1916: V. von HEIDENSTAM - SAN JORGE Y EL DRAGÓN

 
 I: VERNER VON HEIDENSTAM
 

    El sueco Verner von Heidenstam fue hijo único de un rico ingeniero, miembro de una familia de la nobleza. Nació en la casona familiar, en 1859, aunque buena parte de su infancia la pasó en Estocolmo, con problemas de aprendizaje debidos a su dislexia. Ya en su juventud realizó largos viajes por el Mediterráneo en una etapa de su vida en la que deseaba ser pintor, al mismo tiempo que empezaba a escribir.

    Ya casado, se instala en Roma para comenzar su carrera pictórica pero hacia 1882 decide consagrarse a la literatura, por lo que opta por trasladarse a Suiza, desde donde viaja por Francia e Italia. Por entonces, von Heidenstam conoce a su famoso compatriota el dramaturgo August Strindberg, que también residía en Suiza, y entabla con él una amistad que va a durar varios años, aunque a la larga acabarán distanciándose por sus muy diferentes sus concepciones ideológicas. En 1887, el poeta y su mujer regresan a Suecia donde se publica su primera colección de poemas, Años de peregrinaje y vagabundeo, con bastante éxito. En él Heidenstam rechaza el naturalismo y canta el amor y el deseo de felicidad.

    Su primera novela corta, Endymion, situada en Oriente Medio, es de 1889, año en el que publica también su manifiesto Renacimiento en contra del Naturalismo. Al año siguiente trabaja en su libro Hans Alienus, escrito en una mezcla de verso y prosa, que no tuvo éxito. No será hasta 1896 cuando von Heidenstam, que ha seguido las huellas del rey sueco Carlos XII por Rusia y Turquía, escriba una gran novela histórica en dos tomos consagrada a ese monarca. La obra, titulada Los Carolinos (Karolinerna), tuvo un éxito inmenso en Suecia, llegando a ser lectura obligatoria en las escuelas, y convirtió a von Heidenstam en la cabeza visible del movimiento Fin de Siglo en su país. Debido a este éxito, Heidenstam continúa escribiendo novelas históricas como El peregrinaje de Santa Brígida, Folke Filbyter o La herencia de los Bjälbo. También publicó un libro para escolares sobre la historia de Suecia y su último poemario, Nuevos poemas, en 1915.

    Verner von Heidenstam tuvo una vida amorosa y familiar larga y compleja. Se casó tres veces, además de mantener relaciones con varias amantes, con una de las cuales tuvo un hijo. Con su tercera y última mujer en concreto, Greta Sjöberg, comienza la relación en 1902, cuando ella solo tiene 16 años y él más de 40. Se casan al año siguiente pero en 1916 se divorcian. Todavía mantendrá relaciones con otra mujer pero sin llegar ya a casarse con ella. Todas ellas van a estar en el origen de muchos de sus poemas de amor.

    Heidenstam fue considerado ya en su época un escritor conservador, opuesto durante su madurez sobre todo al mucho más progresista Strindberg, de quien antes había sido discípulo y admirador. Desde su segundo poemario de 1895 se muestra muy nacionalista pero también participa en la fundación de un partido liberal, desde el que el autor se posicionó a favor del sufragio universal y en contra de las desigualdades sociales, que consideraba un freno para la unidad del país. Con el paso del tiempo, poco a poco Heidenstam fue convirtiéndose en uno de los portavoces de las clases conservadoras y de la monarquía sueca e incluso se mostró partidario de la guerra contra Rusia. Por ello, durante la I Guerra Mundial tomó partido por Alemania contra el bolchevismo, postura que seguirá manteniendo durante los años 20, cuando ya se había convertido en uno de los intelectuales de más prestigio de su país. En esta última etapa de su vida llega a manifestar ideas antisemitas y a proclamar su admiración por Mussolini. Ya en los años 30, en la Alemania nazi es nombrado doctor honoris causa por la universidad de Heidelberg y él mismo llegó a recibir, incluso, la visita del jerarca nazi Rudolf Hess en 1935. Para entonces, a principios de los años 30 von Heidenstam había comenzado a mostrar signos de demencia y a sufrir alucinaciones, que le llevaron a la muerte finalmente en 1940.

