LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

MARZO de ATTILA JÓZSEF

 

    I – TEXTO: https://www.arcanum.hu/hu/online-kiadvanyok/Verstar-verstar-otven-kolto-osszes-verse-2/jozsef-attila-1EE20/versek-1EE25/1937-1FC5C/marcius-1FCB6/

 

 

            MÁRCIUS

 

            1

Langy, permeteg eső szemerkél,

új búza pelyhe ütközik.

Kéményre gólya s a levert tél

jeges csucsokra költözik.

Zöld robbanásokkal kitört

a kikeleti víg erőszak.

Asztalos műhelye előtt

remény legyint meg, friss fenyőszag

 

Mit ír a hírlap? Dúl a banda

Spanyolhonban és fosztogat;

Kínában elűzi egy bamba

tábornok a parasztokat

kis telkükről. Had fenyeget,

vérben áznak a tiszta vásznak.

Kínozzák a szegényeket.

Hadi uszítók hadonásznak.

 

Boldog vagyok: gyermek a lelkem;

Flóra szeret. S lám, álnokul,

meztelen, szép szerelmünk ellen

tankkal, vasakkal fölvonul

az ember alja. Megriaszt

a buzgóság e söpredékben.

S csak magunkból nyerek vigaszt,

erőt az élet érdekében.

 

            2

Zsoldos a férfi, a nő szajha,

szivüket el nem érhetem.

Gonoszságuk is föl van fujva,

mégis féltem az életem.

Hisz nincs egyebem e kivül.

Számol ezzel a gondos elme.

A megbántott Föld ha kihül,

ég Flórám és szivem szerelme.

 

Mert mi teremtünk szép, okos lányt

és bátor, értelmes fiút,

ki őriz belőlünk egy foszlányt,

mint nap fényéből a Tejút, -

és ha csak pislog már a Nap,

sarjaink bízóan csacsogva

jó gépen tovább szállanak

a művelhető csillagokba.

 

            MARZO

 

            I

 

Una tibia llovizna cae serenamente

y la espiga del trigo joven sube hacia el cielo.

En una chimenea la cigüeña se instala

y el invierno, abatido, se muda a los glaciares.

Llegó la primavera con su alegre violencia,

llegó la primavera con verdes estallidos.

Delante del taller de un carpintero

exhala la esperanza olor a pino.

 

 

 

¿Qué dicen las revistas? Una banda saquea

a España y la devasta.

En China un general estúpido

quita a los campesinos

sus pedazos de tierra. La guerra hace amenazas.

Las camisas más limpias se empapan de sangre.

Los pobres están siendo torturados.

Los que atizan la guerra gesticulan.

 

 

 

Alegre soy: tengo el alma de un niño

y Flora me ama. Contra nuestro amor

amor bello y desnudo— avanza al populacho

desfilando con hierros y con tanques.

El celo de esta chusma

me asusta, desde luego,

y sólo obtengo fuerza y esperanza

en interés de nuestras vidas.

 

 

 

 

 

            II

 

El hombre es mercenario, la mujer prostituta.

Entre sus corazones y el mío no habrá diálogo.

Sus maldades también están infladas

y temo por mi vida

que es todo cuanto tengo.

Mi mente, precavida, piensa en esto.

Y cuando el globo herido ya está helado

el amor de mi pecho y mi Flora arderán.

 

 

 

Una hermosa muchacha, sabia, procrearemos,

y también un varón inteligente y bravo.

Ellos heredarán un jirón de nosotros

como la vía láctea guarda la luz del sol.

Y cuando el mismo sol ya sólo parpadee,

mientras charlan, confiados, volarán nuestros hijos

a bordo de máquinas buenas

en pos de las estrellas laborables.

 

Trad.: Fayad Jamís

 

 

 

    II – COMENTARIO: Una de las reflexiones más recurrentes en la literatura europea del siglo XX y de las más humanas, sinceras y desasosegantes, se pregunta por el sentido de la vida en una sociedad en crisis y tan injusta como la nuestra. La urgencia de la revolución, la posibilidad de su éxito, la lucha y el sufrimiento, la inmensa luz del horizonte y enfrente un mero corazón enamorado, anhelos diminutos, la felicidad personal, de la persona amada, del mínimo círculo de la familia… En una antología de novelas hubiéramos seleccionado Doctor Zhivago; por ser de poesía, traemos aquí los versos de József. Acaso haya habido, entre los miles de muertos hoy anónimos de la Revolución, honrados luchadores que entregaron su vida al ideal comunista. El propio Pasternak presenta alguno en su novela. Pero el protagonista de ese faceta de la Historia que le interesa al autor es Yuri Zhivago, la pugna entre vida e ideales, el reconocimiento de la humana incapacidad para el sacrificio revolucionario. Zhivago, como Marzo, son la confesión, en cierto modo dolorida, de nuestra irrenunciable humanidad.

