PROVENZAL: LA LENGUA LITERARIA DE LOS TROVADORES

 

    El concepto literario de “lengua de cultura” puede interpretarse en su acepción más amplia, como lengua de intermediación entre autores de distintas lenguas maternas –el latín de la Edad Media europea, el árabe del Islam actual-, o en una más reducida, como lengua de prestigio literario, es decir, aquella que en un cierto momento se considera más apropiada para la expresión literaria en un determinado contexto. En la historia de la cultura europea encontramos varios ejemplos de “lengua de cultura” en esta acepción menor, sobre todo en el campo de la poesía lírica -el prestigio del portugués en la Castilla del siglo XIII-, y en el de la música clásica -el uso del italiano en los libretos de ópera centroeuropeos del siglo XVIII. La tendencia actual a utilizar el inglés en cualquier país europeo para las letras de las canciones pop sería equivalente a los procesos anteriores. A su vez, el prestigio en su momento de la lengua literaria medieval conocida como “provenzal” tuvo también mucho que ver con todo ello, sobre todo por su vinculación a determinadas composiciones musicales igualmente muy específicas.

    Durante casi doscientos años, a lo largo de toda la Edad Media Central, en el suroeste de Europa, entre los Pirineos y los Alpes se desarrolló un modelo lingüístico y un estilo literario suprarregionales considerados de enorme prestigio por escritores de muy distinta procedencia. El punto de partida de esa “koiné” culta que está en la base de la lírica “provenzal” fue establecido por una serie de poetas-músicos, los trovadores, de la zona que hoy conocemos como Occitania, término que a su vez deriva de la denominación moderna de las variedades lingüísticas allí habladas, la “langue d'oc”. Debido a este proceso histórico, hoy el término “provenzal” es disémico: por un lado remite a esta lengua literaria medieval de la que venimos hablando y, por otro, a la variedad utilizada hasta el día de hoy en una de las regiones históricas, la Provenza, de un territorio lingüístico más amplio, la Occitania. De todos modos, lo que en la historia de la literatura europea medieval conocemos como “lírica provenzal” no se originó propiamente en la Provenza sino en la zona central del dominio occitano, la región del Languedoc, con capital en Toulouse. Eso sí, de inmediato esa lengua literaria de prestigio fue adoptada como propia por escritores procedentes y activos en otras regiones vecinas como Provenza, la Corona de Aragón, el norte de la península itálica e incluso la corte angevina de Ricardo II de Inglaterra.

    Desde un punto de vista puramente lingüístico, el “provenzal” histórico, como “langue d'oc”, es una lengua romance derivada del latín vulgar hablado en las diócesis meridionales de la Gallia Narbonensis y de las Septem Provinciae. Mientras que en su uso literario medieval se observa una gran homogeneidad, en el uso oral pueden distinguirse hasta hoy varios dialectos bien diferenciados. Uno de ellos, el lemosín, de la zona de Limoges, en el Macizo Central, gozó también de gran importancia y, de hecho, más allá de los Pirineos el término “lemosín” solía utilizarse para hacer referencia al “provenzal”. Otras variedades del occitano actual son el gascón, hablado en la Gascuña atlántica, el languedociano de la zona de Toulouse, el provenzal propiamente dicho, de la Provincia romana de Marsella, o el vivaroalpino del Delfinado y el Piamonte italiano. Todas estas variedades supervivientes de la antigua “langue d'oc”, así como la lengua literaria utilizada por los trovadores, se suelen englobar en un único grupo románico denominado occitanorromance, en la que también se incluye el catalán de la Corona de Aragón. Esta rama occitanorromance se considera lingüísticamente independiente tanto de la que reúne a las lenguas derivadas de los dialectos del norte de la Galia, galorromances, como de las del norte de Italia, galoitalianas, y de las del interior de Hispania, iberorromances.

    La gran literatura provenzal de la Edad Media Central fue perdiendo importancia a partir del siglo  XIV  coincidiendo con el auge del dolce stil nuovo italiano, de la lírica culta francesa en el norte y de la catalana en el sur. Así, a mediados del siglo XV apenas puede hablarse ya de una lengua literaria provenzal, aunque, por supuesto, siguieron teniendo vigencia en el habla cotidiana durante siglos los dialectos regionales. A partir del siglo XVI, la conversión del francés, un dialecto galorromance, en la lengua oficial del estado francés, hizo que todas las variedades occitanas fueran perdiendo terreno en la administración, la educación, la literatura y los medios de comunicación.

    El siglo XIX vio la recuperación del prestigio literario de una de estas variedades, el provenzal, de la mano de grandes escritores, sobre todo Frédéric Mistral, que con obras como Mirèio dio a conocer de nuevo la lengua provenzal en toda Europa e incluso se hizo merecedor del Premio Nobel del año 1904. Por supuesto, la lengua literaria de Mistral no era la misma que la de los trovadores tolosanos del siglo XII ya que el proyecto de los nuevos escritores provenzales no era una recuperación arqueológica de una variedad lingüística desaparecida sino la revitalización de una cultura regional moribunda. De todos modos, la relación entre la nueva literatura provenzal y la lírica de los trovadores no es diferente de la que normalmente se establece entre el catalán actual, de origen barcelonés, y la obra de grandes escritores del siglo XV como Ausias March, que escribían en valenciano, o entre las obras de Chaucer, escritas en inglés medio, y las del norteamericano Mark Twain.

    Desde el año 2003 la variedad occitana del provenzal está reconocida oficialmente como lengua regional por el Consejo de Provenza-Alpes Marítimos-Costa Azul. Aunque se calcula que cuenta con unos 200.000 usuarios, se trata de un idioma considerado en grave peligro de extinción. Por su parte, el aranés, un idioma también occitano, es una de las lenguas oficiales de Cataluña, y en el norte de Italia el vivaroalpino de los “valles occitanos” es reconocido en los ayuntamientos que lo solicitan y se enseña en sus escuelas. [E. G.]