LA ESTRUCTURA POLÍTICA EUROPEA DE LA ALTA EDAD MEDIA

(II) EL PAPA Y EL REY: LA MULTIPLICACIÓN DE LOS REINOS

 

    Hacia el año 850 la estructura política ideal, teórica, de Europa se basaba en la existencia de un imperio único, vinculado a un poder eclesiástico también único, el patriarca de Roma, el Papa. Se trataba, por lo tanto, de replicar –de forma muy imperfecta, por supuesto- la estructura bimembre Emperador/Patriarca de Constantinopla que había sobrevivido en Oriente. Pero, al mismo tiempo, la teoría jurídica occidental, y sobre todo la situación real en Centroeuropa, incluía la formación de grandes reinos en Francia, Provenza, Lombardía o Baviera, solo teóricamente dependientes del predominio imperial. El desarrollo político futuro de Europa se explica en buena medida por la inestabilidad, falta de realismo y tendencia a la disgregación de este punto de partida.

    A partir del año 900, la expansión cultural de Europa se atuvo a tres modelos diferentes. Por un lado, el Imperio desarrolló durante los siglos X y XI una progresión continental hacia el Este que le llevó a incorporar grandes territorios más allá del Weser y le puso en contacto con diversos pueblos, no germanos, en la cuenca del Danubio y en las llanuras del Elba. Por otro, la Iglesia de Roma llevó a cabo por esas mismas fechas una exitosa labor de conversión al cristianismo entre los pueblos paganos, sobre todo entre los germanos de Escandinavia y entre los eslavos de Centroeuropa. Por último, en el Mediterráneo comenzó un largo proceso de expansión hacia el Sur, que acabaría integrando en Europa extensos territorios recientemente islamizados.

    Por lo que al Imperio respecta, su interacción inicial con los pueblo eslavos y con los húngaros responde al modelo preestablecido por Carlomagno. Tomemos el ejemplo de los moravos. Aunque la Gran Moravia había contado con varios reyes independientes después del bautismo de Borivoj I, las victorias de Otón I a mediados del siglo X convierte a Bohemia en un ducado dentro del Imperio; incluso cuando en 1212 Bohemia se convierta en reino, seguirá siendo un reino vasallo. Esta dependencia se corresponde con una situación equivalente en el plano religioso. Las nuevas diócesis escandinavas como la de Aarhus (c. 900) o la de Nidaros (1068), y eslavas, como la Praga (973), son fundadas por el clero germano y gobernadas desde el Imperio, desde el arzobispado de Bremen los escandinavos y desde Magdeburgo los checos. Por eso va ser trascendental la diferente postura adoptada por el Papado en los territorios que se convierten al cristianismo en los márgenes del Imperio, más allá del Oder y en el Danubio central. La conversión de polacos y húngaros, controlada desde el principio desde las respectivas cortes reales por sus propios monarcas, que se bautizaban y hacían bautizar a sus súbditos, supone un cambio cualitativo en el proceso de organización territorial y administrativa europea. En ambos casos se trataba de entidades políticas preexistentes que, mediante la conversión, 966 en Polonia y 985 en Hungría, consiguieron una mayor estabilidad interior y la plena integración en un ámbito cultural mucho más amplio. Y en ambos casos, la independencia frente al Imperio fue pareja con una independencia eclesiástica mediante la creación de arzobispados “nacionales” en Gniezno (1000) y Ezstergom (1001). La imagen del rey, gobernante máximo en sus dominios, apoyado por una fuerte estructura religiosa propia ligada a un centro lejano, difuso, prestigioso pero poco injerente, se benefició, además, de la idea de legitimidad religiosa, continuidad dinástica y representación étnica que se asociaba a los “reyes” en Europa desde el final de la época romana.

    Del éxito de este proceso da cuenta su repetición en todos los estados escandinavos, con la creación de las archidiócesis de Lund (1104), Nidaros (1152) y Uppsala (1164). Así, los reyes daneses, noruegos y suecos, como los polacos y húngaros, encontraron en la poco exigente vinculación con Roma un poderoso sostén frente a las ansias expansionistas del Imperio mientras que el Papado multiplicaba su prestigio como cabeza de la Iglesia y establecía vínculos directos con múltiples estados que, a su vez, marcaban los límites definitivos de la expansión del Imperio. Por último, desde el punto de vista institucional, el Papado consagraba la existencia de poderes políticos de máxima instancia diferentes del imperial, al mismo tiempo que mantenía su propia posición única como cabeza de toda la Cristiandad occidental.

    Finalmente, por esas mismas fechas aparecieron otros estados europeos como resultado de una gran expansión territorial frente al Islam en el Mediterráneo a partir del siglo XI. El caso principal se produjo en la península ibérica donde llegaron a convivir hasta cinco coronas diferentes, tres de ellas de nueva creación: Portugal, Castilla y Aragón. Si bien se puede considerar que el origen de Castilla como reino tiene que ver con las normas de reparto de la herencia entre los gobernantes navarros –similar, por lo tanto, al de los reinos carolingios-, la creación de Portugal y de Aragón se halla ligada a un proceso muy diferente: la expansión territorial frente al Islam. El caso de Aragón es el más claro y significativo: gobernante de lo que había sido un simple condado navarro, Sancho Ramírez peregrina a Roma en 1068 para rendir vasallaje al Papa a cambio de la confirmación de su título real, consolidando de este modo el poder heredado de su padre Ramiro, un hijo natural del rey de Navarra cuyo derecho al trono resultaba hasta entonces discutible. El caso portugués, más tardío, surge tras la victoria del conde Alfonso Enríquez en Ourique sobre los almovávides en 1139, momento en el que su propio ejército lo proclamó rey, hecho que acaso haya que relacionar, sobre todo, con los acontecimientos históricos a los que vamos a referirnos más adelante. De todos modos, tanto en Aragón como en Portugal, la intervención de la Santa Sede se corresponde con un interés por parte de los gobernantes locales por desvincularse de los poderes políticos de los que dependen, Navarra y León, respectivamente. Y en ambos casos, también, el proceso coincide con un movimiento expansionista frente al Islam de nueva factura. La situación de Aragón, en este sentido, es de nuevo especialmente significativa porque tiene que ver con el primer movimiento cruzado conocido, la cruzada de Barbastro predicada por Alejandro II en 1063, y nos pone en relación, por lo tanto, con el proceso de expansión territorial más amplio y llamativo de toda la Edad Media europea, las cruzadas a Oriente.

    La primera cruzada ocupó Jerusalén en el año 1099. Su jefe, Godofredo de Bouillon se negó a recibir la corona real por motivos espirituales, pero al año siguiente su hermano Balduino no tuvo tantos reparos y fue coronado en Belén por el legado papal como cabeza de un reino creado directamente por la intervención de Roma, Jerusalén. Igualmente, en Sicilia, donde los jefes de la casa normanda de Hauteville habían recibido cincuenta años antes el título condal por haber expulsado a los musulmanes, en 1130 se convierta en reyes por nombramiento papal.

    De este modo, en apenas cincuenta años aparecen cuatro nuevos reinos en el sur de Europa  -Aragón, Jerusalén, Sicilia y Portugal-, todos ellos vinculados a la actividad política del Papado y todos ellos en zonas de expansión militar frente al Islam. [E. G.]