BALADA: LÍRICA CULTA Y FOLCLORE

 
En su origen, la palabra "balada" pertenece al campo léxico de la raíz románica "bal-", relacionada tanto con el verbo castellano "bailar" como con la forma de danza denominada "ballet". La palabra parece haberse especializado, en la Alta Edad Media francesa, para referirse un baile de tipo popular, diferente de aquellos para los que se utilizaría el verbo que acabaría imponiéndose en francés moderno, "dancer", -sustantivo "dance"-, propio de los bailes cortesanos. En un contexto más literario, la palabra "balade" aparece al final del siglo XIII en el Jeu du Pèlerin de Adam de la Halle haciendo referencia a una canción bailada de versos isométricos con repetición de estribillo. De todos modos, la designación no parece ser muy precisa y se confunde a veces con la del virelai, al menos hasta la segunda mitad del siglo XIV. En esa época grandes poetas como Guillaume de Machaut la usan para designar un poema cantado compuesto de estancias iguales terminadas por un estribillo y seguidas por un envío. Para entonces era ya, por lo tanto, una forma poética refinada, con reglas claras y una música particular compuesta por el propio poeta, como es el caso del propio Machaut, de quien conservamos la partitura de 42 de sus baladas. Pese a que como forma compositiva gozó de gran éxito en el siglo XV, en el XVI se consideraba ya una forma arcaica y después del XVII fue dada al olvido hasta el Parnasianismo de la segunda mitad del XIX.
Así pues, en este primer sentido, la balada medieval se caracteriza por su forma y no por su tono o por su tema. Aunque se ha hecho famosa sobre todo la balada cortés y lírica, esta forma métrica fue utilizada también para el juego verbal, el poema serio y la reflexión abstracta. Esto se puede ver en las 29 baladas de François Villon, que van desde la dramática Balada de los ahorcados a la religiosa Balada para rogar a Nuestra Señora. La forma típica de estas baladas francesas presenta tres estrofas con estribillo, siendo la estructura ababbcc la más habitual; el poema se cierra con una semiestrofa llamada envío. Las estrofas y su estribillo por lo general están construidas con las misma rimas y el modelo estrófico que se impone en el siglo XV implica que cada estrofa ha de tener tantos versos como sílabas tienen los versos del estribillo. Las estructuras más frecuentes son la "baladilla", de ocho octosílabos, y la "gran balada", en décimas de decasílabos, como la Balada de los ahorcados de Villon. El envío, que retoma de forma reducida el sistema de rimas de las estrofas, no estaba presente en las baladas originales y solo se sonsolida en el siglo XIV. Responde a la convención de que el poema va dedicado a un "príncipe" o presidente del concurso de poesía en el que participa el poema, pero existen otros destinatarios posibles como Dios, la Virgen o una dama.
Desde este punto de partida medieval, durante el siglo XVIII el término inglés "ballad" -alemán "ballade"- se asoció a las recopilaciones de poesía popular dando nombre a un subgénero lírico-narrativo que se identificará con buena parte del folclore de numerosos países europeos, sobre todo en las islas británicas. Este tipo de poema, sin reglas particulares, acompañado de música y danza, evoca por lo general historias reales o legendarias de contenido amoroso o, en menor medida, sociopolítico. El poeta escocés Robert Burns recogió a finales del siglo XVIII textos populares de este tipo a los que añadió sus propias baladas, publicadas en 1786 con el título de Poems, Chiefly in the Scottish Dialect. Por su parte, William Wordsworth y Samuel T. Coleridge, atraídos por la forma simple y natural de estas baladas populares publicaron en 1798 sus Lyrical Ballads, que abrieron la vía al Romanticismo británico en la literatura. A lo largo del siglo XIX, estos precursores serán seguidos por los más grandes poetas ingleses desde John Keats y La Belle Dame sans merci, de 1819, hasta Oscar Wilde y la Balada de la cárcel de Reading de 1898, pasando por La dama de Shalott de Alfred Tennysson de 1833. 
A su vez, en la literatura alemana, de forma paralela al trabajo de recuperación folclórica de Burns, también Goethe y Schiller renovaron la poesía alemana con sus baladas de motivos medievales y legendarios como El rey de los alisos de Goethe de 1782. En este caso, la recuperación del legado popular alemán tenía como origen teórico las Volkslieder de Johann Gottfried von Herder, publicadas en la década de 1770. Ya en el siglo XIX, este tipo de tradición épico-lírica fue adoptada también por poetas franceses como Víctor Hugo o Alfred de Musset, con composiciones líricas de forma libre e inspiración generalmente medieval y maravillosa, a la manera de los poetas ingleses.

