FRANCESCO PETRARCA: LA PASIÓN HUMANISTA
Detrás de la personalidad cultural y literaria de Francesco Petrarca, su relato biográfico palidece. De hecho, buena parte del detallado conocimiento que de muchos aspectos de su vida ha llegado hasta nosotros procede de sus propios materiales literarios, convenientemente manipulados durante largos años de reescritura continua de sus manuscritos para presentar ante la posteridad una apropiada autobiografía literaria. De ahí que incluso un dato tan relevante e íntimo como su historia de amor por Laura siga siendo considerado por muchos de sus biógrafos una cuestión más literaria que real.
Sin embargo, la biografía de Petrarca presenta también muchos datos objetivos que deben tenerse en cuenta. Francesco Petrarca nació en Arezzo, en la Toscana, donde su padre, un notario al que llamaban Petracco, había marchado desterrado de Florencia por cuestiones políticas. Su familia pertenecía, como Dante, a la facción de los güelfos blancos y, como el autor de la Divina Comedia, padeció el exilio tras la toma del poder en la ciudad por los güelfos negros. Pero Petracco no permanceció en las tierras italianas del Imperio sino que ya en 1311 se encuentra viviendo en Carpentras, en los dominios del Papa en Avignon.
Petrarca, hijo de notario, comenzó estudios de Leyes en la universidad de Montpellier en 1316, estudios que continuó y concluyó en la más prestigiosa de Bolonia. En esos años de estudios despierta su interés por la literatura clásica latina y, sobre todo, por las obras de Cicerón y de Virgilio. A su regreso a Provenza en 1326, muerto su padre y para poder mantener su forma de vida desahogada y entregada a las letras, recibe órdenes menores y entra como capellán al servicio de un cardenal de la familia Colonna. A esta época pertenecen dos hitos de su biografía: el conocimiento de Laura, el 6 de abril de 1327, Viernes Santo, de madrugada en la iglesia de Santa Clara en Avignon y, en 1330, el inicio de sus viajes por Europa redescubriendo la literatura latina del siglo I a.C. Mientras que su amor por Laura le llevó a escribir durante la siguiente década una gran cantidad de poemas amorosos que luego le servirían para dar forma a sus Rerum vulgarium fragmenta (conocidos después como Canzoniere), los viajes por los núcleos intelectuales supervivientes del Renacimiento Carolingio le permitieron dar comienzo a su prestigiosa carrera como humanista. En la actualidad, y desde el siglo XVI, la figura de Petrarca está ligada, sobre todo, a su lírica amorosa en lengua vulgar, pero en su época y durante el siglo siguiente, Petrarca fue el intelectual que puso su vida al servicio de la recuperación de la cultura grecorromana, el primer gran humanista y el precursor del Renacimiento.
De esos primeros viajes por Europa Petrarca regresa con algunos discursos de Cicerón entonces desconocidos como el Pro Archia, que halla en Lieja. También saca a la luz después el Ad Atticum en Verona y los poemas de Propercio en París. Al mismo tiempo va reuniendo en su biblioteca copias de textos dispersos que le van a permitir, por ejemplo, poseer la edición más completa del Ab urba condita de Tito Livio que existía en su tiempo, ensamblando la primera, la tercera y la cuarta décadas a partir de manuscritos de diversa procedencia. Pero además de conseguir los manuscritos, Petrarca ponía todo su conocimiento de la cultura latina clásica al servicio de su restauración filológica, de modo que de su biblioteca salían continuamente copias mejoradas de esas obras que favorecían su conocimiento y su difusión. De este modo, Petrarca sentó las bases de una tarea que va a ser fundamental para el Humanismo posterior, la crítica textual. A todo esto todavía añadió otra tarea trascendental, la propia creación literaria derivada de estas lecturas. Se trata de lo que para él fue la parte más importante de su labor intelectual, la creación de una literatura latina nueva a semejanza de la que él mismo iba recuperando. Así, en la línea de la poesía épica de Virgilio escribió su África, epopeya clásica en la que vertió en hexámetros su profundo conocimiento de la tercera década de Tito Livio. Sin dejar a Virgilio y a la manera de sus Églogas, Petrarca escribió su Bucolicum carmen y a siguiendo a Valerio Máximo su Rerum memorandum libri. Toda esta descomunal tarea intelectual a la que Petrarca consagró los primeros cuarenta años de su vida se sustentaba, además, en una ideología personal muy propia de la época, que compartió con Dante y con otros artistas y políticos italianos: la restauración de Roma como centro político y religioso de Italia y de Europa. El pretendido regreso a la poderosa cultura latina del primer Imperio no era solo un recurso retórico para la creación literaria sino una opción profunda por un cambio radical en la situación política del Imperio, que implicaba el regreso del Papa y del Emperador a la ciudad de los césares y la unificación de Europa bajo los ideales de la antigua Roma. Por eso, cuando Cola di Rienzo tomó el poder en la ciudad en 1347 y restauró, siquiera sea de forma externa, las antiguas instituciones romanas, Petrarca se puso de inmediato de su parte, al igual que cuando el emperador Carlos IV, años después, haga un simple amago de volver a extender su poder sobre las ciudades del norte de Italia.
