LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

 PANGUR BÁN atr. a SEDULIO ESCOTO

 
A Javier Pascual, que me pidió un poema.                
 
 

    I: TEXTO - https://www.ibiblio.org/gaelic/Rhodes/sb.12.html

 

 

Messe ocus Pangur bán,

cechtar nathar fria shaindán:

bíth a menmasam fri seilgg,

mu menma céin im shaincheirdd.

 

Caraimse fos, ferr cach clú

oc mu lebrán, léir ingnu;

ní foirmtech frimm Pangur bán:

caraid cesin a maccdán.

 

Ó ru biam, scél cen scís,

innar tegdais, ar n-óendís,

táithiunn, díchríchide clius,

ní fris tarddam ar n-áthius.

 

Gnáth, húaraib, ar gressaib gal

glenaid luch inna línsam;

os mé, du-fuit im lín chéin

dliged ndoraid cu ndronchéill.

 

Fúachaidsem fri frega fál

a rosc, a nglése comlán;

fúachimm chéin fri fégi fis

mu rosc réil, cesu imdis.

 

Fáelidsem cu ndéne dul

hi nglen luch inna gérchrub;

hi tucu cheist ndoraid ndil

os mé chene am fáelid.

 

Cia beimmi a-min nach ré

ní derban cách a chéle:

maith la cechtar nár a dán;

subaigthius a óenurán.

 

Hé fesin as choimsid dáu

in muid du-ngní cach óenláu;

du thabairt doraid du glé

for mu mud céin am messe.

 

El blanco Pangur y yo

ejercemos cada uno nuestro oficio:

él pone atención en cazar,

yo pongo atención en mi arte.

 

 

Yo prefiero, antes que la fama,

ponerme aplicado a mi libro;

el blanco Pangur no me envidia,

prefiere su juego de niños.

 

 

Cuando -siempre la misma historia-

estamos solos en casa,

tenemos en qué ocupar nuestro ingenio,

cada uno en un juego interminable.

 

 

A menudo, tras reñidos combates,

un ratón cae entre sus redes;

por lo que a mí respecta, cae en mi red

una difícil ley de intrincado sentido.

 

 

Él dirige sus claros ojos, perfectos,

a los muros de alrededor;

yo dirijo a la honda sabiduría

mis límpidos ojos cansados.

 

 

Se alegra, con ágil movimiento,

cuando un ratón se prende de su zarpa;

si entiendo algo difícil que me gusta,

también yo mucho me alegro.

 

 

Aunque estemos así siempre,

ninguno estorba al otro:

gusta a cada uno su oficio,

disfrutamos uno y otro con ellos.

 

 

Él es el solo señor

del trabajo que hace cada día;

a comprender bien lo que es difícil

dedico yo mi trabajo.

 

Trad.: A. Rivero Taravillo.

 

 

    II: COMENTARIO – Mientras leo este poema, me gusta imaginar a un joven monje benedictino de la remota Hibernia sentado en el scriptorium de un también aislado monasterio suabo del siglo IX, entregado a su quehacer diario de copia e interpretación de abstrusos textos teológicos. Pero solo imagino: imagino que se trata de un monje porque monjes eran casi todos los que se dedicaban en la Alta Edad Media al estudio de los libros antiguos. Imagino que el monje es irlandés porque utiliza un dialecto celta en su poema y por la gran relevancia cultural de los monjes irlandeses en la Europa carolingia. Lo imagino trabajando en Reichenau porque en esa abadía, en una isla del lago Constanza, se conservó la única copia de este poema. Y lo imagino joven porque me gusta pensar que es propio de un joven entretener su aburrimiento mirando a su gato mientras caza ratones, como me imagino a mis alumnos mirando volar los pájaros mientras hacen como que estudian para mis exámenes. Pero el autor, en realidad, no tiene por qué ser un religioso y nada hay en el texto que lo indique; se hablaban dialectos celtas también en Escocia, en Gales e incluso en la Bretaña hoy francesa; el poema pudo ser escrito en cualquier otro sitio antes de ir a parar a Reichenau; y el aburrimiento es una dolencia que afecta a todas las edades.

