LA ESTRUCTURA POLÍTICA EUROPEA DE LA ALTA EDAD MEDIA

(y III) LA NOBLEZA Y EL REY: MODELOS DE EVOLUCIÓN DEL SISTEMA

 

    Y todavía podríamos hablar del reino de Chipre, a medio camino entre la expansión territorial en Oriente y la dependencia formal del Imperio. Pero en este caso nos hallamos ya hacia 1200 y, por lo tanto, en un contexto caracterizado no por la creación de nuevos reinos sino por complejos procesos de consolidación, expansión y agregación de estos, típicos de la Edad Media Central. Podríamos decir que si el reparto del reino de Pamplona en 1035 supuso el fin de la creación autónoma de entidades políticas en Europa, la creación del reino de Chipre sería el final del proceso de aparición de entidades soberanas.[1]

    La expansión de los estados europeos medievales se llevó a cabo por dos métodos que podríamos llamar estándares: conquista y matrimonio. La ampliación por conquista podemos encontrarla en los siglos  VIII  o X, cuando Carlomagno o Otón I anexionan Sajonia o Bohemia a su Imperio, en las zonas de conquista cristiana frente al Islam en Portugal, Castilla o Aragón a partir del siglo XI, en el sur de Francia a principios del siglo XIII durante la cruzada albigense o en el este del mar Blanco. Un denominador común de todos estos procesos es el peso de la justificación religiosa. El caso hispano es obvio, pero la lucha de Francia en el Languedoc se ampara también en razonamientos teológicos similares a los que había usado Carlomagno en el Elba o las que utilizará Suecia en Finlandia.

    Otra posibilidad más cómoda era la del matrimonio. Así sucedió sobre todo en Francia, donde sus reyes utilizarán las bodas de sus vástagos para ampliar sus dominios reales, por ejemplo en Provenza o en Bretaña. Pero también sucederá lo mismo en el Aragón del siglo XIII, cuando Pedro III decida vincular el destino de sus reinos a la herencia siciliana de los Hohenstaufen o en la Dinamarca de mediados del siglo XIV, cuando el matrimonio de Margarita Valdemarsdotter con Haakon VI Magnusson de Noruega propicie en la Unión de Kalmar. Sin embargo, en estos casos estamos ante procesos sin demasiadas complicaciones institucionales ya que en todos ellos un soberano de mayor categoría jurídica amplía sus dominios integrando otros de similar o de menor categoría. En lo que vamos a fijarnos ahora es en un modelo contrario y especial que, sin embargo resulta bastante habitual en una época muy concreta de la historia de Europa: la ampliación y consolidación de determinados regímenes nobiliarios gracias a su unión con otro territorio de superior categoría institucional.

    El primer caso es el de la Inglaterra normanda. En 1065 –solo dos años después de la cruzada contra Barbastro-, el duque Guillermo de Normandía declara la guerra al rey Harold de Inglaterra, lo derrota en Hastings y se corona rey con la aprobación papal. A partir de este momento, un vasallo del rey de Francia, muy poderoso y muy autónomo pero vasallo, pasa a ser el máximo gobernante de un reino cristiano independiente que solo debe obediencia, espiritual, a la Santa Sede. La Inglaterra normanda es un ente político creado por conquista pero los siguientes procesos serán pacíficos, al menos en sus planteamientos legales: un noble importante pero sometido –al menos teóricamente- a un rey, conseguirá convertirse él mismo en rey soberano por matrimonio. Y los dos primeros casos se desarrollan, además, en un contexto geográfico cercano y casi al mismo tiempo: el acceso del conde de Anjou a la corona inglesa y el del conde de Barcelona a la de Aragón.

