LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

A MI PATRIA de MIHAI EMINESCU

 

 

DULCE ROMÂNIE

 

Ce-ți doresc eu ție, dulce Românie,

Țara mea de glorii, țara mea de dor,

Brațele nervoase, arma de tărie,

La trecutu-ți mare, mare viitor!

Fiarbă vinu-n cupe, spumege pocalul,

Dacă fiii-ți mândri aste le nutresc;

Căci rămâne stânca, deși moare valul,

Dulce Românie, asta ți-o doresc.

 

Vis de răzbunare negru ca mormântul

Spada ta de sânge dușman fumegând,

Și deasupra idrei fluture cu vântul

Visul tău de glorii falnic triumfând,

Spună lumii large steaguri tricoloare,

Spună ce-i poporul mare, românesc,

Când s-aprinde sacru candida-i vâlvoare,

Dulce Românie, asta ți-o doresc.

 

Îngerul iubirii, îngerul de pace,

Pe altarul Vestei tainic surâzând,

Ce pe Marte-n glorii să orbească-l face,

Când cu lampa-i zboară lumea luminând,

El pe sânu-ți vergin încă să coboare,

Guste fericirea raiului ceresc,

Tu îl strânge-n brațe, tu îi fă altare,

Dulce Românie, asta ți-o doresc.

 

Ce-ți doresc eu ție, dulce Românie!

Tânără mireasă, mamă cu amor!

Fiii tăi trăiască numai în frăție

Ca a nopții stele, ca a zilei zori,

Viață în vecie, glorii, bucurie,

Arme cu tărie, suflet românesc,

Vis de vitejie, fală și mândrie,

Dulce Românie, asta ți-o doresc!

 

 

DULCE RUMANÍA

 

 

¿ Qué deseo para ti, dulce Rumanía,

Mi país de gloria, mi país de anhelo ?

Los brazos nerviosos, armas con vigor,

¡A tu gran pasado, un futuro igual!

Hierva el vino en las copas, espumajee,

Si tus hijos soberbios esto lo desean;

Permanece la roca, aunque muere la ola,

Dulce Rumanía, esto te deseo.

 

 

 

Sueño de venganza negro como la tumba

Tu espada de sangre humeando al enemigo,

Y encima de la hidra qué ondee por el viento

Tu sueño de gloria triunfando altivo,

Qué digan al mundo banderas tricolores,

Lo que es el pueblo grande y rumano,

Cuando se enciende sacra su cándida llama,

Dulce Rumanía, esto te deseo.

 

 

 

 

El ángel del amor, el ángel de la paz,

Sonriendo con misterio en el altar de Vesta,

Que vuelve ciego al glorioso Marte,

Cuando con su lámpara ilumina al mundo,

Él sobre tu seno que siga bajando,

Que guste la felicidad del paraíso celestial,

Tú cógelo en los brazos, hazle altares,

Dulce Rumanía, esto te deseo.

 

 

 

 

Qué deseo para ti, dulce Rumanía,

¡ Tú, joven novia, madre con amor !

Que tus hijos vivan siempre como hermanos

Como estrellas en la noche, como amanecer,

Vida en eternidad, gloria, alegría,

Armas con fortaleza, alma rumana,

Sueño de valentía, orgullo y grandeza,

¡ Dulce Rumanía, esto te deseo !

 

 

 

 

    II: COMENTARIO: No tuvo ninguna duda mi alumna Alexandra Tanasie a la hora de elegir el poema que iba a comentar en la clase de Literatura Universal cuando le indiqué que en la selección de los poetas románticos estaba Eminescu. En un momento buscó en la red “Dulce Rumanía” y se puso a trabajar con ilusión en el comentario. Nada sabía sobre el poema pero había oído hablar a sus padres del poeta y de la importancia de su poesía en el país donde ella había nacido. Mihai Eminescu es el poeta nacional de Rumanía y este poema lo justifica. Para mí, además de una forma de homenaje a tantos alumnos míos rumanos a los que he enseñado la literatura de mi país, puede servir también como apropiado acercamiento al concepto de nacionalismo como invento romántico y a una de sus más tópicas, perniciosas y apreciadas plasmaciones poéticas.

