LINGO: EL COMPLEJO PUZLE DE LAS LENGUAS DE EUROPA
GASTON DORREN: LINGO. Guía de Europa para el turista lingüístico, Turner, Madrid, 2017.
No resultó fácil dar con este libro en la FNAC de San Sebastián. De hecho, quien lo hizo, tras casi media hora de búsqueda, fue una amable y tozuda dependienta, rabiosa por no hallar ninguno de los tres ejemplares que su ordenador insistía en asegurarle que quedaban en la sección de Lingüística. Y que aparecieron, finalmente, en la de Turismo, localización sugerida a alguna compañera suya por el subtítulo, demasiado ingenioso acaso.
Lingo no es una guía turística, por supuesto, pero no deja de ser un raro especimen lingüístico. Lo habitual en esa sección son los estudios profesionales sobre un idioma, sobre un grupo de lenguas relacionadas entre sí o sobre el lenguaje y las lenguas en general. Aparentemente, la obra de Dorren es un colorista trabajo divulgativo que encajaría en el segundo grupo, aunque el amplio número de idiomas de que trata, más de sesenta, resulta inusual. Sin embargo, es precisamente la relación entre esas lenguas lo que hace tan especial este libro, pues el autor no las ha seleccionado por razones filológicas sino geográficas: son las lenguas -casi todas ellas- que se hablan en el continente europeo, desde el portugués de Faro hasta el ruso de Perm, desde el maltés hasta el sami, desde Islandia hasta Chipre, desde el Atlántico hasta el Cáucaso.
Al autor no le interesan de forma exclusiva ni prioritaria cuestiones filológicas relacionadas con el origen, parentesco, evolución o influencia de las lenguas y tampoco centra su estudio en la mayor o menor relevancia histórica, literaria, territorial, política o demográfica de alguna de ellas, aunque todas estas cuestiones son tratadas ocasionalmente en sus páginas. El criterio organizador del libro, verdaderamente llamativo, consiste en utilizar cada una de esas más de 60 lenguas como punto de partida para una breve reflexión sobre una larga y variada serie de cuestiones lingüísticas. Así pues, Lingo se presenta como un estudio de lingüística aplicada a las lenguas de Europa y más que la información sobre los diferentes idiomas, lo interesante del libro es la organización y composición de esos bloques temáticos que todas esas lenguas van ilustrando. Los bloques, nueve en total, son los siguientes:
PRIMERA PARTE: Las lenguas y sus familias. (7 capítulos)
SEGUNDA PARTE: Las lenguas y su historia. (6)
TERCERA PARTE: Lenguas y política. (7)
CUARTA PARTE: Escrito y hablado. (8)
QUINTA PARTE: Las lenguas y sus vocabularios. (7)
SEXTA PARTE: Las lenguas y sus gramáticas. (6)
SÉPTIMA PARTE: Lenguas al borde del abismo. (6)
OCTAVA PARTE: Lingüistas que dejaron huella. (6)
NOVENA PARTE: Esbozos de retratos lingüísticos. (7)
Parentescos, historia, política, escritura, lexicografía, gramática, supervivencia y lingüistas, más un apartado final heterogéneo: la diversidad de perspectivas desde la que se aborda el estudio de las lenguas en este libro es tan amplia como el repertorio lingüístico del que se sirve. De hecho, una de las tareas más complejas para el autor hubo de ser la organización equilibrada y coherente de la enorme cantidad de material con que trabajaba, ya que cada una de las lenguas es utilizada solo en uno de esos bloques temáticos. Esto quiere decir que, por ejemplo, cuando tomó la decisión de servirse del francés para ejemplificar, en la parte primera, la estrecha relación, a siglos de distancia, entre un idioma moderno y su lengua materna, renunciaba a utilizarlo en cualquier otro bloque, como el dedicado a la historia de las lenguas, su relación con la política o las estructuras gramaticales. Así que el libro está construido como un sofisticado puzle en el que, a cambio de una profundidad o exhaustividad que no se pretendía y habrían hecho el libro inabarcable, hallamos una variedad y una riqueza que lo hacen tan fácilmente legible como atractivo.
Para la composición de un libro tan complejo, el autor ha aprovechado, tal y como recoge en los Agradecimientos finales, además de la clásica bibliografía, muchas colaboraciones y comentarios personales de especialistas en las diferentes lenguas, de la mayoría de las cuales Dorren, por supuesto, no lo es. Del mismo modo, para las ilustraciones que contextualizan cada capítulo confiesa haber recurrido a las redes sociales y a sus contactos en internet. Nos encontramos, pues, ante un libro en papel que se ha beneficiado enormemente del fácil acceso a la cantidad ingente de información y a las posibilidades de colaboración que en la actualidad ofrece el contexto digital. En este sentido, una anotación como esta: “Las páginas de Wikipedia y el Wiktionary en inglés son con mucho las más abundantes, pero cuando se trata de información lingüística, las páginas en otros idiomas desde el alemán al rético, son impagables”, p. 373, se convierte en una auténtica declaración de principios.
Mención aparte merece el tono del discurso, amable, juguetón e incluso ingenioso, concebido no solo para la divulgación sino para una lectura amena y entretenida. Abundan los juegos de palabras, las bromas lingüísticas, las referencias pintorescas y llamativas, en conjunto, una cierta complicidad con el lector, a quien se le quiere ofrecer un material lingüístico interesante y bien sistematizado pero a la vez ligero, simpático y sorprendente. A todo esto, en la edición española que manejamos, hay que añadir la adaptación al contexto hispánico llevada a cabo por el traductor José C. Vales, que ha sabido combinar su doble calidad de filólogo y escritor.
En resumen, Lingo es una bienvenida lectura sobre el complejo mosaico de las lenguas europeas que, al mismo tiempo que nos ilustra sobre las múltiples variables de todo tipo relacionadas con él, nos permite vislumbrar el difícil y ambicioso camino que debería recorrer un estudio más amplio y sistemático de lingüística europea. [E. G.]