LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

NINGÚN HOMBRE ES UNA ISLA de JOHN DONNE

 
        I: TEXTO - 
 

            MEDITATION XVII

 

     No man is an Iland, intire of itselfe; every man

is a peece of the Continent, a part of the maine;

if a Clod bee washed away by the Sea, Europe

is the lesse, as well as if a Promontorie were, as

well as if a Manor of thy friends or of thine

owne were; any mans death diminishes me,

because I am involved in Mankinde;

And therefore never send to know for whom

the bell tolls; It tolls for thee.

 

 

MEDITACIÓN XVII

 

Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.

Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.

Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,

como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.

Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,

porque me encuentro unido a toda la humanidad;

por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

Trad.: W. Shand y A. Girri.

 

 

            II: COMENTARIO - Seleccionamos en esta ocasión para nuestra antología lírica un famoso poema que no lo es. Pues aunque por lo general lo encontremos, como aquí, segmentado en supuestos versos, el texto copiado más arriba es, en realidad, un breve fragmento en prosa de la “Meditación XVII”, recogida en las Devotions upon Emergent Occasions, publicadas por el inglés John Donne en 1624. Esa es la razón de que en ocasiones aparezca en una versión más amplia que incluye las tres interrogaciones retóricas que la anteceden en el original.

    Lo cierto es que el fragmento ha llegado a ser tan famoso que parece haberse desvinculado de su matriz; no obstante, conviene recordar que en el texto de Donne, esos “versos” ocupan poco más de la décima parte de toda la meditación en la que se incluyen, a la que sigue una bastante más larga “expostulation” y que solo termina tras una breve “prayer” final. Es decir, la estructura creada por el escritor barroco inglés es bastante más compleja de lo que podría creerse. Por otra parte, las campanas a las que se hace referencia remiten a la frase latina que encabeza toda la Meditación: Nunc lento sonitu dicunt, Morieris. Campanas mencionadas en la anterior: Et properare meum clamant è Turre propinqua, Obstreperæ Campanæ aliorum in funere, funus y a las que volverá a aludir en la siguiente, la XVIII: At inde Mortuus es, Sonitu celeri, pulsuque agitato. Dentro del amplio contexto en torno al desarrollo de la enfermedad y la cercanía de la muerte que da sentido, como vamos a ver, a sus Devotions, la reflexión de Donne gira en torno, aquí, a ese tañido a muerto que, referido a otro, le convoca de algún modo a él mismo.

    Las Devotions de Donne, ya deán de San Pablo en esa época y el poeta más famoso de su tiempo, nacen con ocasión de una grave enfermedad que el autor sufre en diciembre de 1623, que está a punto de acabar con su vida. Las 23 meditaciones que componen el libro surgen como una especie de diario espiritual de la enfermedad. En él, Donne recopila, organiza y desarrolla los pensamientos que las diferentes fases de su enfermedad le van sugiriendo.

    Debemos, pues, imaginar al deán de San Pablo, yacente en un lecho que bien pudiera ser de muerte, oyendo repicar las campanas de la catedral por algún difunto, de quien él se siente en esos momentos especialmente cercano: “Es otro quien ha muerto pero podría haber sido yo y, de hecho, pronto seré yo.” Esa es solo una de las ideas que acuden a su mente; la otra, de mayor fortuna, recuerda la indisoluble fraternidad de todos los seres humanos en esta vida: “Es otro quien ha muerto pero con su pérdida todos, también yo, hemos perdido algo”. Idea que aún cabría ampliar un poco: “Y pronto, cuando sea yo el que muera, también vosotros sufriréis mi pérdida”.

    Por otra parte, la expresión de estos conceptos metafísicos reviste el acierto de aprovechar una imagen poética al mismo tiempo original y atractiva: la antítesis entre el continente y la isla para representar el todo y la parte, respectivamente, el conjunto de la sociedad humana y la existencia humana individualizada. Y no deja de resultar llamativo, justo en estos días del Brexit, que un inglés, Donne, aluda por su nombre a Europa para referirse a la sociedad a la que pertenece, siendo por el contrario una isla -¿cuál otra, en su caso, que la propia Gran Bretaña?- el símbolo de la existencia concreta, de la pérdida que afectará al conjunto, modificando de forma irreversible sus contornos.

    Esta profunda reflexión en torno a la solidaridad humana en la muerte, nacida de una fervorosa religiosidad cristiana y de una mentalidad tan específicamente barroca como la de John Donne, el poeta  metafísico  inglés por excelencia, ha llegado a convertirse con el paso de los siglos en un pensamiento filosófico de alcance universal. Esto se debe, sobre todo, más allá de la muy relativa influencia de Donne en la historia de la literatura europea de su tiempo, a la novela de Ernest Hemingway For Whom the Bell Tolls, de 1940, que aprovecha el texto del deán de San Pablo no solo en el título sino también como apertura de la narración. Ambientada en la Guerra Civil española recién concluida, la muerte del idealista dinamitero estadounidense que la protagoniza no solo afecta a todos los que luchan en el bando de la libertad a favor de la República sino que convoca a la lucha a todos los que se sienten afectados por esa pérdida, a todo ese continente humano que sabe que la lucha contra el fascismo es un esfuerzo de todos.

    No hay muerte aislada, que no afecte al conjunto, que no sea una pérdida para cada uno de nosotros. Y así se entendió también el día 17 de agosto de 2018 durante los actos de homenaje a las víctimas del atentado de Barcelona, cuando fue este párrafo ya inmortal de Donne el “poema” seleccionado para ser leído en cada una de las ocho lenguas de los fallecidos: alemán, castellano, catalán, inglés, francés, holandés, italiano y portugués. [E. G.]