NÁPOLES: LA COMPLEJA HISTORIA DEL REINO DE SICILIA

 

    Lo que designaríamos hoy con el nombre de Reino de Nápoles, se ha conocido históricamente, en realidad, como Reino de Sicilia, una de las  estructuras políticas más antiguas y mejor delimitadas de Europa, con una historia de más de setecientos años, entre los siglos XII y XIX, caracterizada por la discontinuidad.

    En los siglos XII y XIII  Nápoles /Sicilia ocupaba reunía los mismos territorios con los que se integrará en 1860 en Italia pero ya en esos dos primeros siglos su historia se desarrolla con dos configuraciones políticas muy diferentes. El Reino de Sicilia es creado en el año 1130 por el antipapa Anacleto II como un feudo de la Iglesia a favor de Rogelio de Hauteville, heredero de la familia normanda que había librado de bizantinos y musulmanes el sur de la peníinsula, desde los Estados Pontificios hasta Sicilia. Sin embargo, a finales de ese mismo siglo XII, el matrimonio de su heredera con el emperador Enrique VI hizo que la región quedara bajo el gobierno de los Hohenstauffen y, por lo tanto, vinculados a la historia del Imperio. Por ello, a mediados del siglo XIII, los últimos Hohenstauffen hubieron de ceder el Reino a la casa real de Francia en la persona de Carlos de Anjou. El cambio de la capital de Palermo a Nápoles y el descontento de los sicilianos con la política angevina favoreció la intervención de la Corona de Aragón a favor de Constanza, hija del último Hohenstauffen y esposa de Pedro III de Aragón, lo cual provocó una larga la división del territorio en dos reinos diferentes, el de Sicilia y el de Nápoles.

    Esta separación se prolongó hasta mediados del siglo XV. En torno a Nápoles se organizó un reino muy vinculado al Papa con un gran prestigio cultural, gracias a la Universidad de Nápoles y al desarrollo del Humanismo. Para diferenciarlo de la Sicilia insular se le llamaba “Reino de Sicilia citra farum” pero hoy se le conoce como Reino de Nápoles. Mientras, al otro lado del estrecho de Mesina se mantuvo en el poder una de las ramas menores de la casa de Aragón durante todo el siglo XIV. La intervención armada en Nápoles del hijo de Fernando I de Aragón, Alfonso V, y su victoria sobre los Anjou hizo que ya en el segundo tercio del siglo XV Nápoles y Sicilia volvieran a pertenecer a un mismo monarca, situación que se hizo definitiva a principios del siglo XVI con la victoria de Fernando II de Aragón sobre Luis XII de Francia.

    A partir de este momento, 1504, la historia de las dos partes del reino de Sicilia corre de nuevo paralela pero la relación entre ambos territorios es diferente dependiendo de cada periodo histórico. En primer lugar, durante los siglos XVI y XVII Sicilia y Nápoles formaron parte del Imperio Hispánico como dominios separados, gobernados por virreyes diferentes. Después, tras un largo periodo de guerras, en 1735 los dos reinos, aún separados, pasan a formar una entidad política autónoma en tiempos de Carlos de Borbón, hijo de Felipe V de España. Será el hijo de Carlos, Fernando IV quien a principios del XIX reunificará por vez primera desde la época normanda los dos territorios en un único estado independiente, el Reino de las Dos Sicilias. Por fin, en 1860, Nápoles y Sicilia pasaban a formar parte del Reino de Italia.

    Desde el punto de vista cultural, el reino de Nápoles/Sicilia surge de un proceso de reconquista en buena manera similar al de los reinos hispánicos, con la diferencia de que, además de las relaciones con el Islam en la isla de Sicilia, hay que tener en cuenta también los vínculos de la zona con el Imperio Bizantino. En esa primera etapa, sobre todo durante la época del emperador Federico II, el Reino de Sicilia se va a convertir en uno de los focos culturales más innovadores de Europa. El desarrollo de la escuela médica de Salerno y la fundación de la Universidad de Nápoles, las reformas administrativas de Federico II aplicando el derecho romano a través de las Constituciones de Melfi o la influencia fuera del Reino de la escuela poética siciliana dan fe de un pujante ambiente cultural potenciado por la mezcla de influencias latinas, árabes y bizantinas.

    El siguiente periodo cultural relevante se desarrolla durante los reinados de Roberto de Anjou, en la primera mitad del siglo XIV, y de Alfonso de Aragón, a mediados del XV. En ambos casos, la corte de Nápoles se convierte en la meca de los principales humanistas del momento, Boccaccio en el primer caso y Lorenzo Valla, el Panormita, Jorge de Trebisonda y tantos otros en el segundo. De este modo, se logra a lo largo del siglo XV un gran impulso de los estudios de latín y griego pero también, como consecuencia, el desarrollo de la literatura en lengua italiana, desde Jacoppo Sannazaro en el siglo XVI a Gianbattista Marino en el XVII. Incluso buena parte de la mejor lírica castellana tiene relación con Nápoles tanto en el siglo XV, Cancionero de Estúñiga, como en la primera mitad del XVI, églogas y poemas latinos de Garcilaso.

    La partida de Marino de Nápoles a principios del XVII puede considerarse el final del periodo de gloria de la literatura napolitana. No hay ni un solo escritor de renombre europeo en Nápoles o Sicilia entre los siglos XVII y XX y habrá que esperar a que ambos territorios se integren en Italia para que volvamos a encontrar autores dignos de ser tenidos en cuenta, esta vez sobre todo en la isla de Sicilia: el poeta y premio Nobel Salvatore Quasimodo, el novelista Leonardo Sciascia y Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de El gatopardo, una de las novelas europeas más importantes del siglo XX. [E. G.]