BERNIE GUNTHER: OTROS CRÍMENES EN LA ALEMANIA NAZI

 
            Philip Kerr: Laberinto griego, RBA, 2018.                
 

I: DETECTIVE BERNIE GUNTHER

 

    A Bernie Gunther, el detective berlinés creado por el escocés Philip Kerr para su serie policiaca sobre la Alemania del segundo tercio del siglo XX, lo caracteriza, ante todo, la sombra ominosa del pasado nazi. Laberinto griego, Greeks bearing gifts en su título original -tan sugerente como inapropiado-, es la última de las 13 novelas que componen la serie, clausurada definitivamente por la muerte del autor en ese mismo 2018, a expensas de algún ocasional volumen póstumo.

    La primera de la serie, Violetas de marzo, apareció en 1989 presentando a su protagonista en un contexto histórico muy particular, la Alemania de Hitler de 1936. Se trataba, pues, de una novela policiaca de tipo historicista, en la que el autor, nacido en Edimburgo en 1956 y ajeno, por lo tanto, a la acción de su obra, reconstruía el pasado del Berlín inmediatamente anterior a la II Guerra Mundial, centrándose, sobre todo, en el ambiente político y social del nazismo. Bernie, en esos momentos detective privado, venía de pasar varios años, en la década de los 20, en la policía criminal, la Kripo, de Berlín, donde había llegado a Inspector jefe. Sin embargo, el acenso de Hitler a partir de 1933 y la injerencia de las SS en el Ministerio del Interior, del que dependía su puesto, le habían llevado a abandonarlo. Violetas de marzo, junto con Pálido criminal y Réquiem alemán, situadas en 1938 y 1947 respectivamente, y publicadas en 1990 y 1991, componen lo que en su momento se conoció como la Trilogía berlinesa, que con la mirada retrospectiva que permiten las diez novelas siguientes, tenían en común un desarrollo cronológico homogéneo, es decir, cada argumento se ciñe a acontecimientos sucedidos en los momentos previos a la investigación.

    Entre 1991 y 2006, Kerr dejó de lado a su detective alemán y sus intereses literarios se diseminaron, pero en ese último año retomó esta serie policiaca publicando hasta 2018 otros diez títulos, es decir, a razón de casi uno por año, como había hecho quince años antes. Sin embargo, en esta segunda fase podemos hablar de tres modelos creativos diferentes. Por un lado, hallamos novelas como las anteriores que siguen avanzando en la biografía policial del protagonista, como Una llama misteriosa, ambientada en Argentina en 1950 o El otro lado del silencio, en la Riviera francesa de 1956; por otro, nuevos relatos retroceden en el tiempo para informarnos de las andanzas del protagonista durante la II Guerra Mundial. Figuran entre ellas Praga mortal, donde Bernie Gunther se mueve entre los altos cargos de las SS en 1941, o La dama de Zagreb, ubicada en la Croacia fascista de 1942. Sin embargo, las novelas más características de este periodo son aquellas en las que la trama juega con los dos ámbitos cronológicos, la Alemania de Hitler y los años 50, como Si los muertos no resucitan -Berlín y La Habana en 1934 y 1954, respectivamente-, o Azul de Prusia, que transcurre en dos Alemanias contradictorias, la nazi de 1939 y la comunista de 1956.

    De hecho, lo más atractivo de esta serie novelesca es esa permanente conexión entre el presente de la narración y el oscuro pasado del protagonista. Planteadas ya con un especial atractivo, como novelas históricas de detectives, alcanzan una mayor complejidad e interés literario con el desarrollo de esa doble ambientación histórica, que no se limita a la recreación de una ya tópica Alemania nazi sino que explora también la profunda huella que los acontecimientos ocurridos en Centroeuropa entre 1930 y 1945 han dejado durante décadas en la historia común de Europa y aun de todo el mundo.

 

 

II: GREEKS BEARING GIFTS

 

    La decisión de traducir de manera alternativa esta última novela de la serie puede haber tenido que ver con la muerte del autor, que no pudo imponer su criterio, la pérdida del sentido de las citas clásicas en la sociedad actual e, incluso, el escaso acierto de esta en concreto, teniendo en cuenta el argumento de la obra. Greeks bearing gifts es la traducción al inglés de un texto latino que ya pocos recuerdan, pese a haber formado parte durante dos mil años de la educación occidental: Timeo danaos et dona ferentes. Se trata de un verso que Virgilio pone en su Eneida, l. II, v. 49, en boca del sacerdote troyano Laocoonte, que trata de impedir que sus compatriotas metan el caballo de madera dentro de los muros de la ciudad. Unas pocas más tan solo en el enorme bagaje literario de Virgilio, estas cinco palabras fueron bien conocidas, sin embargo, durante siglos por todos los estudiantes de latín de Europa, entre los que se encontró sin duda el Philip Kerr de los años 70, por una cuestión puramente gramatical, el valor intensivo aquí de la partícula “et”: “Temo a los griegos incluso cuando traen regalos”. De todos modos, más allá de la referencia clásica sugerida por el título, no parece que el tema de la obra se ajuste demasiado a la cita: a quien hay que temer a lo largo de toda la novela es a los alemanes. Y el tesoro en torno al cual gira la novela solo de una forma muy cínica se puede considerar que haya sido “regalado” por los griegos.

    Más allá del acierto o desacierto del título y de su traducción, Laberinto griego presenta la principal característica de esta serie policiaca: el constante ir y venir de la historia desde un pasado criminal, siempre relacionado con la Alemania nazi, a un presente en el que no dejan de resonar los ecos de lo sucedido años antes. En esta última novela de la serie, el protagonista, que de una forma un tanto rocambolesca ha conseguido un atractivo puesto de trabajo como investigador en una compañía de seguros bávara, se traslada por motivos profesionales a Atenas, donde se verá envuelto en una serie de delitos relacionados con uno de los más terribles crímenes de guerra cometidos por los alemanes en Grecia durante la II Guerra Mundial, la destrucción de la comunidad judía de Tesalónica en 1943. La vinculación de los principales personajes con las actividades nazis, la persecución de los criminales de guerra y, a la inversa, la protección de estos por parte de la propia Alemania democrática, así como los conceptos de culpa individual y colectiva, de justicia, de expiación, de restitución, de complicidad… dotan a la novela de un trasfondo ético y moral que no suele ser habitual en la novela negra europea contemporánea.

    En lo que al elenco de personajes respecta, Laberinto griego transita por los modelos un tanto trillados de la novela de detectives clásica. El protagonista, aun oculto bajo una falsa identidad que le preserva de su pasado, sigue respondiendo al típico detective sarcástico, noblote y desengañado salido de las páginas de los narradores norteamericanos de los años 30 y 40. Y sus acompañantes en esta entrega no resultan menos tópicos: el colaborador local -y como todo buen griego, al parecer, prolijo en primos- bienintencionado, bonachón y reluctante al heroísmo; y, sobre todo, la joven atractiva, valiente y dispuesta a enamorarse del protagonista sin hacer caso de sus más de 60 años -recordemos que Bernie ya combatió en la I Guerra Mundial-, aunque ni él mismo llegue a comprender -y el lector tampoco- qué puede haberle inducido a ello.

    Pero bueno, otros detalles mejor trabajados por el autor como el hecho de que la mencionada compañía de seguros y sus responsables se correspondan con la realidad histórica, o que uno de los “malos” fuera en efecto condenado por estos crímenes en la Grecia de los años 50 dotan a esta de un trasfondo de autenticidad que disculpa esas previsibles concesiones al género. [E. G.]