1989: CAMILO J. CELA - LA COLMENA

 

I: CAMILO JOSÉ CELA

    El novelista español Camilo José Cela nació en la aldea gallega de Iria Flavia en 1916. Hijo primogénito de una familia acomodada, desde 1925 estudió en Madrid en varios colegios de curas de los que iba siendo expulsado por su mal comportamiento. Durante la Guerra Civil, Cela, de ideas conservadoras, logró escapar del Madrid republicano y alistarse en el ejército franquista pero fue herido y declarado inútil. Tras el conflicto, decidido a dedicarse por completo a la literatura, publicó, en 1942, su primera novela, La familia de Pascual Duarte, en la que se presenta la violencia irracional como única respuesta a los sinsabores de la existencia. Este libro inauguró un nuevo estilo en la narrativa española, conocido como «tremendismo». Mientras, el autor malvivía de colaboraciones en la prensa del régimen, en el que también ocupó un puesto como censor entre 1943 y 1944. Fue un viajero incansable por España con libros importantes como Viaje a la Alcarria (1948). En cuanto a su vida personal, se casó en 1944 con Rosario Conde, con quien tuvo un hijo, y de la que se divorció en 1990 para casarse con Marina Castaño.

    Tras la publicación de La colmena (1951), que fue su consagración definitiva como el más importante de los novelistas de la posguerra, Cela se trasladó a Mallorca, donde creó una revista literaria llamada Papeles de Son Armadans (1956-1979). Otras obras relevantes de esa época son San Camilo, 1936 (1969), escrita en un monólogo interior continuo, y Oficio de tinieblas 5 (1973), la más vanguardista de sus novelas. Durante todo el franquismo, Cela había gozado de una posición muy sólida en el panorama cultural español que él mismo se encargó de consolidar, convirtiéndose en el protector de algunos de los más prometedores novelistas jóvenes, como Francisco Umbral. Cabe destacar su temprana elección en 1957 como miembro de la Real Academia Española y su nombramiento como senador por designación real en las primeras Cortes Generales de democracia. Sin embargo, su pensamiento derechista, junto con el hecho de haber colaborado con el régimen de Franco, le granjearon la enemistad de los gobiernos socialistas de los años 80. De hecho, solo después de que en 1989 le fuera concedido el Premio Nobel de Literatura recibió el Premio Cervantes, el más prestigioso galardón literario de los países de lengua castellana, en 1995. Inmerso en todo tipo de escándalos públicos y privados, incluida una demanda de plagio por su última novela, Cela murió el 17 de enero de 2002 a los ochenta y cinco años de edad.

    Camilo José Cela fue un profesional de la escritura, aspiró a ser el más importante de los novelistas españoles de su tiempo, consagró a ello todas sus energías, y lo consiguió. No otra cosa recuerda el lamentable lema que eligió para su escudo de armas cundo fue nombrado Marqués de Iria Flavia: “El que resiste, gana”. Cela jugaba, por supuesto, con cartas marcadas, escribiendo desde el corazón de la cultura franquista, él mismo uno de esos despreciables “vencedores” de La colmena. Pero no es menos cierto que como novelista se situó en una vanguardia muchas veces incómoda -Cela llegó a ser expulsado de la Asociación de la Prensa de Madrid por publicar esa novela- y que supo imponerse a la mojigatería y el reaccionarismo de la mayoría de sus correligionarios en su empeño por situar a la literatura española en línea con lo que en esos momentos se estaba haciendo en Europa.

II: LA COLMENA

    Resulta difícil pensar que alguien que no fuera Cela, censor él mismo y herido de guerra, se hubiera atrevido con una novela como La colmena en la España de 1951, pero también es cierto que con ella, publicándola en Argentina después de que la censura española se la rechazara, se jugó la cómoda situación de la que gozaba en ese momento ante el régimen. Pero para Cela era esencial ponerse a la cabeza de la nueva literatura española. Por ello los modelos técnicos de La colmena son ajenos a la tradición española de Baroja y de la picaresca, en la que se había venido moviendo hasta entonces. Su conocimiento de la literatura vanguardista anterior a 1936 le permitieron adaptar de forma magistral la estructura caleidoscópica del Manhattan Transfer de John Dos Passos pero también, al mismo tiempo, supo introducir en el vagar caótico y puntual de su nube de personajes toda el aura contemporánea del existencialismo más propio de la Europa del momento.

    De este modo, La colmena aparece como un inmenso experimento narrativo de novela europea vanguardista en medio del erial cultural franquista que se extendía a su alrededor. No es de extrañar, por lo tanto, el gran influjo que la obra supuso para los jóvenes escritores de la siguiente generación. Todavía hoy, cuando la mayoría de la producción literaria del autor ha quedado arrumbada por el paso de estas pocas décadas posteriores a su muerte, La colmena sigue manteniendo a Cela entre los grandes novelistas españoles del siglo XX. Las razones para ello son varias y no todas literarias -la memorable película de Mario Camus puede ser, sin duda, otra de ellas-, pero hemos de recordar las siguientes:

            - La estructura de La colmena, a pesar de su complejidad, no impide una lectura lineal y coherente del libro. Hoy en día, cuando tanta novela experimental de la época solo consigue el rechazo instintivo del lector, la trabazón interna de las más de 200 celdillas de La colmena y el interés humano de la peripecia de sus personajes siguen atrapando nuestro interés.

        - La frialdad e incluso la franca crítica con la que se presenta la dura posguerra en el Madrid franquista ha quedado grabada en la perspectiva histórica del momento como la representación más fidedigna de aquella terrible época.

        - La propia fecha y los problemas editoriales de la novela siguen siendo datos objetivos a su favor. Nadie se atrevió a apostar antes que Cela por la renovación radical de la prosa castellana, lo que le convierte en el maestro y precursor de toda la literatura española de los años 50 y 60.

    Todos estos aciertos siguen sosteniendo literariamente el vagabundeo de Martín Torres y la falsa perspectiva de Doña Rosa, y haciendo de La colmena una lectura inevitable y gozosa en esa gris etapa de nuestra literatura.