JUANA INÉS DE LA CRUZ: EL BARROCO HISPANOAMERICANO

 

    Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació en San Miguel Nepantla, en el virreinato de Nueva España -actual México-, probablemente en 1651. Como sus otras hermanas, era hija natural de una pareja que nunca se casó legalmente. Desde muy niña sobresalió en los estudios y pronto alcanzó grandes conocimientos enciclopédicos que llamaron la atención de la más alta sociedad mexicana. Por ello, hacia los catorce años se trasladó a vivir a la capital, donde gozó de la protección de la virreina, Leonor de Carreto, de la que Juana llegó a ser dama de compañía. Sin embargo, se conoce poco de esta primera etapa de su vida, excepto que escribió mucha poesía ocasional para los eventos mundanos e intelectuales de la Corte.

    Su vida cambió hacia 1666 cuando tomó la decisión de profesar en una orden religiosa. Ella misma escribe que actuó así porque: “para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir”. Lo intentó primero en las carmelitas pero no pudo soportar la rigidez de la regla, por lo que entró finalmente en la Orden de San Jerónimo. En el convento femenino que tenía esta orden en la capital del virreinato permaneció durante el resto de su vida, en una cómoda celda donde podía estudiar, escribir y recibir todo tipo de visitas. Para entonces su fama en México era general y cuando en 1680 llegaron los nuevos virreyes, fue ella la encargada de la confección de un gran arco de triunfo a la entrada de la ciudad al mismo tiempo que componía para la ocasión su Neptuno alegórico.

    La nueva virreina, condesa de Paredes, se convirtió también de inmediato en su protectora hasta el punto de que, de regreso a España, se encargó de que algunos de los textos de la monja se imprimieran. Por entonces, sor Juan Inés tuvo problemas con su confesor por la vida poco espiritual que ella llevaba pero la protección de los nuevos gobernantes le permitió no solo continuar con este estilo de vida sino que esta década de los años 80 del siglo XVII se convirtió en la época dorada de su producción literaria con autos sacramentales como El divino Narciso -que la condesa de Paredes le aseguró que se representaría en Madrid-, comedias como  Los empeños de una casa –para los festejos por el nacimiento del primogénito del virrey- e incluso realizando experimentos científicos. También por encargo de la virreina escribió unos poemas de ingenio —conocidos como «enigmas»—, para un grupo de monjas portuguesas que formaban una sociedad llamada Casa del placer.

    De 1690 data su polémica con el obispo de Puebla, que le había recomendado de nuevo que abandonase su producción laica y se centrase en la religión. Esta polémica dio lugar a la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, donde la escritora defiende su trabajo intelectual y reclama el derecho de la mujer a una buena educación. De todos modos, hacia 1694, tras la renovación de sus votos monacales, sor Juana Inés se vuelca más en sus labores religiosas y se abandona incluso al misticismo. No está claro todavía si se trató de una decisión personal o de un cambio forzado por sus superiores. En cualquier caso, llegó a vender su biblioteca y sus instrumentos musicales y científicos para repartir el dinero entre los pobres.

    Finalmente, en 1695, una epidemia que causó estragos en la ciudad de México y en especial en el convento de San Jerónimo la condujo a la muerte, a los cuarenta y tres años.

    Sor Juana Inés de la Cruz compuso gran variedad de obras teatrales. Su comedia más célebre es Los empeños de una casa, una comedia de enredos calderoniana considerada, a menudo, como la cumbre de su obra dramática. El manejo de la intriga, la representación del complicado sistema de relaciones conyugales y las vicisitudes de la vida urbana la convierten en una obra poco común dentro del teatro de la Hispanoamérica colonial. Otra de sus conocidas obras teatrales es Amor es más laberinto, sobre el mito de Teseo y el Laberinto de Creta.

    De sus autos sacramentales, El divino Narciso es el más conocido, original y completo. Representa la culminación de la tradición del auto sacramental, llevada a su punto más alto por  Calderón de la Barca , de quien Sor Juana toma la mayoría de los elementos de su obra. Llama la atención la inclusión en la obra del tema de la conquista de América y de tradiciones de los pueblos nativos del continente, como un rito azteca en honor a Huitzilopochtli, para introducir la veneración de la Eucaristía y ligar las creencias precolombinas con el catolicismo hispánico. En El cetro de José también se sirve de la América precolombina para relatar una historia con tintes bíblicos.

    Su lírica representa aproximadamente la mitad de su producción, con poemas amorosos tópicos y muchas composiciones ocasionales. Pero es Primero sueño, publicado en 1692, su poema más importante y la única obra que escribió por gusto. También es el más largo de sus poemas con sus 975 versos. Su fuente estilística son las obras de  Góngora , principalmente las Soledades, de donde toma el lenguaje con que está escrito. Ha sido considerado un poema único en la lírica del Siglo de Oro castellana, puesto que hermana poesía y pensamiento en sus expresiones más complejas, sutiles, filosóficas e incluso místicas, algo no frecuente en su tiempo.

    También escribió poesía jocosa y satírica. De hecho, su sátira en redondillas a los «hombres necios» es el más conocido de sus poemas.  Por el contrario, solo compuso dieciséis poemas religiosos durante su vida, lo que muestra el poco interés que la monja tenía por cuestiones religiosas. Los feministas han querido ver, en la Respuesta a Sor Filotea y en la redondilla Hombres necios, auténticos documentos de liberación femenina. Aunque no era nada nuevo atacar la hipocresía moral de los hombres con respecto a las mujeres, la mayoría de sus biógrafos opina que sor Juana abogó por la igualdad de los sexos y por el derecho de la mujer a adquirir conocimientos.

    Entre su obra lírica destacan también los villancicos, composiciones sencillas y populares que se cantaban en los maitines de las fiestas religiosas. Cada juego de villancicos obedece a un formato fijo de nueve composiciones, lo que les otorgaba una considerable extensión.Temáticamente, los villancicos celebran algún acontecimiento religioso en una variada gama de tonos poéticos que abarcan desde lo culto hasta lo popular.

    El estilo predominante de sus obras es el barroco. Sor Juana era muy dada a hacer retruécanos, a verbalizar sustantivos y a sustantivar verbos, y a otras libertades gramaticales que estaban de moda en su tiempo. El hipérbaton, recurso muy socorrido en la época, alcanza su esplendor en El sueño, obra repleta de sintaxis forzadas y de formulaciones combinatorias. La obra sorjuanesca es expresión característica de la ideología barroca: plantea problemas existenciales con una manifiesta intención aleccionadora, los tópicos son bien conocidos y forman parte del «desengaño» barroco. Se presentan, además, elementos como el carpe diem, el triunfo de la razón frente a la hermosura física y la limitación intelectual del ser humano.

    A su vez, la prosa sorjuanesca está conformada por oraciones independientes y breves sin nexos de subordinación. Lejos de facilitar la comprensión, esta sintaxis hace necesario suplir la lógica de las relaciones entre las sentencias, deduciéndola del sentido, de la idea que se expresa, lo que no siempre es fácil. Su profundidad, pues, está en el concepto a la vez que en la sintaxis.

PRINCIPALES OBRAS:

        Neptuno alegórico (1680)

        Los empeños de una casa (representación, 1683, publicación, 1692)

        Inúndación castálida (1689)

        El divino Narciso (1689)

        Primero sueño (1692)