APROXIMACIÓN FILOLÓGICA A UN BILLETE DE 50 EUROS (y II)
(...) Esto, por lo que respecta a las iniciales que aparecen en el billete, pero los datos del cuadro permiten que nos acerquemos también a las palabras que representan esas siglas, lo cual amplía mucho la perspectiva filológica que nos interesa aquí.
4.- LAS TRES PALABRAS. Como en una inmensa y sintética piedra de Rosetta europea, las palabras que designan en cada lengua al Banco Central Europeo sirven para que nos aproximemos a la muy diferente relación que pueden tener entre sí vocablos idénticos en lenguas diferentes, dependiendo de su origen, de su historia e incluso de su valor morfológico particular.
4.1.- EUROPA. La palabra Europa se repite de forma casi idéntica en todas las lenguas. Esto se debe a que en su origen es un nombre propio de la mitología griega, la princesa Europa, y, por lo tanto, se incorpora como tal a todas las demás lenguas, en las que, por definición, es un extranjerismo, como podrían serlo París o Goethe. El hecho, además, de que la E sea una de las letras griegas aprovechada tanto por los romanos como por los eslavos hace que también sea la única inmediatamente reconocible en todas las siglas.
Por supuesto, este sería el momento de llamar la atención también sobre otros datos como que, mientras que el inicio de la palabra es idéntico en todos los casos, el final puede llegar a diferir enormemente, desde el Európai húngaro, al Europejski polaco o el Europäische alemán. Esto tiene que ver con fenómenos lingüísticos tan habituales y complejos como la sufijación y la variación morfológica -sustantivo / adjetivo- pero ni nuestros conocimientos ni nuestra prudencia nos permiten avanzar por ahí. Solo un detalle: contra lo que pudiera parecer, -ejski y -äische son formas levemente diferentes del mismo sufijo indoeuropeo, utilizado tanto en las lenguas germánicas como en las eslavas para formar un adjetivo -Europeo- a partir de un sustantivo -Europa-.
4.2.- BANCO. Como institución económica moderna, los bancos tuvieron su origen, durante la Edad Media, en las casas de cambio del norte de la península itálica. A partir de ahí, en el caso que nos ocupa, es el nombre de la institución lo que se incorpora a cada una de las lenguas conforme estas han de recoger esa innovación cultural. Por eso, la palabra se repite en casi todas las lenguas, de nuevo con las variantes propias de la morfología local. Solo encontramos una variante: la palabra Trapeza griega, que, de todos modos, hace referencia también, como el “banco” latino de los demás casos, a la mesa que se utilizaba en las operaciones monetarias.
De todos modos, sobre la palabra Banco encontramos variaciones interesantes. La más llamativa es que las dos lenguas balto-finesas escriben Pank, con una bilabial sorda en vez de sonora. En el otro extremo de la palabra, mientras que todas las lenguas prefieren la grafía K para la velar sorda, las románicas, con la sola excepción del francés, utilizan la C. Volveremos, por cierto, sobre esta particularidad.
4.3.- CENTRAL. Hallamos aquí algo más de variedad que en el caso anterior, con el gaélico Ceannais, el croata Središnja, el húngaro Központi y los fino-bálticos Kesk/Keskus. Hay que tener en cuenta que el adjetivo “central” remite a una idea abstracta común, que cada lengua puede haber desarrollado por su cuenta. Las tres lenguas fino-ugrias, por ejemplo, renunciaron a adaptar una palabra indoeuropea pero incluso las lenguas eslavas hubieran podido optar por términos similares al que eligió el croata; osrednja en esloveno, por ejemplo, se utiliza en el sintagma Osrednja knjiňica, Biblioteca Central.
La otra cuestión interesante tiene que ver con el valor fonético de la consonante inicial. En la actualidad, se considera que la C latina reproducía una velar sorda, “k”, como la grafía griega de la que procede. Pero en época imperial fue adelantando su pronunciación ante vocales palatales e, i hacia la parte anterior de la boca, hasta convertirse en un sonido similar a la Θ griega. Esa confusión puede verse en palabras como Banco y Central, en español, donde una misma C suena primero como K y luego como Z, igual que en italiano, portugués y rumano, lenguas las cuatro procedentes del latín.
5.- RAMAS LINGÜÍSTICAS. Una variedad mucho más amplia hallamos en lo que se refiere a las distintas agrupaciones lingüísticas europeas, aunque puede hablarse también de tres ramas básicas, e igualmente de muy distinta amplitud. La más extensa, con mucho, es la indoeuropea, en la que se engloba la inmensa mayoría de los hablantes europeos. Sin embargo, no debemos olvidar cuatro lenguas menores: el finés, el estonio y el húngaro -lenguas finougrias-, y el maltés, de origen semita. Comenzando por estas últimas, el grupo finougrio está compuesto por dos ramas muy diferentes: el finés y el estonio, dos lenguas balto-finesas muy emparentadas entre sí, y el húngaro, tan diferente de las otras dos que muchos lingüistas la clasifican aparte. Por lo que al maltés se refiere, se trata de una variedad derivada del árabe magrebí, es decir, está emparentada con la lengua hablada en el norte de África desde el siglo VIII .
El resto son todas indoeuropeas pero de varias familias diferentes. Hay lenguas románicas -castellano, francés, italiano, portugués y rumano-, germánicas -inglés, holandés , luxemburgués, alemán, danés y sueco-, eslavas -búlgaro, esloveno, croata, eslovaco, checo y polaco-, una única lengua celta, el gaélico irlandés, y el griego. Podríamos ahondar más en las diferencias y parecidos entre unas y otras, pues resulta fácil comprobar las similitudes, por ejemplo, entre el alemán y el luxemburgués –del grupo altogermánico- frente al danés y el sueco -grupo germánico nórdico-, o del eslovaco y el checo -eslavo occidental- frente al croata -eslavo meridional-, pero no nos gustaría abusar de la paciencia del lector mucho más de lo imprescindible.
La Unión Europea consiguió, hace ya 20 años, algo tan trascendental e inesperado como unificar su sistema monetario. Se consideró un logro mayor, y lo era. 20 años después esa unidad se resquebraja, porque la unión monetaria no era lo suficientemente esencial, contra lo que se pensaba. La secuencia de siglas que aquí hemos estudiado nos recuerda que se han desatendido asuntos trascendentales para la construcción de nuestra identidad comunitaria como la existencia de una inmensa variedad lingüística. Aventuro que solo habrá Europa cuando cada uno de nosotros se sienta representado por una única forma de decir y de escribir Banco Central Europeo, no porque sea la forma en que lo dice y lo escribe él, sino porque es la forma en que lo dicen y lo escriben los europeos. Que algo así esté aún muy lejos no es el verdadero problema; sí, que Europa no haya dado pasos en esa dirección en los últimos veinte años. [E. G.]