    Los dos procesos son paralelos: unos nobles importantes –Godofredo Plantagenet, Ramón Berenguer-, cuya soberanía se ve limitada por las servidumbres feudales que puede invocar un descendiente de los carolingios –el rey de Francia en ambos casos- acuerda su matrimonio con la heredera –Matilde de Inglaterra, Petronila de Aragón- de un reino que cuenta con una independencia soberana incontestable y un apoyo papal reconocido. Las fechas de ambos procesos sorprenden por su cercanía. El acuerdo entre Enrique I de Inglaterra y Fulco V de Anjou –Godofredo solo tenía 14 años-, se firmó en 1127; el de Ramiro II de Aragón –Petronila solo tenía 1 año- y Ramón Berenguer IV de Barcelona, en 1137. El acceso efectivo a la herencia conjunta se produjo en la persona del heredero masculino –Enrique II en Anjou/Inglaterra, Alfonso II en Barcelona/Aragón- también en fechas parecidas: Enrique en 1154, Alfonso en 1164. Y de este modo, las dos casas condales alcanzaban una categoría jurídica similar a la del rey de Francia. De ahí que no tengan ningún inconveniente, por ejemplo, en abandonar alguno de los elementos más esenciales de sus linajes, como el nombre del heredero: Enrique II, como el abuelo normando, el rey Enrique I, no como el padre angevino, el conde Godofredo; Alfonso II, como el tío-abuelo aragonés, el rey Alfonso I, no como el padre barcelonés, el conde Ramón Berenguer.

    Es bien conocida la trascendencia que el acceso de los Plantagenet a la corona de Inglaterra tuvo para la historia de Europa de los siglos XII y XIII pero este mismo proceso fue también fundamental para la historia de la Corona de Aragón ya que el encumbramiento del conde de Barcelona como rey de Aragón bajo la protección de la Santa Sede le permitió asegurar su posición de monarca independiente al sur de los Pirineos. La importancia de esta nueva situación jurídica de los condados catalanes bajo la soberanía del rey de Aragón acabó siendo fundamental cuando, a pesar de la derrota del nieto de Alfonso II, Pedro II, en Muret frente a las tropas francesas, su hijo Jaime I todavía esté en condiciones de negociar de igual a igual con Luis IX la partición de sus dominios soberanos en el tratado de Corbeil de 1258.[2]

    Este modelo de elevación señorial se repitió en otros casos con resultados muy diferentes. Uno muy similar pero mucho menos conflictivo tuvo lugar en 1234 –un siglo después-, cuando Teobaldo, conde de Champaña, se convirtió en rey de Navarra. Sin embargo, en este caso, la casa de Champaña nunca se enfrentó al rey de Francia y, por el contrario, Francia se convirtió en el principal sostén de Navarra frente a los reinos hispánicos, sobre todo en los siglos XV y XVI.

    Un último ejemplo de uniones de este tipo, muy lejos de los anteriores pero aún más trascendental para la historia de Europa, será el matrimonio en 1386 del gran duque de Lituania, Jogaila, con Eduvigis, de nueve años, heredera del rey de Polonia. Las consecuencias de este matrimonio, que convertía a un hasta entonces príncipe pagano –había sido bautizado solo quince días antes- en un monarca consagrado por el arzobispo polaco de Gniezno, se hicieron de inmediato evidentes: reforzamiento de Lituania frente a la Orden Teutónica, consolidación del poder del gran duque lituano en todos sus dominios, establecimiento de un frente lituano-polaco contra el creciente poderío eslavo ortodoxo de Moscú y, sobre todo, surgimiento de un gran estado europeo en los confines más orientales de la cristiandad romana. [E. G.]



[1] .- En realidad, todavía podría recordarse la creación en 1231 y posterior vida autónoma, aunque breve, del reino de Mallorca tras el reparto de la herencia de Jaime I de Aragón.

[2] .- Recuérdese que todavía en el siglo XVII, 500 años después de la boda de Ramón Berenguer IV con Petronila, la corona francesa seguía reclamando sus derechos de soberanía sobre los condados catalanes, rechazando como nula la renuncia a ellos del rey de Francia en el tratado de Corbeil.