EUROPA NOBEL (1963)

YORGOS SEFERIS: MITHISTÓRIMA

 

I: YORGOS SEFERIS

     Yorgos Seferiadis nació en el año 1900 en Esmirna, en la Jonia griega, hoy Turquía, donde vivió hasta 1914. Su padre era profesor de Derecho en Atenas y colaborador de Eleuterios Venizélos, el más importante político griego de la época. De 1918 a 1924 la familia se traslada a Paris, donde aumenta su interés por la cultura y la literatura francesa. De hecho, publica su primer poema en 1920 a la manera de Paul Valéry. Por entonces, coincidiendo con el final de la guerra greco-turca, que supuso la expulsión definitiva de todos los griegos de Asia Menor y un gran trauma para Seferis, este, tras licenciarse como abogado en París, ingresa en la carrera diplomática.

    Se da a conocer como Yorgos Seferis en 1931, y ese mismo año es destinado a Londres, hasta 1934. Allí descubre la obra de T. S. Eliot, con el que se identifica y del que traducirá La tierra baldía. Comienza su etapa de madurez con Mithistórima, publicada en 1935, en la que crea el tema de la propia Grecia como un mito colectivo. Ya en Atenas, colabora con la revista Nuevas Letras, junto al joven Odysseas Elytis, y forma parte de la gran renovación de la literatura griega de los años 30.

    Durante la dictura de Ioannis Metaxas, a partir del 36 y tras ser vicecónsul en una ciudad de Albania, Seferis regresa a Grecia como encargado de tratar con la prensa extranjera. Se niega a comprometerse con la situación política pero tras los Acuerdos de Múnich y la firma del armisticio francoalemán en 1940 es consciente de la ruina moral, política y social de Europa. Italia y Alemania invaden Grecia en 1941, año en que Seferis se casa y huye con su mujer a Creta y El Cairo junto al gobierno griego libre. En 1944 regresa a Atenas pero comienza la guerra civil y el poeta decide consagrarse a la poesía. Sin embargo en 1945 es nombrado director del gabinete del regente, con grandes responsabilidades políticas. Cuando acaba la regencia, se retira a la isla de Poros y compone Κίχλη, una de sus obras más importantes. Luego es enviado a Ankara, Londres, Oriente Medio, Chipe, controlada por los ingleses, y ante la ONU, donde intenta que esa isla se reincorpore a Grecia. En el 57 es nombrado embajador de Grecia en Londres, su último destino, y allí es nombrado doctor honoris causa por la universidad de Cambridge.

    Jubilado en 1862, regresa a Atenas para consagrarse a su obra literaria y comienza a recibir homenajes, el más importante de los cuales, el Nobel, es de 1963. Tras el golpe de estado de los coroneles, en 1967, decide dejar de publicar en protesta por la censura y, de hecho, su último poema está escrito contra la junta militar, poco antes de morir en 1971.

    En poesía Séféris figura como precursor de la lírica neo-helénica, de la que supo renovar la inspiración, la sensibilidad y las ideas. En cuanto a su forma de expresión literaria, siguió el camino trazado por la mayoría de los poetas griegos modernos, haciendo del griego demótico una lengua accesible y simple en cuanto a sus medios de expresión, sin renunciar a la profundidad del pensamiento. Utiliza frases cortas y concisas y un vocabulario propio de la literatura popular y del habla cotidiana. En sus versos predominan las impresiones sensoriales y las imágenes expresivas, con una gran fuerza de evocación.

    En sus inicios, Séféris fue influido por la poesía pura de Valéry y luego por la de Kavafis y Eliot. Utilizó varios métodos de distanciamiento como la utilización del “tú” y del “nosotros” o la identificación con personajes de la Antigüedad. Trató de combinar sus propias experiencias con la Historia y el mito, para mostrar la permanencia de lo humano a través de los siglos, dando prioridad a los mitos de la antigüedad griega. En sus ensayos realiza un análisis de los componentes del helenismo y una profunda reflexión sobre la relación entre Grecia y Occidente.

