QUEVEDO: CONCEPTISMO, FILOSOFÍA Y POLÍTICA

 

    Francisco de Quevedo nació en Madrid en 1580 en el seno de una familia de la pequeña nobleza española con una buena posición en la Corte pues su padre ejercía de secretario particular de algunas damas de la familia real. Las malformaciones congénitas de sus pies y una severa miopía le marcaron físicamente durante toda su vida, condicionando también sus relaciones sociales. Sin embargo, el estatus de su familia y sus buenas disposiciones naturales le permitieron acceder con provecho a algunos de los centros educativos de mayor prestigio en la España de finales del siglo XVI, el Colegio Imperial de los jesuitas en Madrid y la Universidad de Alcalá. Además, entre 1601 y 1606 cursó también estudios de Teología en Valladolid. Esta prolongada y amplia etapa formativa explica sus profundos conocimientos literarios y filosóficos así como su destreza en el uso de las lenguas hebrea, griega y latina, además del italiano y el francés. Durante sus años de estudiante Quevedo mantuvo correspondencia con el famoso humanista flamenco Justo Lipsio y desarrolló una afición por Séneca y la filosofía de los estoicos que mantendría durante toda su vida. De entonces son también sus primeras producciones literarias como las Cartas del caballero de la Tenaza y, sobre todo, la novela picaresca Vida del Buscón don Pablos.

    En 1606 regresó a Madrid junto con el resto de la corte y comenzó a interesarse por la política, al mismo tiempo que escribía poesía lírica de las más diversas temáticas y prosa satírica como los Sueños. También participó activamente en la vida cultural de la capital tomando partido por Lope de Vega y por Cervantes frente a otros escritores como Góngora o Juan Ruiz de Alarcón de quienes acostumbra a burlarse tanto literaria como personalmente.

    Por esos mismos años, Quevedo entra al servicio del Duque de Osuna, uno de los más importantes partidarios del valido de Felipe III, el Duque de Lerma. Esto le permitió alcanzar puestos de influencia en la Corte pero también le obligó a trasladarse a Sicilia, en 1613, donde el Duque de Osuna fue destinado como virrey. A partir de este momento, Quevedo habrá de desempeñar delicadas misiones diplomáticas y de espionaje en territorio italiano e, igualmente, se encargará de conseguir, en España, la aprobación de los proyectos de su protector. Su buen hacer político le fue gratificado con el título de Caballero de la Orden de Santiago en 1617.

    Esta primera parte de su carrera cortesana terminó bruscamente con la caída en desgracia del Duque de Osuna en 1620. Apartado de su cargo de virrey, el Duque fue encarcelado y Quevedo desterrado a la Torre de Juan Abad, señorío contra cuyo concejo hubo de pleitear durante años hasta que logró hacer valer sus derechos. Tras la subida al trono de Felipe IV, Quevedo regresó de nuevo a la Corte y, pese a sus iniciales recelos contra el régimen del nuevo valido, el conde-duque de Olivares, que había provocado la caída de Osuna, Quevedo se acercó pronto a él. Es muy probable que Quevedo, imperialista y belicista, llegara a ver en Olivares la última posibilidad de salvación para el Imperio Hispánico, por lo menos en este primer momento de sus relaciones.

    Esta fue la época de mayor éxito de Quevedo en la Corte, donde llegó a ser nombrado secretario de Felipe IV en 1632. Precisamente la exposición pública de ese cargo y el hecho de que hasta entonces Quevedo hubiera llevado una vida disipada y reprobable de solterón mujeriego y juerguista, le obligaron a contraer matrimonio contra su voluntad en 1634. Ese año se casó con una viuda rica, Esperanza de Mendoza, señora de Cetina, matrimonio que, sin embargo, apenas duró tres meses.

    Por razones todavía no aclaradas del todo pero que tendrían que ver con el rechazo de determinadas políticas del Conde-Duque en momentos cruciales de la Guerra de los 30 Años, Quevedo fue encarcelado de nuevo en 1639 en San Marcos de León, donde permaneció encerrado hasta la caída de Olivares en 1643. De inmedianto el poeta, ya muy enfermo, fue puesto en libertad pero solo para retirarse definitivamente a su señorío de la Torre de Juan Abad. Sin acabar de recuperarse, muere en 1645. Sus obras poéticas serían editadas poco después, en 1648, con el título de Parnaso español.

    Buena parte de la producción literaria de Quevedo se difundió ampliamente de forma manuscrita antes de ser impresa. Esto afectó especialmente a sus poemas líricos, algunos de los cuales habían sido editados ya en 1605 en una obra colectiva titulada Flores de poetas ilustres de España pero que no fueron recogidos de forma individual hasta después de su muerte. En su obra lírica, gran parte de la cual es poesía satírica de calidad muy discutible, destaca el ciclo de poemas amorosos dedicado a Lisi, y sus sonetos, salmos y canciones metafísicos, en los que expone su más íntimo desconsuelo existencial. La visión que da su filosofía es profundamente pesimista, marcada sobre todo por los rasgos propios del neoestoicismo cristiano que había aprendido en las obras de Justo Lipsio.

PRINCIPALES OBRAS

    Vida del Buscón don Pablos (1626), novela picaresca

    Política de Dios (1626), tratado político

    Sueños (1627), prosa satírica

    La cuna y la sepultura (1634), tratado filosófico

    El Parnaso español (1648), poesía lírica