LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA

MIRANDO HACIA FRANCIA de CHARLES d'ORLEANS

 

    I: TEXTO – Charles d’Orléans: Poesías, Madrid, 2012, p. 64.

 

 En regardant vers le païs de France,

Un jour m'avint, a Dovre sur la mer,

Qu'il me souvint de la doulce plaisance

Que souloye oudit pays trouver ;

Si commençay de cueur a souspirer,

Combien certes que grant bien me faisoit

De voir France que mon cueur amer doit.

 

Je m'avisay que c'estoit non savance

De telz souspirs dedens mon cueur garder,

Veu que je voy que la voye commence

De bonne paix, qui tous biens peut donner ;

Pour ce, tournay en confort mon penser.

Mais non pourtant mon cueur ne se lassoit

De voir France que mon cueur amer doit.

 

Alors chargay en la nef d'Esperance

Tous mes souhaitz, en leur priant d'aler

Oultre la mer, sans faire demourance,

Et a France de me recommander.

Or nous doint Dieu bonne paix sans tarder !

Adonc auray loisir, mais qu'ainsi soit,

De voir France que mon cueur amer doit.

 

Paix est tresor qu'on ne peut trop loer.

Je hé guerre, point ne la doy prisier ;

Destourbé m'a longtemps, soit tort ou droit,

De voir France que mon cueur amer doit.

 

 

 

Mirando hacia el país de Francia,

me ocurrió un día en Doves junto al mar,

que recordé el dulce contento

que solía en dicha tierra hallar;

empecé así profundamente a suspirar,

por más que gran bien me producía

ver a Francia que mi corazón ha de amar.

 

Me di cuenta de que era necedad

tales suspiros en mi corazón guardar,

ya que veo iniciarse el camino

de buena paz, que todo bien puede dar.

Por esto reconforté mi pensamiento.

No obstante, mi corazón no se cansaba

de ver a Francia que mi corazón ha de amar.

 

Cargué entonces en nave de Esperanza

mis anhelos todos, rogándoles que fuesen

allende el mar sin efectuar tardanza

y me recomendasen a Francia.

¡Que nos dé Dios sin demora duradera paz!

Entonces tendré ocasión, más que así sea,

de ver a Francia que mi corazón ha de amar.

 

Tesoro es la paz: no se puede asaz alabar.

Odio la guerra, en modo alguno la debo apreciar

con razón o sin ella, impedido me ha asaz,

ver a Francia que mi corazón ha de amar.

Trad.: Ana M.ª Holzbacher.

 

 

    II - COMENTARIO: Entre 1415 y 1440 Charles d’Orleans, uno de los nobles más ricos y poderosos de Francia y el más cercano a la Corona, pasó 25 años, desde los 21 a los 46, prisionero del rey de Inglaterra en Gran Bretaña. Había sido apresado, como buena parte de la aristocracia francesa de la época, en la batalla de Azincourt, en la que Enrique V, con un ejército muy inferior, obtuvo una de las mayores victorias de la historia de la guerra en Europa. Charles, que por vez primera entraba en combate ese día, cargó al frente de la caballería pesada francesa, diezmada sin piedad ni posibilidad de reacción por los arqueros ingleses, convirtiendo lo que se suponía una rápida victoria en una inesperada masacre. Salvado de la muerte por la esperanza de un fuerte rescate, pasó a ser el principal de los prisioneros personales del rey inglés y una de las piezas esenciales en los últimos movimientos de la larga partida de ajedrez que los reinos de Francia e Inglaterra llevaban jugando de hacía casi 100 años.

    Charles d’Orleans, como buena parte de la nobleza de su época, era muy culto. Nieto, sobrino y primo de reyes de Francia, su propio hijo llegaría a serlo también, ya muerto el poeta, a finales del siglo  XV . Su madre, hija del duque de Milán, una Visconti, le había proporcionado una educación selecta que le permitió conocer no solo la gran literatura italiana del siglo anterior sino también las nuevas lecturas de clásicos latinos que estaban dando origen al Renacimiento. Charles, sin embargo, como escritor va a permanecer fiel, toda su vida, a la más pura poética cortesana medieval y, cuando regrese de su largo cautiverio a Francia, en su castillo de Blois, reunirá a lo más selecto de ese viejo estilo poético del que él mismo fue un representante destacado. Allí, hacia 1460 escribirá como uno más, sin que al parecer llamara la atención, el propio François Villon, cuya poesía, sin embargo, abriría nuevos caminos a la expresión lírica, ignorados por el poeta, su protector, que ahora nos ocupa.