 

II: SAN JORGE Y EL DRAGÓN

    El de von Heidenstam parece ser el caso de uno de esos suecos, y escandinavos en general, que recibieron el Premio Nobel de Literatura en las dos primeras décadas del siglo XX más por su lugar de nacimiento que por su relevancia creadora. Cien años después, este autor, como otros similares, es desconocido fuera de su país, e incluso dentro de él, su reconocimiento literario es muy limitado. Si hoy von Heidenstam sigue siendo tenido en cuenta en la historia de la literatura sueca es, sobre todo, por las novelas históricas que dedicó a la época de Carlos XII y la derrota de Poltava. En esas narraciones el autor, al parecer, supo tocar la fibra más nacionalista de su país y sus obras han sido durante décadas libro de cabecera para millones de suecos. Pero Suecia es un país pequeño, sus grandezas históricas no alcanzan mucho eco más allá del Báltico y esas novelas, como el resto de la producción literaria de Heidenstam, apenas son hoy accesibles en las lenguas más populares del sur de Europa, salvo en traducciones de hace ya más de 50 años y en colecciones dedicadas precisamente a los Premios Nobel. Dicho de otra manera, es el prestigio del Nobel el que mantiene hoy el recuerdo de von Heidenstam y no su literatura. De hecho, en la más moderna de esas colecciones, en España, ya no son sus grandes novelas históricas las que se antologan sino relatos breves como San Jorge y el dragón, que paso a comentar brevemente.

    San Jorge y el dragón (Sankt Göran och draken) es un breve narración de ambientación historicista que el autor sitúa a finales del siglo XV, durante la regencia de Stan Sturen, centrado en la célebre talla que da nombre al relato y que decora todavía hoy la catedral de Estocolmo. La narración, en su brevedad, sintetiza muy bien las características que hicieron famoso a su autor en su época. La temática histórica remite a una época famosa en la historia de su país porque se halla en los orígenes de la Suecia moderna, independiente de Dinamarca. Y la talla de la que se habla es también un elemento cultural de relevancia para los suecos. En este sentido resulta interesante saber que el auténtico autor de la escultura, Bernt Notke, no era sueco sino germano y, por supuesto, los datos biográficos que se conocen de él no se ajustan en absoluto a la narración de Heidenstam. Esta debe de ser la razón por la que el autor evita mencionar el verdadero nombre del protagonista, al que siempre se refiere como el Maestro.

    Esta indefinición básica en el nombre del personaje es un primer paso en el camino que le interesa al autor: convertir la obra escultórica en un relato simbolista en torno a la pasión amorosa. Frente a la fría conciencia de su superioridad moral, con la que el protagonista acepta el encargo de realizar una obra maestra para la catedral de Estocolmo, la relación imprevista y atormentada que establece con Metta convierte la talla que ha terminado en un símbolo de su fracaso. La idea de que el auténtico dragón nace de uno mismo y de que la lucha entre el santo y la bestia es, en realidad, una lucha interior, precisamente por su sencillez llega a adquirir una hermosa plasticidad en el relato de Heidenstam.

    Pero además la novelita se carga de una significación especial si se interpreta también desde la propia biografía del autor, un hombre que en esa época, hacia 1900, con 40 años, había engañado a su primer mujer con una amante durante una década, había vivido amancebado con una joven 14 años menor que él y, tras casarse con ella, aún entablaría una nueva relación extramatrimonial con una niña de 16 años, 27 menos esta vez. Con estos datos delante, San Jorge y el dragón admite, junto a su valor simbólico general, otra lectura como interpretación sicológica de la propia personalidad del autor, que proyecta su pasiones amorosas, breves, violentas y caprichosas, al plano idealizado de la creación artística. El Maestro, el propio Heidenstam, un ser espiritual entregado al arte, no es capaz de controlar las pasiones que anegan su pecho. Eso sí, mientras que el protagonista paga con su vida su falta de templanza, el autor parecía más dispuesto a hacerlo con acuerdos matrimoniales. [E. G.]