    Hay algo frío y doloroso en ese puro idealismo al que la Historia Contemporánea nos ha ido acostumbrando. Hemos llegado a tener miedo a las meras ideas, sobre todo a aquellas que más difícil nos resulta refutar. Los grandes conceptos cuentan entre nosotros con la reserva prudente que aconsejan las grandes matanzas provocadas en su nombre en el siglo XX. La Libertad, el Socialismo, la Igualdad, la Justicia… tienen hoy las manos tan manchadas de sangre como las pudieron tener Dios, la Ortodoxia, la Pureza o la Verdad en otras épocas. Por eso tienen especial valor los documentos poéticos, como este Marzo del húngaro Attila József, que muestran esta pugna de forma honrada.

    Decir que József fue un proletario sería acaso elevar mucho el listón. Lo definiría de forma más precisa decir de él que fue un muerto de hambre. Huérfano de padre desde muy niño y con una madre tan pobre y enferma que no podía alimentarlo, conoció todas las miserias del capitalismo más impío de principios de siglo. Resulta un misterio, casi un milagro, que su biografía no acabara con él durante su adolescencia. Sin embargo, József salió adelante y en los años 20 se convirtió en uno de los principales poetas húngaros revolucionarios. Escribió siempre enfrentado a esa sociedad que le había marginado desde su propio nacimiento y que siguió echándolo a los perros siempre que pudo. Nadie podía, como él, señalar con más indignación y justicia las lacras del sistema, la necesidad imperiosa de ponerlo todo patas arriba. Al mismo tiempo, tal vez por traumas heredados desde su infancia, tal vez por el propio desquiciamiento social en el que se vio envuelto toda su vida, los problemas síquicos que ya habían marcado su juventud, iban en aumento.

    Marzo es un poema de ese mismo mes del año 1937. El autor murió, probablemente se suicidó, en diciembre de ese año, con solo 32 años. Es, por lo tanto, uno de sus últimos poemas y uno de los que más claramente muestran esa pugna entre la realidad y el deseo que tanto marca la literatura de esta época. La “banda” que saquea y devasta España es, por supuesto, la de los militares fascistas que se habían sublevado contra la República el año anterior; el “general estúpido” que quita a los chinos sus parcelas de tierra nos hace pensar en el nacionalista Chian Kai-Shek, que casi había acabado con los últimos reductos comunistas durante la Larga Marcha. En marzo de 1937, József es consciente de que la guerra y la muerte están muy cerca de su tierra. Más aún, el 15 de marzo es una fecha grabada a fuego en la memoria húngara: el inicio de la Revolución de 1848, a cuya cabeza figuraba el gran poeta húngaro, Petöffi, muerto en combate por la libertad de Hungría. Represión, violencia, guerra y Revolución. Y sin embargo, József no puede dejar de escribir, entre tantas amenazas, un poema de amor. El poeta ama a Flora, Flora Kotmutza, a quien había conocido justo entonces, y al menos en sus versos, es correspondido. El mundo alrededor de los dos solo es ruido, y molesta.

    Podríamos leer este poema como una mera ironía y fijarnos solo en lo ridículo que parece la expresión de este amor en medio del caos de la Historia. Más todavía, podemos pensar en lo que habrá sido de estos sentimientos solo dos años después, cuando en septiembre del 39, József esté ya muerto y comience la Guerra. Pero no parece ser esta la intención del poeta. Tanto el principio como el final de estos versos son tan luminosos que el lector no puede tratarlos como una broma. Además, todos sabemos que lo que dice József es cierto, que suceda lo que suceda, marzo traerá el buen tiempo y hará que los trigos crezcan; que suceda lo que suceda, nada nos haría más felices que saber felices a nuestros hijos. El universo tiene sus ritmos y no responde a nuestras miserias; más aún, nosotros mismos necesitamos creer que algo de nosotros quedará cuando no estemos, que podemos contar con una última esperanza, aquí esas máquinas voladoras en “mundos laborables”.

    Y es que, en realidad, ¿por qué habríamos de seguir luchando, si no tuviéramos esa esperanza íntima? ¿Hemos de dar la vida por la Humanidad, signifique esa palabra lo que signifique, esforzarnos en todo momento por el amor al prójimo? No es posible saber hasta qué punto sabía József que su vida se acercaba al fin mientras escribía estos versos, pero había vivido lo suficiente como para saber que la experiencia personal no puede alimentarse solo de grandes ideas, de ahí que los propios comunistas lo hubieran rechazado ya por “desviacionista”. Marzo impone la vida íntima a un mundo en crisis, esas pequeñas experiencias que la intelligentsia del siglo XX creyó denigrar llamándolas “pequeñoburguesas”. Un auténtico poeta proletario, uno de los más grandes poetas nacidos del “pueblo”, como József, confiesa que no es tan sencillo. Somos seres humanos y la vida tiene sus derechos sobre nosotros: Primum vivere, deinde revolutionari. [E. G.]