corrientes simbolistas que habían triunfado a finales del siglo XIX en Europa pero, al mismo tiempo, podemos vincularlo con otras estéticas renovadoras de la época como el impresionismo pictórico o la poesía pura. Es una poética pre-vanguardista que, negando una unidad conceptual, intelectual, a la existencia, prefigura la disolución de nuestra cultura.

    El siguiente paso lo da el vanguardista Álvaro de Campos, un ingeniero y poeta futurista que vincula sus intereses estéticos al nuevo mundo mecanicista y deshumanizado generado por el progreso tecnológico. En este caso, la falta de profundidad metafísica, de sentido externo, que disuelve incluso la propia personalidad del poeta, es sustituida por la presencia contundente de una realidad nueva, que se basta a sí misma y está por encima de cualquier explicación racional y libre de cualquier dependencia intelectual o sentimental.

    El tercer paso lo encontramos en la vida y la obra de Ricardo Reis, un intelectual de sólida formación clásica que abandona Europa en 1919 como rechazo a la supresión de la monarquía en Portugal, y compone odas clásicas retirado del mundo desde su exilio brasileño. La poesía formalista de Ricardo Reis sin duda tiene un antecedente inmediato en el Parnasianismo francés de mediados del siglo XIX pero en su contexto real, la I Guerra Mundial, la revolución soviética y el inicio de la destrucción de Europa, su referente más inmediato es otro: en torno a 1920, cuando aún estaban apareciendo las últimas vanguardias, se produjo también una reacción contra la aniquilación de los modelos tradicionales europeos de la década anterior. Esta reacción, que por un lado cristalizó en escuelas de tan poco valor creativo como el realismo soviético o la estética fascista, también produjo manifestaciones artísticas de carácter muy renovador como la etapa clasicista de Picasso, las primeras sinfonías de Prokofiev o los poemas de Ricardo Reis de los que estamos hablando. Se trata de una nueva reinterpretación, la última, de los antiguos modelos de la cultura europea en un intento desesperado de algunos de los propios creadores vanguardistas por integrar su renovación artística en un nuevo proceso de desarrollo cultural que pudiera evitar la ruina definitiva de Europa.

    El agravamiento de las tensiones centrífugas en el continente en los años 30 y el estallido de la II Guerra Mundial en 1939 pusieron punto final a este conato de regeneración cultural en Europa. En medio, la muerte de Pessoa y la desaparición de todos sus heterónimos en 1935, puede simbolizar, al menos desde un punto de vista artístico y literario, el final de la hegemonía cultural europea. [E.G.]

 

EDICIONES DIGITALES

TEXTO ORIGINAL:

    ALBERTO CAEIRO: https://pt.wikisource.org/wiki/Autor:Alberto_Caeiro

    ÁLVARO DE CAMPOS: https://www.dominiopublico.gov.br/download/texto/jp000011.pdf

    RICARDO REIS: https://www.dominiopublico.gov.br/download/texto/pe000011.pdf

TRADUCCIÓN INGLESA:

    ÁLVARO DE CAMPOS: TOBACCO SHOP: https://www.shearsman.com/archive/samples/2009/FPcampos2sampler.pdf

TRADUCCIÓN ALEMANA:

TRADUCCIÓN FRANCESA:

TRADUCCIÓN ESPAÑOLA:

    ÁLVARO DE CAMPOS: TABAQUERÍA: https://es.wikisource.org/wiki/Tabaquería