Frente a ese inmenso proyecto político e intelectual de regeneración europea no es de extrañar que sus poemas de amor por Laura solo tuvieran un lugar marginal en sus preocupaciones. De hecho, solo muy tardíamente, cuando ya entre sus intereses el mayor era su legado a la posteridad, dio forma definitiva a su Cancionero de “obras vulgares”. Se trata de una obra que toma como modelo la de Dante y, así, la Laura de Petrarca tiene esa misma condición inhumana, angelical, espiritual, desencarnada, que caracteriza a Beatriz. Petrarca intenta, sobre todo, dar forma a un modelo de expresión poética que supere a los Vita nuovatrovadores provenzales en su mismo campo de juego: la lengua vulgar. En este sentido, resulta muy significativo el hecho de que, estando Propercio entre las lecturas clásicas recuperadas por Petrarca en la misma época en la que escribía estos poemas, no haya nada en el aspecto formal y muy poco en el uso del lenguaje del poeta elegiaco romano en el toscano. Parece evidente que para Petrarca el campo de la literatura latina estaba claramente separado del de la italiana y respondía a modelos, intereses y objetivos muy diferentes.
Volviendo a su tarea intelectual, Petrarca se retiró de Avignon a vivir a Vaucluse, a la soledad de su biblioteca para entregarse por completo a su obra a partir de 1338. Allí va a vivir en cierta regularidad hasta 1353. De allí salió en 1341 hacia Roma para ser coronado en el Capitolio por un senador romano con la corona de laurel propia de los grandes poetas latinos. Y allí, en 1342, afectado por una profunda crisis personal, debida a su lectura de las Confesiones de san Agustín, da un profundo giro a sus inquietudes literarias incorporando los modelos latinos de la Cristiandad, el propio Agustín, a esa renovación intelectual que predicaba. De ahí surge la que tal vez fue su obra de más influencia en el siglo siguiente, el Secretum, un diálogo latino de carácter moral entre el poeta, que reconsidera su vida pasada, y su nuevo yo, representado por el obispo de Hipona.
La parte final de la vida de Petrarca comienza en 1353 cuando abandona para siempre Vaucluse y comienza su vagabundeo por el norte de la península itálica. Es una época de menor creación literaria novedosa, pues el poeta se dedica, sobre todo, a concluir proyectos anteriores o a reescribir sus propios textos, como sucede con su colección de cartas latinas Familiares. Sus últimas obras originales son los Trionfi, en italiano, y el De remediis utriusque Fortunae latino, su obra en prosa latina más popular.
Por fin, después de servir como diplomático a los Visconti milaneses y de residir en Padua y en Venecia, en 1367 se retiró de nuevo a una residencia apartada en Arqua y allí murió en 1374, un día antes de cumplir los 70 años. [E.G.]
PRINCIPALES OBRAS
LATINAS
Africa – Poesía épica
Bucolicum carmen – Poesía pastoril
Secretum – Diálogo filosófico
Rerum memorandum libri – Recopilación histórica
Familiares – Prosa epistolar
Seniles – Prosa epistolar
De remediis utriusque Fortunae – Diálogo filosófico
ITALIANAS
Rerum vulgarium fragmenta (Canzoniere) – Poesía lírica
Trionfi – Poesía lírica