1970: ALEXÁNDER SHOLZHENITSYN - ARCHIPIÉLAGO GULAG
A mis padres, que pusieron los primeros libros en mis manos.
I: ALEXANDER SOLZHENITSYN
Alexandr Solzhenitsyn nació en el seno de una pudiente familia cosaca del Cáucaso a finales del año 1918, en plena guerra civil rusa tras el triunfo de la revolución bolchevique. Huérfano de padre desde niño, se crio con la familia de su madre en Rostov del Don, en cuya universidad estudió Matemáticas y Física. Durante su juventud, a la vez que aprendía por sí mismo lenguas y literatura, se acercó a la ideología comunista imperante en la URSS, de la que muy pronto renegaría.
Durante la II Guerra mundial, sirvió en la artillería del Ejército Rojo y llegó a participar en la Batalla de Kursk, pero fue detenido a principios de 1945, debido a unas cartas en las que criticaba a Stalin, y condenado a ocho años de trabajos forzados y destierro indefinido. Tras permanecer detenido un tiempo en la prisión de la Lubianka en Moscú, pasó los primeros años de su reclusión en varios campos del Gulag hasta que fue a parar a un centro de investigación científica, que le inspiró su novela El primer círculo. Todo el proceso de detención, interrogatorios, juicio y deportación pasó a formar parte, años después, de los capítulos iniciales de su obra más famosa, Archipiélago Gulag.
En 1950 fue trasladado a otro campo de concentración, en Kazajstán, donde se gestó su primera novela, Un día en la vida de Iván Denísovich, que solo pudo ser publicada en 1962 con una autorización especial del nuevo secretario del PCUS, Nikita Jruschov, tras la muerte de Stalin. En esa década de los años 50, mientras trabajaba en el presidio como minero, Solzhenitsyn enfermó de cáncer y hubo de ser tratado y operado en el propio campo, proceso que formará parte después de su novela, El pabellón del cáncer. Aunque había terminado su condena principal en 1953, siguió desterrado en Asia Central hasta 1956. Entonces se trasladó a Riazán como profesor y allí comenzó a escribir pero los problemas surgidos tras la publicación de Un día en la vida… hizo que la KGB le confiscara todos sus papeles y él se viera obligado a escribir en secreto y publicar sus novelas en el extranjero. De hecho, la enorme repercusión de esa primera novela dentro y fuera de la URSS hizo que se le negara el Premio Lenin y que llegara a ser prohibida, de manera que solo pudo ser distribuida de forma ilegal. Por todo ello, en 1969 fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos. Sin embargo, al año siguiente recibió el Premio Nobel, que no llegó a ir a recoger a Suecia por miedo a que no se le permitiera regresar a su país.
En 1973 se publicó la primera parte de Archipiélago Gulag en ruso en París. Antes, una copia secreta del manuscrito había caído en manos de la KGB y su portadora, secretaria del autor, se había ahorcado tras haber sido torturada, lo cual hizo que Solzhenitsyn se decidiera a dar a conocer su obra magna, en la que llevaba trabajando más de una década, pese a saber que sería represaliado por ello. En efecto, la obra fue muy criticada en la prensa soviética y él, detenido, acusado de traición, expulsado de la URSS y privado de la ciudadanía soviética. Esa primera parte de la obra tuvo continuación en 1975 y 1978, y hoy en día sigue siendo el más amplio e influyente testimonio de la represión institucional del régimen soviético.
En 1975 Solzhenitsyn se instaló en los EE.UU., donde siguió publicando, sobre todo literatura ensayística y el proyecto narrativo más importante de su carrera literaria, la tetralogía La rueda roja, un conjunto de novelas históricas -en principio iban a ser muchas más de las cuatro que llegó a escribir- sobre el final del zarismo y el ascenso del comunismo. Volvió a Rusia en 1994, después de la caída del Muro y la disolución de la URSS, y recuperó la ciudadanía rusa, siendo recibido como un héroe. Sus últimos trabajos tratan sobre el desarrollo futuro de Rusia alejada del mundo occidental, al que el autor creía en plena decadencia. Hasta su muerte en 2008, Solzhenitsyn siguió siendo considerado un referente político y moral para buena parte de los rusos.