    Así pues, en mi lectura de este poema todo son imaginaciones mías excepto el propio poema. Y este, en sí, no puede ser más sencillo: el copista compara la actividad de su gato Pangur cazando ratones con su propio trabajo interpretando los textos que lee. Todas las estrofas reiteran la misma idea desde distintas perspectivas. Sedulio Escoto, a quien se atribuye este poema, o cualquier otro escritor celta como él, compone su texto con ocho estrofas “deibhidhe”: una sencilla estructura de cuatro versos de siete sílabas, con una sílaba final átona en los versos pares que rima con una sílaba final tónica en los impares. Se trata de uno de los modelos más típicos de la lírica cuantitativa     irlandesa    , basado en una métrica regular y el uso abundante de la aliteración.

    Más difícil podría ser la interpretación del texto. Y digo “podría” porque buscarle una interpretación a este poema puede ser innecesario: el poema solo habla de un gato y de su dueño. El poeta encuentra una sorprendente equivalencia entre el principal y acaso único quehacer del gato, cazar ratones, y el principal y acaso único quehacer suyo, interpretar las escrituras. Los dos hallan en ello un entretenimiento continuo que les resulta muy satisfactorio y en el que se muestran competentes. ¿No es bastante? El propio idioma del texto aconseja no seguir adelante. El poeta está utilizando una forma lingüística ajena a lo que para él mismo sería una producción culta y trascendente. De hecho, si está escribiendo en Reichenau, es probable que este poema solo lo entienda él. No compone para un público lector y menos aún para un lector exigente. Parece escribir solo para sí mismo y para su gato.

    Sin embargo, resulta difícil negarse a buscar en este poema una interpretación más profunda. Los intelectuales de la Edad Media estaban habituados a la exégesis, incluso profesional, de los textos. Parece más que posible que el autor, hecho a estas técnicas, las incorpore, diríamos que por defecto, a su propia escritura. Que Pangur sea blanco, por ejemplo, no tiene por qué significar otra cosa que el pelo del gato del monje era blanco, pero cómo iba a obviar el autor que el blanco es el color que identifica, en el Apocalipsis de Juan, a los que escapan de la Gran Tribulación. El poeta se compararía así con un ser angélico y su trabajo adquiriría connotaciones salvadoras. Pero además, esa tarea intelectual del poeta se mueve en un plano muy diferente a la de Pangur. El gato utiliza sus zarpas y sus ojos para proveerse de un alimento de esta tierra; el autor, en cambio, se alimenta con su trabajo intelectual, desentrañando el profundo sentido de unas palabras trascendentes que, de no ser por su esfuerzo, permanecerían incomprensibles. Una tarea es carnal, espiritual la otra, y eso pondría al autor en un plano superior a su gato y al ser humano en un peldaño superior a la Naturaleza.

    Sin embargo, casi creo oír, desde Tauste, la risa que intenta sofocar Sedulio en su tumba. Hasta el propio gato puede estar burlándose de mis palabras. Para nosotros hoy, tan afectos a nuestras mascotas y al positivismo, un gato es solo un gato y un monje medieval, una entelequia. Y yo mismo, que escribo esto, ni entiendo la lengua del poema ni tengo los conocimientos necesarios para juzgarlo. Pero, como el blanco Pangur con sus ratones y el monje irlandés con sus códices, me siento en mi casa con mis libros, me esfuerzo en mi lectura cuanto puedo, redacto en mi propia lengua, con mis mejores palabras, lo que me brota de dentro y lo alojo todo en esta inmensa biblioteca de arena por si a alguien le interesa. Y eso es todo, Javier: ni siquiera tengo gato. [E. G.]