LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

TABACARIA de ÁLVARO DE CAMPOS

 
Para Irene Ortega.            
 

I: TEXTO -

 

TABACARIA

 

Não sou nada.

Nunca serei nada.

Não posso querer ser nada.

À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.

 

Janelas do meu quarto,

Do meu quarto de um dos milhões do mundo que ninguém sabe quem é

(E se soubessem quem é, o que saberiam?),

Dais para o mistério de uma rua cruzada constantemente por gente,

Para uma rua inacessível a todos os pensamentos,

Real, impossivelmente real, certa, desconhecidamente certa,

Com o mistério das coisas por baixo das pedras e dos seres,

Com a morte a pôr humidade nas paredes e cabelos brancos nos homens,

Com o Destino a conduzir a carroça de tudo pela estrada de nada.

 

Estou hoje vencido, como se soubesse a verdade.

Estou hoje lúcido, como se estivesse para morrer,

E não tivesse mais irmandade com as coisas

Senão uma despedida, tornando-se esta casa e este lado da rua

A fileira de carruagens de um comboio, e uma partida apitada

De dentro da minha cabeça,

E uma sacudidela dos meus nervos e um ranger de ossos na ida.

 

Estou hoje perplexo como quem pensou e achou e esqueceu.

Estou hoje dividido entre a lealdade que devo

À Tabacaria do outro lado da rua, como coisa real por fora,

E à sensação de que tudo é sonho, como coisa real por dentro.

 

Falhei em tudo.

Como não fiz propósito nenhum, talvez tudo fosse nada.

A aprendizagem que me deram,

Desci dela pela janela das traseiras da casa,

Fui até ao campo com grandes propósitos.

Mas lá encontrei só ervas e árvores,

E quando havia gente era igual à outra.

Saio da janela, sento-me numa cadeira. Em que hei-de pensar? (...)

 

 

TABAQUERÍA

 

No soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

 

Ventanas de mi cuarto,

cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién son

(y si lo supiesen, ¿qué sabrían?)

Ventanas que dan al misterio de una calle cruzada constantemente por la gente,

calle inaccesible a todos los pensamientos,

real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,

con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,

con el de la muerte que traza manchas húmedas en las paredes,

con el del destino que conduce al carro de todo por la calle de nada.

 

Hoy estoy convencido como si supiese la verdad,

lúcido como su estuviese por morir

y no tuviese más hermandad con las cosas que la de una despedida,

y la hilera de trenes de un convoy desfila frente a mí

y hay un largo silbido

dentro de mi cráneo

y hay una sacudida en mis nervios y crujen mis huesos en la arrancada.

 

Hoy estoy perplejo, como quien pensó y encontró y olvidó,

hoy estoy dividido entre la lealtad que debo

a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,

y la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

 

Fallé en todo.

Como no tuve propósito alguno tal vez todo fue nada.

Lo que me enseñaron

lo eché por la ventana del traspatio.

Ayer fui al campo con grandes propósitos.

encontré sólo hierbas y árboles

y la gente que había era igual a la otra.

Dejo la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de pensar? (...)

Trad. de Octavio Paz.

 

         II: COMENTARIO - El poema anterior no está completo pues Tabacaria, una de las composiciones más famosas y representativas de la obra multiforme de Fernando Pessoa consta de más de cien versos y rebasa, por lo tanto, los límites que nos hemos autoimpuesto en esta antología. No habría sido difícil encontrar otras creaciones del autor lisboeta que cumplieran con el requisito de la extensión: las Odas de Ricardo Reis son breves, por ejemplo, y lo mismo los poemas de O guardador de rebanhos de Alberto Caeiro. Sin embargo, la grandeza de Pessoa bien merece hacer con él una excepción y la elección del fragmento inicial de Tabacaria -168 versos en total- queremos presentarla aquí como un homenaje al que tal vez deba ser considerado el mejor poeta europeo del siglo XX.