II: ARCHIPIÉLAGO GULAG
En mi casa, de joven, había unos cuantos libros, no muchos. Alguno, barato, de la colección Reno, con novelas de fama anacrónica en España, Frank Yerby, Pearl S. Buck y Viki Baum, recuerdo, y alguna hazaña bélica de Sven Hassel. Y junto a ellos, Archipiélago Gulag, de Alexandr Solzhenitsyn, encuadernado en tapa dura, con doble sobrecubierta. Todo un señor libro, el único de su especie. Cuatro décadas después, vuelvo a tener en mis manos aquel ejemplar, que no llegué a leer hasta mucho después, y es la primera edición en castellano, de 1974, solo un año posterior al original ruso de París. Nunca me había fijado en estos detalles, ni siquiera cuando tras hacerlo con Un día en la vida de Iván Denisovich, me animé a leer el viejo libro de mis padres. Por eso ahora, cuando vuelvo a repasar estas páginas del tomo I -el único que compraron y he leído- lo que más me interesa y hasta me inquieta es por qué, de entre todos los libros posibles, el único que ocupaba un lugar de honor en la mínima biblioteca de un atareado campesino de un ignoto pueblo aragonés en los años 70 era este complejo y plúmbeo ensayo sobre la represión soviética, como si mi padre hubiera sido un ávido lector de las novedades editoriales de la época o un furibundo anticomunista del tardofranquismo. Adelanto todos estos detalles personales, que, por supuesto, nada tienen que ver con Solzhenitsyn ni con su obra, porque, a casi medio siglo de distancia, siento que la respuesta a mi extrañeza está en la base del propio hecho de que el autor recibiera el Premio Nobel.
Para cuando en 1970 Solzhenitsyn recibe el galardón, había publicado ya toda la obra narrativa que le ha dado prestigio: Un día en la vida… (1962), El primer círculo (1968), El pabellón del cáncer (1968)… pero también había sido expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos (1969), la KGB le había confiscado sus manuscritos y él se había visto obligado a publicar sus últimas novelas en Occidente para sortear a la censura. En 1970 Solzhenitsyn era, por lo tanto, un famoso novelista soviético pero era, sobre todo, uno de los principales intelectuales disidentes del régimen.
Hay que recordar también que a Solzhenitsyn no se le dio el Premio Nobel por haber publicado Archipiélago Gulag, que no apareció hasta 1973, sino para posibilitar que lo publicara. La obra ya estaba escrita hacia 1968 y más de una copia había salido en secreto de la URSS. Se conocía, por lo tanto, la importancia que podía tener la publicación de la obra del disidente soviético en el contexto de la Guerra Fría y la concesión del Nobel debe entenderse, en ese ambiente, como un respaldo de la Academia Sueca a un escritor que se jugaba la vida frente al régimen. El Nobel fue para el escritor una especie de salvaguarda internacional pues, como dijo el propio Andrei Kirilenko, miembro del Politburó de la URSS: “Cada vez que hablamos de Solzhenitsyn como enemigo de la Unión Soviética resulta que coincide algún importante evento internacional y posponemos la decisión”. Este contexto de Guerra Fría explica también que, tras su exilio, Solzhenitsyn perdiera su relevancia internacional y el resto de su obra literaria, entre la que se cuenta La rueda roja, su proyecto narrativo más importante, apenas haya tenido ya eco fuera de Rusia.
Archipiélago Gulag es, como bien anota su subtítulo, un ensayo, un ”ensayo de investigación literaria”. Se trata, por lo tanto, de un acercamiento personal a un tema sobre el que se realiza, también, una investigación. Sin embargo, esa investigación no es histórica sino “literaria” y el propio título lo manifiesta: para definir el contenido de su libro el autor recurre a una metáfora, cuyo desarrollo va a prolongarse a lo largo de todo el libro. Desde una perspectiva historicista la obra magna de Solzhenitsyn muestra graves problemas de metodología por la parcialidad de las fuentes, la falta de rigor de la documentación, la ausencia de enfoque crítico… Pero es que Solzhenitsyn no es un historiador y manipula sus materiales como el novelista que es: trata de crear interés por la acción y por sus personajes, busca el impacto en el lector a través de los datos y de sus palabras, juega con la ironía, con los sobreentendidos, con la connivencia del lector… Pero tampoco quería ni podía escribir una obra de ficción. Sholzhenitsyn tenía que sacar a la luz una verdad por la que él se estaba jugando la vida y tras la que había cientos de personas, muchas de ellas muy queridas por él, que habían padecido un inmenso sufrimiento y a las que debía reivindicar. Esa profunda contradicción hace que hoy en día Archipiélago Gulag no se vea ya como una gran creación literaria y, si hubiéramos de releer a Solzhenitsyn volveríamos a la mucho más esencial peripecia de Iván Denísovich, donde la literatura, a su manera mágica e inefable, da mejor cuenta de la terrible realidad del Gulag.
De todos modos, la presencia de esta obra en la pobre balda donde se exhibían los escasos libros de mis padres, muestra mejor que ningún otro dato la inmensa proyección que tuvo, y haría sentirse orgulloso al autor de haber sido capaz de dar a conocer tan lejos de la URSS los inmensos sufrimientos que él y tantos como él padecieron bajo la dictadura soviética. [E. G.]


