FRIEDRICH NIETZCHE: FILOSOFÍA PARA SUPERHOMBRES

 

    Friedrich Nietzsche nació en 1844 cerca de Leipzig, en Sajonia. Huérfano desde los cinco años, se educó en un prestigioso colegio privado donde recibió una educación literaria basada en la lectura de los clásicos. Luego estudió teología y filología clásica en la Universidad de Bonn, época en la que fue muy influido por Arthur Schopenhauer y Richard Wagner. En su momento fue el profesor más joven de la Universidad de Basilea (Suiza) y la de Leipzig le concedió el doctorado sin ni siquiera examinarlo.

    Durante la guerra de franco-prusiana, en la que participó en labores humanitarias como miembro de un país neutral –vivía en Suiza y había renunciado a su nacionalidad-, contrajo difteria y disentería, enfermedades que le arruinaron la salud. De vuelta a Basilea, en 1872, Nietzsche publicó su primer libro importante, El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. El filólogo alemán más importante de la época fue muy crírico con él libro, pero esto todavía contribuyó a aumentar más su polémica notoriedad en los círculos universitarios de Alemania. Desde su juventud, Nietzsche había padecido frecuentes momentos de debilidad generalizada, con épocas de carencia visual y fuertes migrañas. Por ello, en 1879, con su salud aún más deteriorada, hubo de dejar su puesto como profesor para viajar a climas más benignos. Hasta 1889 Nietzche vivió sobre todo cerca de St. Moritz en verano y en las ciudades del norte de Italia en otoño. Fue su período más productivo y a partir de Humano, demasiado humano de 1878, publicaría un libro por año hasta 1888, su último año de escritura, durante el cual completó cinco.

    En 1882 conoció y se unió sentimentalmente a Lou Andreas-Salomé pero la visión que de Nietzsche tenía Salomé era más la de un amigo y compañero de discusiones que el de una posible pareja. Sin embargo, él se enamoró de ella lo cual provocó una situación ambigua e incómoda, puesto que un amigo de Nietzche, Paul Rée, también se interesaba por Lou. Cuando Nietzsche le pidió que se casara con él, Salomé lo rechazó y él se marchó a Rapallo, donde en solo diez días escribió la primera parte de Así habló Zaratustra. A partir de este momento, Nietzche se obstinó en su soledad y, por ejemplo, en 1885, editó únicamente cuarenta copias de la cuarta parte de ese mismo libro. En 1888, año especialmente prolífico para él, su salud pareció mejorar pero en el otoño sus cartas empezaron a revelar una sobreestimación patológica de su propia personalidad y pocos meses después Nietzsche sufrió un colapso mental. Fue detenido por desórdenes públicos en Turín y su madre decidió internarlo en una clínica. En los años siguientes, vivió en Weimar al cuidado de su hermana hasta su muerte en 1900.

    En el pensamiento de Nietzsche, la sociedad occidental contemporánea se encuentra sumida en un profundo nihilismo que ha de superar si no quiere ver su fin. La visión religiosa del mundo ha padecido el influjo de perspectivas contrarias, el escepticismo filosófico y las teorías científicas evolucionistas, que confirman la desvalorización de los valores supremos. Nietzsche opina que la Cristiandad se ha vuelto tan mundana que se ha convertido en una parodia de sí misma y a ello hay que sumar una creciente presencia de la democracia y el igualitarismo, es decir, de la medianía. Nietzsche conceptualiza esto con su famosa frase, «Dios ha muerto». Según el filósifo alemán, el hombre europeo de su tiempo ha de asumir la gran e inevitable consecuencia de la muerte en la sociedad occidental de Dios.

    En el campo de la moral, Nietzsche pensaba que había dos clases de hombres: los señores y los siervos. Para los señores, el binomio «bien-mal» equivale a «noble-despreciable». Desprecian como malo todo aquello que es fruto de la cobardía, el temor, la compasión, todo lo que es débil y disminuye el impulso vital. Por el contrario, la moral de los siervos nace de los oprimidos y débiles. Una vez censurado el poderío, el dominio, la gloria de los señores, el esclavo procede a decretar como «buenas» las cualidades de los débiles: la compasión, el servicio —propios del cristianismo—, la paciencia, la humildad.

    La voluntad de poder (der Wille zur Macht), fuerza principal dentro de la visión dionisíaca de Nietzsche, es otro concepto altamente controvertido en su filosofía. Para Nietzsche la supervivencia del individuo es consecuencia de un impulso irracional o deseo perpetuo por expandirse, que es lo único que da sentido a la existencia. Extrapolando ideas del darwinismo, Nietzsche considera que el ser humano (Mensch) es un ser incompleto, pues todo animal da lugar a algo superior. Es un puente entre el simio y el Übermensch (Superhombre). El hombre es, por tanto, algo que debe ser superado. El Übermensch es aquel ser que tiene una moral de nobles y acepta la voluntad de poder: es un hombre legislador, que crea sus propias normas, morales y de todo tipo; además es un hombre que somete las cosas a su voluntad.

    La influencia que Nietzsche ha ejercido sobre los movimientos políticos europeos ha sido inmensa aunque él nunca se vinculó a sí mismo con organizaciones sociales o partidos políticos. Valoraba el individualismo y era en especial opuesto al altruismo. Despreciaba al Estado moderno y a demócratas y socialistas, dejando claro que sólo ciertos individuos podían romper la moral del rebaño. Nietzsche fue popular entre los nihilistas alemanes del fin de siglo pero tras la Primera Guerra Mundial muchos le vieron como la raíz del ala derecha del militarismo alemán. Muchas ideas de Nietzsche fueron absorbidas por los nazis, principalmente por Alfred Bäumler en La voluntad de poder y en los años 30, sus obras fueron muy estudiadas en los colegios y universidades alemanas.

    Por último, los comentarios de Nietzsche sobre las mujeres han provocado una gran polémica. Muestra un carácter misógino similar, en muchos aspectos, al de Schopenhauer, Strindberg o Hamsun. Todos ellos tratan al sexo femenino como algo secundario y subordinado y a la mujer no como a una persona de la misma categoría que un hombre sino como a una bestezuela más o menos atractiva o interesante.

PRINCIPALES OBRAS

    El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1872)

    Humano, demasiado humano. Un libro para espíritus libres (1878)

    Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para ninguno (1883, I y II; 1884, III; 1885, IV)

    Más allá del bien y del mal. Preludio a una filosofía del futuro (1886)

    La genealogía de la moral. Un escrito polémico (1887)

    El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo (1888)

    Ditirambos de Dioniso (1888-1889)

    El ocaso de los ídolos, o cómo se filosofa a martillazos (1889)

    Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es (1889)