    Cuando Eminescu escribe y publica este poema, 1867, no existía ni había existido nunca entidad política alguna llamada Rumanía. El poeta había nacido en una pequeña aldea de Moldavia, un remoto principado en los Cárpatos integrado desde hacía siglos en el Imperio Otomano. Él mismo se apellidaba en realidad Eminovici, a la manera eslava, como eslavo era el instituto en el que estudió en la capital de la Bucovina entonces austriaca, después rumana y hoy ucraniana, Czernowitz / Cernăuți / Chernivtsi. ¿A qué patria se refiere, pues, Eminescu, con su “dulce Rumanía”?

    Si nos atenemos a los acontecimientos históricos inmediatos, habremos de remitirnos al Reino de Rumanía, creado en 1877 tras una guerra ruso-turca en la que los hoy rumanos apoyaron a Rusia a cambio de su independencia. En ese reino, la Moldavia de Eminescu formaba un nuevo país con la Valaquia danubiana, basado en una lengua románica y la religión cristiana. Eminescu todavía viviría en ese país la última década de su existencia, por lo que hemos de suponer satisfechos los anhelos que inspiraron su poema. O tal vez no, si tenemos en cuenta que la Rumanía que él conoció solo alcanzaba 125.000 Km.2 frente a los casi 240.000 que ocupa en la actualidad: la inmensa Transilvania, por ejemplo, solo se integraría en Rumanía tras de la I Guerra Mundial. Y todavía hoy los nacionalistas rumanos siguen soñando con la Gran Rumanía, que incorpore la República de Moldavia, integrada en la URSS tras la II Guerra Mundial, y la propia Bucovina en la que vivió Eminescu.

    No es de extrañar, por lo tanto, en ese contexto histórico, el tono belicista del poema, la mención de esas “armas con vigor” (“arma de tărie”) y “armas con fortaleza” (“arme cu tărie”) que abren y cierran el poema. Eminescu nació solo dos años después de la revolución nacionalista de 1848. Mamó desde su infancia una ideología populista que legitimaba la rebelión armada en la supuesta existencia de determinados pueblos con derechos colectivos. Este pensamiento irracionalista, creado por el idealismo romántico de principios de siglo, se materializó durante décadas en múltiples levantamientos, sublevaciones y guerras que condujeron a Europa hasta las dos fabulosas masacres que acabaron con ella en el siglo XX. El interés de los imperios occidentales -británico y francés- por desbaratar a sus enemigos orientales -Rusia, Austria y Turquía- les llevó a potenciar todo tipo de nacionalismos en su interior, sin que ello les impidiera, en cambio, ahogar en sangre los que surgían en su propio territorio -Irlanda- o en sus colonias -India, Argelia...-.

    El poema de Eminescu ilustra de forma poética esta oscura faceta de la Historia de Europa. La equilibrada estructura de sus estrofas nos ofrece una presentación y un cierre rodeando a las dos octavas centrales, reservadas a cada uno de los dos potentes sentimientos que le interesan al poeta: la violencia y el amor, por este orden. De la lucha contra el enemigo, de ese “sueño de venganza negro como la tumba”, saldrán sin duda esos ángeles de amor y de paz de la siguiente estrofa. Eminescu desea, desea y ofrece, como todos los nacionalistas iluminados de aquella y de esta época, un paraíso para después de la batalla, esa “dulce Rumanía” tan gloriosa como evanescente.

    Con su vana retórica de nacionalismo popular y de imperialismo cultural, el siglo XIX fue construyendo pacientemente las bases de la destrucción de Europa. Los más grandes intelectuales, los mejores artistas, los más apasionados poetas dedicaron sus vidas, como Eminescu, como Petőffi, como Mickiewicz, a ensalzar la diferencia, a delimitar las fronteras, a señalar al enemigo y prometer la gloria tras la victoria. Creían de buena fe que ese era el camino correcto para sus vidas y las de los suyos. No podían imaginar la inmensa catástrofe a la que nos dirigían. Fueron culpables, por supuesto, pero por inconsciencia. Nosotros sí sabemos lo que hay al final de esas soflamas caducas y engañosas; no podemos, como ellos, alegar ignorancia: somos hijos del holocausto de Europa y herederos de sus ruinas.

    El despertar de la pesadilla nacionalista, la plena integración de todos los que amamos tu cultura, una nueva oportunidad en la Historia, dulce Europa, eso te deseo. [E. G.]