LÍRICA POPULAR MEDIEVAL: LA VOZ DEL PUEBLO EN EUROPA

    El concepto de lírica popular resulta tan fácil de definir como difícil de estudiar. Lírica popular o folclórica es aquella que canta o recita el pueblo, la gente del campo y de las aldeas, sobre todo, en una sociedad rural como la de Europa durante la Edad Media. Las referencias indirectas a estos poemas, recogidas casi siempre por quienes apreciaban poco estos versos, no son extrañas en todo el continente en esa época. Conservamos también algunos textos originales copiados ocasionalmente -el estribillo de un villancico en una crónica castellana, una chanson de toile en una novela de caballerías, una frauenlied germana adaptada por un minnesinger, o chastushkas eslavas recogidas ya en época moderna-, incluso un repertorio amplio conservado de forma accidental, como el de las jarchas mozárabes. Son poemas procedentes de la tradición oral, conservados en sus versiones más antiguas, carentes de autor y transmitidos durante generaciones al margen de la tradición culta escrita. Son manifestaciones evidentes, pues, de la más pura literatura folclórica, pero todo son problemas cuando se intenta el estudio conjunto de este corpus. De hecho, aquí vamos a plantear hoy más interrogantes que respuestas.
    En primer lugar, cabe plantearse la propia inclusión del folclore en esta web sobre literatura europea. Si la lírica popular es un fenómeno literario vinculado a la existencia de “el pueblo” o de “un pueblo”, deberíamos concluir que su estudio corresponde o bien, de forma extensa, a la literatura universal, al ser propia de todo ser humano, en cualquier cultura y en cualquier época, o bien, de forma reducida, a las literaturas regionales e incluso locales, al representar un tipo de creación propia de cada comunidad.
    El primer caso parece el más claro. El ser humano en sociedad siempre se ha servido del lenguaje para la expresión de sus sentimientos y anhelos, para aliviar la pesadumbre del trabajo o compartir la alegría festiva, para llorar a sus muertos o recibir la primavera. Hallar huellas de ello en la Europa medieval no identificará, pues, a nuestra cultura, salvo que presenten rasgos comunes peculiares. Dicho de otra manera: damos por hecho que en el siglo X en las aldeas bereberes del Atlas o el altiplano del Tibet se cantarían canciones de trabajo o de año nuevo o de boda como en la ribera del Rin o en las rías gallegas. No resulta descabellada la posibilidad de que sus similitudes permitan estudiarlas en conjunto, como ejemplos diversos de una única manifestación literaria de ámbito universal.
    El segundo caso es mucho más complejo, aunque más habitual. Presupone que la unidad anterior se diversifica de acuerdo con cada uno de los “pueblos” en que se dividiría la humanidad. Lo cual implica el dificilísimo menester de distinguir cuáles son esos “pueblos”, para poder investigar la especificidad de cada uno. En Europa, por ejemplo, durante la Alta Edad Media, ¿la Romania era un “pueblo”?, es decir, los descendientes del “pueblo” romano o latino ¿compartían determinados modelos folclóricos? ¿Y los germanos? ¿Responden a la idea de un único pueblo los visigodos, francos, alamanes, sajones…? ¿Era cada uno de ellos, por el contrario, un pueblo diferente y, por lo tanto, habría que hablar de lírica popular ostrogoda, sueva, anglia, burgundia, lombarda…? ¿Y entre los pueblos eslavos, cuál es la situación? Y el problema se hace aún más complejo cuando al concepto “pueblo” se superpone el de “nación” o el de “estado nacional”. ¿La lírica popular gaélica debe estudiarse de forma unitaria en el ámbito británico -de las islas británicas, incluyendo acaso la Bretaña francesa- o existe un pueblo irlandés, otro galés y otro escocés, acaso otro bretón, cada uno de ellos con una lírica popular de alguna manera independiente? ¿Lírica popular eslava, yugoeslava, serbocroata, serbia, montenegrina?
    Fijémonos con cierto detalle en algunos de los ejemplos más antiguos y significativos. Las jarchas mozárabes, ya mencionadas, constituyen un ejemplo extraordinario de conservación de la lírica popular medieval. Se trata de breves poemillas en lengua romance recogidos hacia el siglo XII en cancioneros árabes cultos, donde permanecieron ignoradas hasta mediados del XX. Todas las jarchas carecen de autor conocido, el idioma que recogen parece haber sido común en el sur de Hispania en la época del califato y en su conjunto mantienen una serie de rasgos característicos entre los que destaca, por su originalidad, la voz lírica de una joven que canta, dolorida casi siempre, sus amores. En tanto que lírica popular, las jarchas plantean un primer problema acerca del “pueblo” al que pertenecerían estos poemas. Ningún historiador ha identificado a los cristianos que mantuvieron su lengua y sus costumbres en Al-Ándalus como un pueblo específico y en cuanto a la inclusión tradicional de las jarchas en la literatura española es obvio que viene condicionada por el hecho de que siglos después esa zona de la península ibérica se incorporó a España. Sin embargo, ni en la literatura de Castilla de la época ni en la de Aragón se conserva nada parecido. Las jarchas serían, por lo tanto, literatura popular no adscribible a “pueblo” alguno.