    En su conjunto, la lírica de Charles d’Orleans es un ejemplo típico de los gustos señoriales de la época, interesada, sobre todo, en la creación y desarrollo de originales alegorías poéticas referidas a sentimientos estereotipados, limitada por el uso de un léxico preestablecido y ajustada a los rigurosos límites de una métrica y un quehacer literario estandarizados. Para nuestros gustos actuales, que dan un valor primordial a la originalidad poética y a la expresión de los sentimientos personales más íntimos, no es fácil hacer justicia a estos modelos estéticos tan alejados de nuestras expectativas como lectores. Por eso seleccionamos, de entre las numerosas composiciones escritas por Charles d’Orleans durante su cautiverio, la que hoy en día es más famosa, cuya vinculación directa con la experiencia personal del autor es bien conocida.

    A principios de los años 30, muerta Juana de Arco y con los ejércitos ingleses y franceses en un empate técnico, se contempló una vía diplomática para acabar con la Guerra de los Cien Años, mediante un acuerdo facilitado por el propio Charles d’Orleans. En este contexto, el poeta fue trasladado a la costa, frente a Francia, a la espera de una autorización que le dejaría libre. Allí, a Dovre sur la mer, pasará unos días de zozobra diplomática que finalmente no conducirán a nada y acabarán con el presunto negociador nuevamente recluido en el interior de Inglaterra. Pero durante unas horas, sobre los blancos acantilados calizos, cuando ya llevaba casi 20 años prisionero en la isla, el mayor señor feudal de Francia contempla la posibilidad de volver a su casa, a su país, al mundo en el que se había criado y al que pertenecía. Se trata de un retorno que, a su vez, está vinculado a la paz entre los dos países, pues solo la paz puede devolverle a Francia. Por eso en realidad esta balada es un poema de rechazo de la guerra, Je hé guerre, point ne la doy prisier, y una alabanza de la paz, Paix est tresor qu'on ne peut trop loer, tal y como se recoge en los versos clave del Envío. Paz y Libertad, Guerra y Prisión, están unidos a la experiencia personal de la propia escritura del poema.

    Por otra parte, desde el punto de vista técnico, la balada es sencillísima, de una modestia y falta de presunción que acaso sean sus mayores atractivos: tan solo tres estrofas ABABBZZ, de versos decasílabos y rima consonante, acompañadas de la necesaria coda compuesta por la correspondiente semiestrofa. El lenguaje, en la misma línea, carece de complejidad, con términos elementales como paz y guerra, amor y placer, que remiten a unos sentimientos que parecen surgir, realmente, de la experiencia personal más inmediata del poeta, como si no hubiese una manipulación literaria intermedia. Tan solo la alegoría de la “nave de Esperanza”, que Charles envía de vuelta a casa -muy prematuramente, sabemos ahora-, nos recuerda la compleja imaginería retórica con que gustaba enriquecerse el estilo poético en el mundo literario del Roman de la Rose. Sentimientos humanos elementales en un lenguaje culto pero accesible, un poema que sentimos cercano a nuestro mundo literario en la misma medida en que deja de representar aquel en el que fue escrito.

    La añoranza del país propio, esa tierra entrevista, al otro lado del Canal, desde los acantilados de Dover, el deseo de volver a casa después del duro trance de una guerra y de un largo exilio, difícilmente pueden ser expresados con una emoción más humana y comprensible. Sin embargo, la paz por la Charles implora, la paz que finalmente le devolverá a casa, su regreso, no serán realidad hasta siete años más tarde. No sabemos cuántas veces, en ese tiempo, tuvo ocasión de releer, con amargura, este poema. [E. G.]