PEPE CARVALHO: PIONERO DE LA NOVELA NEGRA ESPAÑOLA

 
Manuel Vázquez Montalbán: Los mares del Sur, Booket, 2017.            
 

I: PEPE CARVALHO

 

    Figura entre lo más destacado de la producción literaria de Manuel Vázquez Montalbán la creación de su detective Pepe Carvalho, tan insólito en la literatura española desde su propio apellido reintegracionista. De hecho, para entender la trascendencia de esta serie detectivesca hay que recordar primero varios datos contextuales. En primer lugar, Vázquez Montalbán no fue tan solo un autor de novela negra. Intelectual de prestigio en la España de la Transición, se consolidó durante décadas como uno de los referentes culturales de la época, reflejando en su propia biografía la necesidad y la problemática que obligó a la izquierda republicana y poscomunista a adaptarse a la nueva situación política de una España monárquica, democrática y capitalista tras la muerte de Franco. Huelga insistir en la decisiva importancia de este proceso sociopolítico en la configuración ideológica del detective.

    Otro aspecto relevante de la época es la escasa importancia que el género detectivesco tenía en la literatura castellana. Vázquez Montalbán contaba con algún precedente como el Plinio de García Pavón, pero estas novelas, aunque de cierto éxito en los 60, apenas eran valoradas entre los propios escritores españoles ni habían llegado a crear una corriente o un público aficionado. Recuérdese, además, que cuando Vázquez Montalbán crea a Carvalho, la propia novela negra europea carecía de crédito literario y sus dos grandes referentes, Christie y Simenon, eran considerados novelistas populares de segunda fila. Tampoco parece que el escritor catalán tuviera noticia de la nueva novela negra de Sjöwall y Wahlöö por lo que, cuando publicó Yo maté a Kennedy en 1972, la apuesta del autor por el “noir” era auténticamente innovadora.

    En este sentido, la serie Carvalho debemos ponerla en relación con el interés general que su creador mostró siempre por una literatura estéticamente comprometida. Este rasgo, que hoy puede resultar chocante en novelas policiacas, puede verse con claridad en la primera, concebida como un experimento formal y lingüístico, una especie de collage surrealista en la línea de otros intentos renovadores de la narrativa castellana de la época. Pero no va a ser este el tono general de la serie, aunque todavía hallemos alguna otra pieza experimental -escrita, eso sí, con poco acierto- como Sabotaje olímpico (1993). Muy pronto, Vázquez Montalbán rectificó sus planteamientos literarios y, de hecho, van a ser algunas de sus primeras novelas como Tatuaje (1974), Los mares del Sur (1979), Asesinato en el comité central (1981) y Los pájaros de Bangkok (1983), los que van a dar fama al personaje y carta de naturaleza a la novela negra en la literatura española.

    Desde estas obras iniciales, Carvalho había adquirido ya la personalidad que le haría famoso. Heredero directo de los investigadores privados de Hammett y Chandler, la adaptación de sus modelos al ambiente español es uno de los grandes logros del autor. El mundo criminal de Carvalho gira en torno a una Barcelona tribal, esencialmente cutre y cursi, cifra de una España que despierta de su pesadilla franquista destrozada por la miseria, la opresión y la hipocresía. Cataluña es una California esperpéntica y Carvalho un Spade intelectual que en sus ratos de melancolía enciende el fuego con ensayos de hermenéutica. Pero además, Vázquez Montalbán adereza la presentación de su personaje con rasgos originales que lo consagraron: Charo, una prostituta de las Ramblas cuya presencia exorciza la de cualquier rubia de ojos negros, Biscúter, un improbable Watson de segunda mano, Bromuro o Fuster, todos ellos personajes inequívocamente montalbanianos. A lo que aún hay que añadir los sorprendentes y característicos pasajes culinarios, cada vez más relevantes en estas novelas y auténtica marca de la casa.

    Acabaremos recordando los datos precisos de la serie Carvalho, compuesta por 18 novelas, 7 colecciones de relatos y 10 volúmenes independientes de recetas gastronómicas, todos ellos publicados entre 1972 y 2011, ocho años después de la muerte del autor.

 

II: LOS MARES DEL SUR

 

    Los mares del Sur es una novela de 1979, la tercera de la serie Carvalho y una de las mejores junto con Asesinato en el comité central y El quinteto de Buenos Aires. A pesar de los inicios experimentales de Yo maté a Kennedy, aquí nos encontramos con lo que podríamos denominar una novela negra clásica de estilo californiano: un investigador privado, mujeres atractivas que se le meten en la cama, un crimen sórdido en una familia bien, la miseria, en fin, de la condición humana… El propio Vázquez Montalbán se regodea en resaltar los parecidos: “Silbó Carvalho asumiendo el papel de detective privado pagado en dólares de Santa Mónica por una clienta caprichosa”, p. 228. De todos modos, el detective, tan duro y desengañado como Philip Marlowe, en este caso evita -por poco- la consabida paliza e incluso deja caer reflexiones del tipo “Tratar de huir de la propia edad, de la propia condición social, lleva a la tragedia”, p. 221, en realidad poco apropiadas para Robert Mitchum.

    Además Barcelona no es Los Ángeles ni las barriadas obreras de los charnegos las colinas de Sausalito. Carvalho conduce su investigación entre las colmenas deprimentes del proletariado franquista, levantadas en la época del desarrollismo por industriales sin escrúpulos y doble apellido catalán, y esas torres de lujo de Pedralbes y el Putxet que su avaricia y desvergüenza les había permitido construirse. En medio, toda la sordidez de la España de la Transición en la que a cambio de la paz y el voto los vencedores volvían a imponerse a los vencidos.

    Si solo fuera eso, la narrativa negra de Vázquez Montalbán ya tendría suficiente valor en el amorfo contexto de la novela española de la Democracia, pero para el autor la investigación de un crimen no impide la elaboración literaria del texto. En su novela encontramos, por ejemplo, una utilización todavía poco habitual en ese momento de la jerga coloquial de los bajos fondos de la gran ciudad junto con particularidades sociológicas del español en Cataluña así como los modismos propios de la clase alta barcelonesa y, por supuesto, las recetas culinarias típicas de Carvalho.

    Y aún queda la conseguida metáfora del título, Los mares del Sur, que impregna de un doble sentido toda la novela, dotándola de una relevancia cultural que podría resultar contradictoria en un tipo de literatura que se precia, por el contrario, de su antiintelectualismo. Los mares del Sur son los mares reales de Paul Gaugin y los mares poéticos de Salvatore Quasimodo; son los parajes soñados para la huida por Stuart Pedrell y las fotos de folleto turístico de la alta burguesía catalana. Pero los mares del Sur son también la realidad brutal de una sociedad alienada de la que no se puede escapar: las mareas de brea y cemento del sur de Barcelona. Y entre el oleaje negro un cadáver, Pepe Carvalho y una receta de berenjenas al gratén. [E. G.]