    Sin embargo, podemos hallar algo similar a las jarchas en la literatura galaicoportuguesa contemporánea: las cantigas de amigo. De nuevo la voz lírica es la de la mujer y la temática amorosa se repite, aunque ningún crítico ha sido capaz de establecer relación directa entre ambos estilos poéticos. Por otra parte, las formas métricas -fundamentales en un contexto musical- son totalmente diferentes y las cantigas de amigo cuentan con autores cultos y bien conocidos. Incluso la supuesta coincidencia geográfica queda en cuestión cuando se analiza que Galicia es el rincón más alejado de Al-Ándalus de toda la península ibérica.
    La justificación más habitual de estas similitudes ha sido suponer la existencia de una lírica popular románica, es decir, modelos comunes de expresión lírica latinos difundidos por todo el Bajo Imperio que habrían sobrevivido a la fragmentación germánica. Por eso las jarchas mozárabes coincidirían con las cantigas de amigo galaicoportuguesas y los posteriores villancicos castellanos con determinados refrains al norte de los Pirineos o en la península itálica. Aunque los estudiosos suelen hablar en cada caso de lírica popular portuguesa, castellana, francesa o  italiana , en realidad reconocer las características comunes esenciales de esta poética popular hace irrelevante la segmentación. Ninguna de ellas representaría a un “pueblo” en concreto, puesto que la utilización de diferentes lenguas -dialectos romances, más propiamente- no afecta a las características generales de los textos; por el contrario, todas esas composiciones perpetuarían una cultura común, ya desaparecida en el siglo X, de origen latino. Pero para confirmar esta tesis habría que hallar el eslabón perdido de unos poemas líricos en latín vulgar puestos en boca de una mujer, o de canciones campesinas cantadas en Britania o en Panonia en alguna variedad del latín del siglo IV. Seguimos moviéndonos, pues, en el ámbito de las especulaciones.
    Y aún complica más la situación uno de los poemas más famosos de la Edad Media europea, el “Under den Linden” de Walter von der Vogelweide, la primera y más famosa de las frauenlieder alemanas. De nuevo hallamos, a principios del siglo XIII esta vez y en las riberas del Danubio, la voz de una joven hablando de sus amores, en un poema compuesto por un poeta culto en una métrica vinculada a la poesía trovadoresca provenzal. Se trata, pues, de una composición lírica equivalente a su contemporáneo “Ondas do mar de Vigo” de Martín Codax, por ejemplo, pero con una diferencia notable: la lengua en la que está escrita es germánica no románica. Y de hecho, el poema de Vogelweide viene siendo considerado el ejemplo máximo de lírica popular alemana medieval, hasta tal punto representante del “pueblo” germano que en Berlín, a más de seiscientos kilómetros de donde se compuso, la principal avenida sigue llevando el nombre del poema. Con todo, este “nacionalismo” poético no parece ser óbice para que las frauenlieder sean reconocidas como el modelo más probable para los dos poemas de amor más antiguos que han llegado hasta nosotros en anglosajón, The Wife’s Lament y Wulf and Eadwacer, conservados ambos en el Exeter Book inglés del siglo XI.
    El viaje que nos lleva de una jarcha anónima como “Tant’ amare, tant’ amare” a su contemporáneo "Wulf and Eadwacer" a través del gallego Martín Codax y el austriaco Vogelweide, dos siglos posteriores, sirve sobre todo para plantear el complejísimo problema del propio concepto de “lírica popular” europea medieval. Obliga a revisar nociones teóricas como “pueblo”, desde hace dos siglos demasiado contaminada por la de “nación”. Invita a profundizar en el estudio de un sustrato común latino previo superviviente y, sobre todo, exige dejar en un segundo plano el tradicional prestigio de estos poemas como manifestaciones lingüísticas locales, pues en este caso el uso de un dialecto mozárabe, gallego, picardo, bávaro o sajón no parece formar parte esencial del problema. Por último, convendría también desmitificar la idea del anonimato como característica fundamental de la literatura popular e insistir en la figura del creador individual, conocido o no, en el campo del folclore, investigar más a fondo las relaciones entre literatura popular y literatura culta, valorar la presión de esta última sobre la cultura tradicional y estudiar los modelos de adaptación, evolución, contaminación y renovación de la literatura folclórica.
    Durante dos siglos se ha utilizado el folclore como uno de los puntales sobre los que se ha construido el complejo teórico de nacionalismo. Si queremos desarrollar una perspectiva europea de nuestra cultura común, la superación del modelo nacionalista, en este campo como en tantos otros, habrá de ser un objetivo prioritario. Sin embargo, no debemos olvidar la otra posibilidad, mencionada aquí en primer lugar: que las manifestaciones literarias de los “pueblos” europeos no respondan a modelos compartidos, como sus variantes cultas, sino que sean simplemente expresiones locales de una capacidad literaria común al ser humano que vive en comunidad, igual en las Highlands que en Suavia, en las orillas del Nilo o en el altiplano de Bolivia. En ese caso, la lírica popular medieval habrá que dejarla fuera de nuestra Antología. [E. G.]