FEDRA: EL PROTOTIPO DE LA TRAGEDIA NEOCLÁSICA

 

    Fedra es una tragedia neoclásica en cinco actos escrita en verso alejandrino por Jean Racine y estrenada con el título de Fedra e Hipólito en 1677 en París. Fue la última tragedia profana de su autor, tras la cual, nombrado historiador oficial por Luis XIV, no escribió ninguna obra de creación literaria durante doce años. Curiosamente, Fedra hubo de competir desde el mismo día del estreno con otra pieza homónima de un tal Nicolas Pradon, en un intento de los enemigos de Racine –el círculo de los Corneille- de arruinar el estreno. Estas rivalidades facciosas dieron pie a una disputa literaria que no pudo evitar, sin embargo, un gran éxito de público y crítica de la obra de Racine.

    Como en ocasiones anteriores, Racine eligió un tema de la mitología griega bien conocido; de hecho, él mismo reconoce su fuente principal en el Prefacio: “He aquí otra tragedia cuyo asunto está tomado de Eurípides”. Este había tratado el tema de los amores incestuosos de Fedra en dos tragedias, Hipólito velado e Hipólito coronado, de las que solo la segunda ha llegado hasta nosotros. En ella, Eurípides se centra en la trágica figura de Hipólito, muerto injustamente a causa de la pasión amorosa de su madrastra, Fedra. También Séneca había escrito una Fedra latina, pero Racine apenas la menciona y, sin embargo, alude a otros textos clásicos no teatrales como Virgilio y, sobre todo, Plutarco. Esto quiere decir que, desde el punto de vista argumental, la materia dramática era bien conocida por la crítica y por los espectadores y el esfuerzo de Racine había de centrarse, por lo tanto, en el tratamiento de los detalles y en la puesta en escena.

    Desde su mismo estreno, la Fedra de Racine ha sido considerada una obra maestra. Se la ha elogiado por la estructura dramática, por la profundidad sicológica de los personajes, sobre todo la protagonista, por la riqueza de la versificación, y en su momento lo fue, incluso, por la interpretación magistral de una célebre actriz –la Champmeslé, amante del autor- en el papel de Fedra. Por lo que a la puesta en escena se refiere, Fedra se ha convertido en el modelo ideal de la tragedia neoclásica francesa. El respeto por lo que se consideraban las reglas del teatro clásico grecorromano es rígido y absoluto y la aplicación del concepto del decoro al comportamiento de los personajes consigue una sutilidad difícilmente superable. La escena, limpia de cualquier excrecencia ornamental que pudiera distraer de la expresión de las pasiones, se convierte en un mero marco formal para el diálogo de los personajes y la declamación de sus monólogos angustiados. Toda la acción dramática, con la única excepción del suicidio de la protagonista –aunque el veneno, en realidad, lo ha tomado fuera de escena- ha de ser narrada por los personajes, los cuales en escena casi ni se rozan los unos a los otros.

    A pesar de esta rigidez formal, los personajes de Racine no son fuerzas abstractas sino seres humanos llenos de sentimientos. Frente a la figura de Hipólito, que era central en la tragedia de Eurípides –Fedra se suicidaba a mitad de la obra-, en la de Racine la esposa enamorada de su hijastro domina toda la tragedia. La reina aparece en escena consumida por su amor adúltero e incestuoso, incapaz de resistir a la concupiscencia y a los remordimientos. Racine trata de que su personaje despierte en el espectador compasión y respeto ya que desde el principio se trata de un personaje desgarrado por la vergüenza. El de Fedra es uno de los caracteres más destacados de las tragedias de Racine ya que es a la vez víctima de sus impulsos y culpable de la desgracia de los demás, pese a que solo aspira a preservar su inocencia. Racine procura disminuir la culpabilidad de la protagonista haciendo que solo confiese su pasión a Hipólito cuando cree que su esposo Teseo está muerto, lo cual mitiga el adulterio. Hipólito, a su vez, es un ser puro, injustamente castigado por rechazar el amor incestuoso de su madrastra. Se comporta heroicamente al no revelar la vergonzosa confesión de Fedra, por amor y respeto filial.

    La dramaturgia de Racine es, igualmente, una literatura fuertemente limitada en el uso de la lengua. Sus personajes solo pueden utilizar los registros más cultos del francés cortesano e, incluso en ese caso, el vocabulario resulta enormemente restrigido ya que el tema amoroso domina toda la obra. La métrica utilizada, que se reduce a los pareados de alejandrinos, contribuye también a ese tono general noble, altisonante y engolado que caracteriza este tipo de teatro. Además, algunos de los versos de Fedra se hicieron muy pronto famosos y consagraron la musicalidad del alejandrino. Por todo ello, Fedra se ha considerado siempre la mejor de las tragedias de Racine y ha venido siendo la más representada.

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    Texto original: https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k5540220r

    Traducción inglesa: https://www.gutenberg.org/files/1977/1977-h/1977-h.htm

    Traducción alemana: https://gutenberg.spiegel.de/buch/phaedra-1937/2

    Traducción castellana: https://www.biblioteca.org.ar/libros/150251.pdf