 

II: MITHISTÓRIMA

    Para los grandes escritores griegos contemporáneos ha tenido que resultar muy difícil establecer una digna relación vital y creativa con la gran Grecia de la Antigüedad. Igual que en el famoso poema de Vitalis sucede con Roma, es inevitable que a cualquier intelectual griego del siglo XX, a poca lucidez que tuviera, le resultara imposible encontrar a Grecia en la Grecia que a ellos les había tocado vivir. Kavafis, desde su Alejandría natal, acertó al identificarse con esa otra Grecia, en cierto modo inesperada y alternativa, del helenismo tardío y de Bizancio. Pero a los escritores más modernos como Seferis, ni siquiera eso les resultaba posible, pues incluso la Grecia asiática de sus orígenes les había sido arrebatada, dejándoles como patria solo el rocoso reducto de los Balcanes, tan poca cosa para un pasado tan grande.

    Por eso Seferis en 1935 reconstruye para este primer libro importante de su carrera poética otra Grecia mítica con la que identificarse, la Grecia marina. Solo el mar muestra la amplitud necesaria para los sueños de todo un pueblo. Solo el mar sigue aún a su alcance, puede ofrecer todavía a Grecia esa “leyenda” -una de las traducciones posibles para el título griego del poemario- en la que reencontrarse con el pasado más excelso de su Historia. El mar de Seferis es el “vinoso ponto” de la Iliada y de la Odisea, por supuesto, y, de hecho, los 24 poemas que componen el libro parecen remitir, a través de ese número tan significativo, a los grandes poemas homéricos. Pero también es el mar de los “nostoi”, como el de Agamenón, o de las grandes tragedias clásicas de Esquilo, o el de los Argonautas que sellaron las Simplégades. El pasado glorioso de Grecia, aunque desposeída hoy de la Jonia y de Bizancio, de Antioquía, Cirene o Alejandría, incluso de Chipre, Macedonia e Iliria, sigue siendo inmenso en las aguas que desde siempre han surcado los navíos que comunican esas costas, nunca más griegas. El mar sigue siendo el sueño de una posibilidad de futuro, más aceptable y más digna que el oscuro presente de una patria humillada ante Turquía y madrastra, ella misma, de los griegos errantes que, como el propio poeta, esperaban encontrar en el Ática y el Peloponeso un refugio tras el naufragio y solo recibieron hostilidad y rechazo.

    La poesía de Seferis, en este primer libro relevante suyo, trata de forjar un punto de partida común para un futuro como sociedad. Como es lógico, Grecia no puede renunciar a su pasado; nadie rechazaría un tesoro al que se tiene derecho por herencia. Pero ese pasado no puede construirse sobre una nube fantasmagórica, dándose de cabezazos contra la realidad. Seferis propone a sus compatriotas un horizonte mítico que pueda ser querido, accesible y compartido: la Grecia del mar.

    Seferis elabora ese ámbito poético sin apenas referencia directas que se puedan impugnar. No hay presencias -islas, ciudades, generales, guerras...- que puedan suscitar discusión, reproches o acusaciones de olvido. Las playas, los navíos, las islas y las costas de las que están llenos los versos de Mithistórima remiten a un territorio conocido que, sin embargo, carece de nombre, una Grecia ideal, literaria, mítica, una Grecia donde cabe toda la historia de su país pero también su presente y un atisbo del futuro. Pero, al contrario de tanta otra poesía nacionalista de la época -Mensagem, de Pessoa (1934), sin ir más lejos- no es una patria gloriosa ni glorificada. Es una historia de viajes largos y duros y de naufragios. De remos rotos y tumbas en la arena. A Seferis no le interesa la victoria de Salamina sino los marinos de Ulises caídos entre asfódelos. De este modo, la “leyenda” de Grecia se convierte en la narración de un gran esfuerzo colectivo con el que se está en deuda, pero sobre el que se puede construir una gran esperanza. Con las ruinas de esta Grecia que no es Grecia, tal vez pueda levantarse todavía algo que se parezca a la verdadera Grecia y sea digno de ella. [E. G.]