ANGLOSAJÓN: LA LENGUA PERDIDA DEL BEOWULF

 

    El término lingüístico “anglosajón” ha sido utilizado durante mucho tiempo para designar de forma colectiva una serie de dialectos propios de algunos de los reinos altomedievales de Gran Bretaña a lo largo de un amplio espacio de tiempo que va desde el asentamiento de tribus germánicas en la isla durante el siglo V hasta la “rebritanización” del reino normando de Inglaterra, bastante después de la conquista del siglo XI. Como se suele considerar que estas formas lingüísticas constituyen un estadio inicial de la lengua inglesa, en la actualidad se tiende a sustituir el término “anglosajón” por el de “inglés antiguo”, denominación a nuestro entender distorsionadora, por lo que seguiremos utilizando la terminología clásica establecida desde el siglo XIX: Ænglisc, es decir, anglosajón.

    El dato más relevante de la definición anterior es que el periodo de tiempo al que se alude es inmenso, unos 700 años, similar, por ejemplo, al desarrollo histórico del inglés desde Chaucer hasta la actualidad. Esto significa que las lenguas, dialectos o hablas tribales que las tribus germánicas continentales llevaron consigo a Gran Bretaña en el siglo V pasaron por un largo periodo histórico durante el que se vieron sometidos a complejos procesos lingüísticos que fueron desde el contacto con el latín vulgar del Bajo Imperio, la convivencia y conflicto con las lenguas célticas preexistentes, la relación entre las propias variantes usadas por los colonizadores germánicos, el prestigio de una lengua de cultura, el latín, omnipresente tras la conversión al cristianismo, y, a partir del siglo IX, la gran influencia de las lenguas nórdicas de los vikingos, estrechamente emparentadas, hasta, finalmente, el éxito como lengua de prestigio en el ámbito político e institucional del romance anglonormando en el siglo XI. Sintetizar todos estos procesos y todo este inmenso periodo de tiempo en un único término lingüístico solo se justifica por la escasez de testimonios llegados hasta nosotros y por la imposibilidad de comprobar de forma empírica la relevancia de cada una de estas etapas, y pretender que se trata de un registro lingüístico mínimamente unitario y bien asentado en la estructura evolutiva de la lengua inglesa solo puede entenderse por la voluntad del lingüista o del historiador de dotar al inglés de unos ancestros adecuados a su notoriedad actual.

    En el caso concreto de la lengua del Beowulf, el estudio lingüístico resulta especialmente complejo ya que se desconoce tanto la fecha siquiera aproximada de su composición como su propio lugar de origen. Además, al tratarse del testimonio literario más antiguo y prestigioso del “inglés”, en la actualidad pesa sobre él una especial significación como la primera obra de arte literaria de Inglaterra. Por eso, antes que nada, conviene recordar que no hay ni una sola referencia al Beowulf en ningún otro texto latino, anglonormando o inglés al menos en los 300 años siguientes a las fechas más modernas de redacción del poema o, si se aceptan las más tempranas, en los 500 años –¡medio milenio!- posteriores. Dicho de otra manera, el Beowulf y, en buena medida, casi toda la literatura anglosajona carece de conexión con la Inglaterra bajomedieval. Y, de hecho, difícilmente podría ser de otra manera cuando uno de los pocos datos que se tienen por seguros es que ningún inglés del siglo XIV estaba en condiciones no ya de leer sino ni siquiera de entender de forma oral la lengua en la que está escrito el Beowulf, y no digamos ya el tema del que trata, tan vinculado a la Inglaterra de los Plantagenet como el Digenís Akritas bizantino. En otras palabras, los siglos XI a XIII suponen una fractura brutal en la historia política, social y lingüística de Gran Bretaña que conviene subrayar en cualquier reflexión histórica sobre la cultura del periodo, sobre todo porque las reconstrucciones nacionalistas llevadas a cabo en Inglaterra no ya en el siglo XIX sino incluso en el propio siglo XIV, tendieron a minimizarla.

    Enfocada desde esta perspectiva, que independiza al anglosajón y a su literatura de la evolución posterior de la literatura y de la lengua inglesas, el acercamiento a una epopeya germánica como el Beowulf resulta más inteligible.

    El punto de partida lingüístico de los dialectos anglosajones se halla en el entorno de la península de Jutlandia hacia el siglo VI. Normalmente se incluye el “antiguo inglés” en una rama de lenguas anglofrisias pero en la actualidad a ese grupo lingüístico se lo denomina, de una forma más amplia, lenguas ingueónicas o Germánico del Mar del Norte y a él pertenecerían el Antiguo frisio, el Anglosajón (Antiguo Inglés) y el Sajón Antiguo, situados todos en el entorno del Mar del Norte y las islas frisias, así como en la península de Jutlandia y en las islas danesas. Esta procedencia resulta especialmente interesante en relación con el Beowulf puesto que la localización geográfica del poema está muy vinculada también a Jutlandia y el argumento gira en torno a personajes relacionados con la casa real danesa. Resulta imprescindible, por lo tanto, insistir en las relaciones genéticas de la lengua con ese contexto no-británico, bien por su vinculación directa con la propia invasión germánica –aunque en el texto no hay nada al respecto-, bien por su relación con la inclusión de buena parte de Gran Bretaña entre los dominios daneses en el siglo IX.

    Desde el punto de vista gramatical los dialectos anglosajones son, también, similares a los continentales: como el resto de la rama germánica occidental mantienen durante la época altomedieval la declinación en cinco casos (nominativo, acusativo, genitivo, dativo e instrumental), el número dual y la diferencia genérica en los sustantivos asexuados. En cuanto al sistema gráfico, se escribía inicialmente en Gran Bretaña como en Escandinavia con un sistema de runas, llamado futhorc anglosajón, que a partir del siglo IX fue siendo sustituido por el alfabeto latino, aunque se mantuvieron algunas de las runas antiguas para transcribir sonidos germánicos que no tenían correspondencia, como la runa þ para transcribir el sonido “th”.

    La clasificación tradicional del anglosajón como una lengua altomedieval unificada conllevó el establecimiento de cuatro dialectos relacionados, a su vez, con la evolución política de los diferentes reinos de la Heptarquía: mercio y northumbrio (dialectos ánglicos), kéntico (reino juto) y sajón occidental (en el reino sajón de Wessex). Aunque el texto más antiguo parece ser el Himno de Caedmon, northumbrio, del siglo VII, el sajón occidental fue la variedad que tuvo un desarrollo literario más importante y la única que se vinculó a un centro de poder político y cultural de relevancia, la corte de Alfredo el Grande en Wessex en el siglo IX. Este proceso es fundamental para el conocimiento de la literatura anglosajona porque la mayor parte de la que conservamos fue puesta por escrito en Wessex y hace uso, por lo tanto, de los rasgos típicos del sajón occidental.

    Con todo, la evolución posterior de la lengua inglesa, tras la conquista normanda, no va a tener como referencia este modelo culto y relativamente unificado y, por lo tanto, más que una etapa primigenia del inglés actual, es decir, más que “inglés antiguo”, el anglosajón del Beowulf debe ser considerado la etapa final de la evolución de uno de los dialectos inguevónicos en Gran Bretaña, en concreto el sajón occidental. Dicho de otra manera: si lo trasladamos a un contexto románico hispánico, más que una lengua similar al latín arcaico (Livio Andrónico) o al castellano antiguo (Poema de Mio Cid) el sajón occidental –la lengua del Beowulf- debe entenderse como una especie de dialecto mozárabe, la manifestación escrita de una lengua con una ascendencia lingüística clara pero sin evolución posterior. [E. G.]