En su origen, la palabra "balada" pertenece al campo léxico de la raíz románica "bal-", relacionada tanto con el verbo castellano "bailar" como con la forma de danza denominada "ballet". La palabra parece haberse especializado, en la Alta Edad Media francesa, para referirse un baile de tipo popular, diferente de aquellos para los que se utilizaría el verbo que acabaría imponiéndose en francés moderno, "danser", -sustantivo "dance"-, propio de los bailes cortesanos. En un contexto más literario, la palabra "balade" aparece al final del siglo XIII en el Jeu du Pèlerin de Adam de la Halle haciendo referencia a una canción bailada de versos isométricos con repetición de estribillo. De todos modos, la designación no parece ser muy precisa y se confunde a veces con la del virelai, al menos hasta la segunda mitad del siglo XIV. En esa época grandes poetas como Guillaume de Machaut la usan para designar un poema cantado compuesto de estancias iguales terminadas por un estribillo y seguidas por un envío. Para entonces era ya, por lo tanto, una forma poética refinada, con reglas claras y una música particular compuesta por el propio poeta, como es el caso de Machaut, de quien conservamos la partitura de 42 de sus baladas. Pese a que como estructura compositiva gozó de gran éxito en el siglo XV, en el XVI se consideraba ya una forma arcaica y después del XVII fue dada al olvido hasta el Parnasianismo de la segunda mitad del XIX.

    Así pues, en este primer sentido, la balada medieval se caracteriza por su forma y no por su tono o por su tema. Aunque se ha hecho famosa sobre todo la balada cortés y lírica, esta forma métrica fue utilizada también para el juego verbal, el poema serio y la reflexión abstracta. Esto se puede ver en las 29 baladas de François Villon, que van desde la dramática Balada de los ahorcados a la religiosa Balada para rogar a Nuestra Señora. La forma típica de estas baladas francesas presenta tres estrofas con estribillo, siendo la estructura ababbcc la más habitual; el poema se cierra con una semiestrofa llamada envío. Las estrofas y su estribillo por lo general están construidas con las misma rimas y el modelo estrófico que se impone en el siglo XV implica que cada estrofa ha de tener tantos versos como sílabas tienen los versos del estribillo. Las estructuras más frecuentes son la "baladilla", de ocho octosílabos, y la "gran balada", en décimas de decasílabos, como la Balada de los ahorcados de Villon. El envío, que retoma de forma reducida el sistema de rimas de las estrofas, no estaba presente en las baladas originales y solo se consolida en el siglo XIV. Responde a la convención de que el poema va dedicado a un "príncipe" o presidente del concurso de poesía en el que participa el poema, pero existen otros destinatarios posibles como Dios, la Virgen o una dama.

    Desde este punto de partida medieval, durante el siglo XVIII el término inglés "ballad" -alemán "ballade"- se asoció a las recopilaciones de poesía popular dando nombre a un subgénero lírico-narrativo que se identificará con buena parte del folclore de numerosos países europeos, sobre todo en las islas británicas. Este tipo de poema, sin reglas particulares, acompañado de música y danza, evoca por lo general historias reales o legendarias de contenido amoroso o, en menor medida, sociopolítico. El poeta escocés Robert Burns recogió a finales del siglo XVIII textos populares de este tipo a los que añadió sus propias baladas, publicadas en 1786 con el título de Poems, Chiefly in the Scottish Dialect. Por su parte, William Wordsworth y Samuel T. Coleridge, atraídos por la forma simple y natural de estas baladas populares publicaron en 1798 sus Lyrical Ballads, que abrieron la vía al Romanticismo británico en la literatura. A lo largo del siglo XIX, estos precursores serán seguidos por los más grandes poetas ingleses desde John Keats y La Belle Dame sans merci, de 1819, hasta Oscar Wilde y la Balada de la cárcel de Reading de 1898, pasando por La dama de Shalott de Alfred Tennysson de 1833. 

    A su vez, en la literatura alemana, de forma paralela al trabajo de recuperación folclórica de Burns, también Goethe y Schiller renovaron la poesía alemana con sus baladas de motivos medievales y legendarios como El rey de los alisos de Goethe de 1782. En este caso, la recuperación del legado popular alemán tenía como origen teórico las Volkslieder de Johann Gottfried von Herder, publicadas en la década de 1770. Ya en el siglo XIX, este tipo de tradición épico-lírica fue adoptada también por poetas franceses como Víctor Hugo o Alfred de Musset, con composiciones líricas de forma libre e inspiración generalmente medieval y maravillosa, a la manera de los poetas británicos.