    Tabacaria es un poema metafísico. Suele decirse que el ingeniero Álvaro de Campos, que en su momento había sido el más moderno y vanguardista de los heterónimos de Pessoa, en la última etapa de su vida -Tabacaria fue escrito en 1928 y publicado en 1933, dos años antes de la muerte de su creador-, fue sumergiéndose en un pesimismo decadentista que refleja como ningún otro este poema. En ese sentido, en esta etapa final de Álvaro de Campos hay mucho de síntesis final de los grandes heterónimos de Pessoa: el autor de Tabacaria, tan innovador todavía en la amplia dicción de su verso libre aprendido de Walt Whitman, parece haber leído también con aprovechamiento la filosofía antipoética de Caeiro y sentirse atraído por el pesimismo existencial de Reis. Solo la euforia doctrinal del verdadero Pessoa en Mensagem -precisamente de 1934-, parece ajena a su Álvaro de Campos.

    Tabacaria reflexiona sobre la inanidad e irrelevancia del pensamiento humano, una de las grandes angustias del intelectual europeo del siglo pasado. Agotada la fe en la razón, que había dado alas al progreso de la civilización en Occidente, los intelectuales del primer tercio del siglo XX van perdiendo su confianza, igualmente, en las creaciones de la técnica, lo único que parecía poder rellenar el vacío dejado por el Humanismo. Incluso un hombre de ciencias y apasionado en su juventud por la tecnología, incluso un ingeniero naval formado en Glasgow y que ha escrito con anterioridad poemas tan significativos como la Ode triunfal, admirando el tráfago industrial de una fábrica, y donde exclama “Ah, poder exprimir-me todo como un motor se exprime!”, llegado a finales de los años 20 en su Lisboa natal a un completo agotamiento intelectual, solo puede preguntarse ya por la propia realidad del mundo que le rodea.

    La Tabacaria de Pessoa refleja la absoluta parálisis a que el pensamiento europeo llegó en los años 30. Los intelectuales se sienten incapaces de creer en sí mismos, convencidos de la vacuidad de sus reflexiones, y se dejan llevar por la más cómoda percepción inmediata de la realidad, quedándose al margen, contemplando. Este abandono, esta renuncia a seguir creyendo en su propio esfuerzo racional, incluso en la práctica científica, explica en buena medida la deriva de la intelectualidad europea en esas fechas y su incapacidad de reaccionar ante la catástrofe.

    Hoy en día, 100 años después, resulta sencillo juzgar de tibios o de criminales a quienes como Pessoa o Campos, no reaccionaron frente a la ruina de la democracia liberal en Europa o, como Hamsun, Maiakovski, Alberti o Céline, se pusieron decididamente en contra, entregándose a la acción directa y al totalitarismo como forma de salir del marasmo.

    Álvaro de Campos no marchará sobre Roma ni ensalzará a la caballería roja. El poeta portugués, como su creador Pessoa, se quedara cómodo y exhausto en la Lisboa de Oliveira Salazar, asomado a la ventana, intentando decidir qué sentido tiene su vida, acatando solo con reticencias la existencia del mundo y consolándose, en todo caso, de su propia futilidad.

    Sin embargo, resulta imposible no sentirse atrapado por la potencia lingüística y conceptual del poema de Pessoa. Desde esos versos iniciales que van ampliando la idea original como el arranque lento de una larga carrera, el pensamiento del poeta se despliega poco a poco con una amplitud de imágenes y de conceptos que supera la de su admirado Whitman. El lenguaje se hace a la vez envolvente y creativo. Las repeticiones rítmicas de los versos y las imágenes precisas y sorprendentes -“Estou hoxe lúcido, como se estivesse para morrer”-, nos sumergen en un mundo poético especial donde la auténtica realidad acaba siendo el vaivén de las palabras y de las imágenes que sugieren. Dejamos fuera, finalmente, en el mundo pobre de la realidad, el estanco -la Tabaquería-, la ventana y su calle, Lisboa toda y al propio poeta. Y queda solo para nosotros en los versos de Pessoa la pura lírica de su poesía y esa profunda e inescrutable perplejidad ante la vida, “como quen pensou e achou e esqueceu”. ¡Qué difícil, resistirse a Pessoa! [E. G.]