LAS 100 MEJORES POESÍAS DE LA LÍRICA EUROPEA
DEDICATORIA de ANNA A. AJMÁTOVA
I: TEXTO - https://litfest.ru/analiz/analiz-rekviem.html
Посвящение
Перед этим горем гнутся горы,
Не течет великая река,
Но крепки тюремные затворы,
А за ними "каторжные норы"
И смертельная тоска.
Для кого-то веет ветер свежий,
Для кого-то нежится закат -
Мы не знаем, мы повсюду те же,
Слышим лишь ключей постылый скрежет
Да шаги тяжелые солдат.
Подымались как к обедне ранней.
По столице одичалой шли,
Там встречались, мертвых бездыханней,
Солнце ниже и Нева туманней,
А надежда все поет вдали.
Приговор... И сразу слезы хлынут,
Ото всех уже отделена,
Словно с болью жизнь из сердца вынут,
Словно грубо навзничь опрокинут,
Но идет... Шатается... Одна...
Где теперь невольные подруги
Двух моих осатанелых лет?
Что им чудится в сибирской вьюге,
Что мерещится им в лунном круге?
Им я шлю прощальный мой привет.
Март 1940
DEDICATORIA
Las montañas se doblan ante tamaña pena
Y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
Detrás de ellos sólo "mazmorras de la trena"
Y una melancolía que es la muerte.
Para quién sopla la brisa ligera,
Para quién es el deleite del ocaso -
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
Sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
Y del soldado el pesado paso.
Nos levantamos como para la misa de madrugada,
Caminábamos por la ciudad incierta,
Para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
Bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
Mas la esperanza a lo lejos canta cierta...
La sentencia... y las lágrimas brotan de repente,
Ya de todo separada,
Como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
Como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
Pero marcha... vacila... aislada...
¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
De mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
Qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo.
Marzo, 1940
Versión de Jorge Bustamante García
II: COMENTARIO – El arte puede, en teoría, obrar al margen de la cruda realidad. En Francia se pudo, por ejemplo, enviar a millones de jóvenes inocentes a una muerte sucia y absurda entre 1914 y 1918, y al año siguiente darle el premio Goncourt, con todo merecimiento, a una novela sobre balnearios, gráciles jovencitas, timidez, sensualidad y delicadeza pictórica. De hecho, tal vez la mayor grandeza del arte sea esa capacidad, exclusivamente humana, de proporcionar alternativas. El arte, la Literatura, como alternativa.
Pero no es una posibilidad única. Ajmátova cuenta que una mañana heladora de Leningrado, mientras esperaba en la cola de la prisión para visitar a su hijo, otra de aquellas mujeres ateridas se dirigió a ella y le preguntó: “¿Puede usted contar esto?”. Y al responderle ella que sí, iluminó aquel rostro atenazado de angustia algo que recordaba una sonrisa. Es la literatura también como testimonio, como baluarte contra el Terror.
Anna Andréyevna Ajmátova estuvo casada en primeras nupcias con un poeta acmeísta que en fecha tan temprana como 1921 ya había sido fusilado por los bolcheviques. Como Ivan Gumilov, su primer marido, Anna, nacida en una familia culta y amante de las bellas artes, sin duda hubiera preferido escribir À la recherche du temps perdu y no su Requiem. Pero a ella le tocó vivir en la oscura noche del comunismo y no le fue dado elegir. O en realidad, sí. Pudo elegir, y de hecho lo hizo para salvar a su hijo en Siberia: cantar las grandezas de Stalin, los avances del proletariado, el nuevo mundo de los soviets… Pero nadie, ni siquiera los burócratas que aprobaban esas publicaciones y las elogiaban como adecuadas rectificaciones, se engañaban acerca de su sinceridad. Durante toda su vida, incluso en esos mismos años de desesperación y humillaciones, Ajmátova no dejó nunca de recordar esa promesa que le había hecho a su compañera de sufrimiento ante la cárcel: debía dejar testimonio de lo que había pasado. Y lo hizo.
Hoy en día, a treinta años del fin de la pesadilla, lo único que queda de aquellas décadas es la vergüenza y los testimonios: los versos de Iván Bunin y de Marina Tsvetáyeva, la prosa de Platonov, de Bulgákov y de Doctor Zhivago, la gran obra secreta de Vasili Grossman... El Requiem de Anna Ajmátova y su Poema sin héroe. Todos ellos perseguidos, acosados, deportados, abocados incluso al suicidio. La historia de la cultura rusa del siglo XX es la historia de una masacre: escritores y artistas padecieron junto a su pueblo la barbarie soviética.
Anna Ajmátova estuvo allí, en la cola de la prisión donde habían encerrado a su hijo para asegurarse de que ella permanecía callada. Estuvo allí y vio cómo su segundo marido era encarcelado, juzgado, condenado y enviado a Siberia, de donde no volvería, por interpretar la historia de forma diferente a Stalin. Y lo mismo su hijo, deportado al Gulag por diez años -casi segura pena de muerte- para castigar a su madre por no doblegarse a las directrices del régimen. Anna Ajmátova estuvo allí durante las peores décadas del siglo XX: la Guerra Civil, las purgas de los años 30, la II Guerra Mundial, los últimos coletazos de Stalin… Estuvo allí y dio testimonio y pagó por ello con la miseria, la persecución y el descrédito. Pero en este poema ella recuerda también a todas aquellas otras mujeres que estuvieron con ella allí, ante la cárcel, porque en su sufrimiento Anna no estaba sola.
La verdadera importancia de su poema es que ese testimonio remite a una inmensa tragedia compartida. Ella pone las palabras pero el dolor era de todas. El terror rojo abarcó a una sociedad entera. Fueron a Siberia miembros de la burguesía intelectual como la familia de Ajmátova pero también viejos proletarios que habían hecho la Revolución de Octubre, campesinos analfabetos, burócratas estatales, intelectuales caídos en desgracia, militares sospechosos o simplemente envidiados, familiares de opositores, de exiliados, de acusados, de condenados…
Como un sumidero insaciable y sobrecogedor, la policía política del régimen engrosaba las listas de sus víctimas y el dolor de los presos y de sus familias. Ajmátova, hecha para el arte más puro y para la belleza, debe recoger en su poema el ansia de la espera, la angustia de la incertidumbre, el shock de la sentencia, el dolor de la perdida incluso de toda esperanza.
Anna Ajmátova prometió dar testimonio y lo hizo. Gracias a ella, a su sufrimiento y a la dignidad con que lo sobrellevó, queda constancia de ese dolor compartido con tantas otras mujeres, como ella, de las que no tenemos el nombre, el rostro ni las lágrimas. Todas ellas resisten todavía hoy en los versos de la poetisa rusa, sobreviviendo a su sufrimiento. No las dejaremos caer en el olvido. [E. G.]