GALILEO GALILEI: EL PADRE DE LA CIENCIA MODERNA

    Para los científicos de todo el mundo, el toscano  Galileo Galilei es el auténtico padre de la ciencia moderna. En una época, la primera mitad del siglo XVII, en la que en Europa podemos hallar a un buen número de investigadores de gran prestigio, la superioridad histórica de Galileo se basa a la vez en los datos objetivos de su labor intelectual y en el valor simbólico de las dificultades que hubo de arrostrar para llevarla a cabo. Entre los datos objetivos que destacaremos a continuación están sus progresos en los campos de la óptica, la mecánica y la astronomía; su importancia simbólica, incluso hasta hoy en día, se la otorgó su condena por la Iglesia católica y su decisión de utilizar la lengua vulgar para divulgar mejor sus ideas.

    Galileo Galilei nació en Pisa en 1564, cuando la ciudad formaba parte del Gran Ducado de Toscana. Los Galilei era una familia que se ganaba la vida con el comercio, pero Galileo fue inscrito por su padre en la Universidad de Pisa, donde estudió medicina, filosofía y matemáticas. Desde el primer momento se sintió seguidor de Pitágoras y Platón y opuesto al aristotelismo. Todavía estudiante, descubre la ley de la isocronía de los péndulos y comienza sus estudios sobre la caída de los cuerpos, primeros pasos de una nueva ciencia: la mecánica. Paralelamente, obtiene la cátedra de matemáticas de la universidad de Pisa en 1589 y en 1592 la de Padua, en la República de Venecia, donde ejerció hasta 1610.

    Su mayor avance en el campo de la mecánica se produce en 1604, cuando descubre la ley del movimiento uniformemente acelerado. Sin embargo, los estudios que le hicieron famoso fueron los que tenían que ver con la astronomía, que, a su vez, no hubieran sido posibles sin el principal avance óptico de la época, el telescopio. A principios de 1609, Galileo había sido informado de la existencia de un aparato holandés que permitía ver los objetos lejanos. En agosto, apenas terminado su propio telescopio, lo presenta al Senado en la cima del Campanile de San Marco. Galileo lega sus derechos a la República de Venecia, muy interesada por las aplicaciones militares del objeto, y a cambio es confirmado de por vida en su trabajo y su sueldo se duplica.

    Rápidamente, observando las fases de la Luna, descubre que este astro no es perfecto como suponía la teoría aristotélica y afirma la existencia de montañas en la Luna. En pocas semanas, descubrirá la naturaleza de la Vía láctea, contará las estrellas de la constelación de Orión y constatará que ciertas estrellas visibles a simple vista son, en verdad, cúmulos de estrellas. En 1610, Galileo hace un descubrimiento capital: señala cuatro astros pequeños en la periferia de Júpiter, los satélites llamados hoy galileanos: Calixto, Europa, Ganímedes e Ío. Deseoso de retornar a Florencia, Galileo llamará a estos satélites «astros mediceos» I, II, III y IV y publica allí sus descubrimientos en El mensajero de las estrellas (Sidereus nuncius) con el apoyo del propio Johannes Kepler, el principal astrónomo de la época. Poco después, Galileo se traslada a Florencia como Primer matemático de la Universidad de Pisa.

    Ese mismo año Galileo encuentra una manera de observar el Sol en el telescopio y descubre las manchas solares y las fases de Venus, una nueva prueba de la verdad del sistema copernicano. En 1611 fue invitado por el cardenal Maffeo Barberini a presentar sus descubrimientos al Colegio pontifical de Roma con todos los honores y allí se confirma que sus observaciones son exactas. Sin embargo, a partir de entonces, sus enemigos le atacan en el plano religioso: un salmo (93:1) daba a entender una cosmología geocéntrica («Tú has fijado la Tierra firme e inmóvil») y en un pasaje bíblico del Libro de Josué (10:12-14) Josué había detenido al sol “en su camino” por el cielo. Por todo ello, en 1616, Galileo es obligado a presentarse en Roma para defenderse y sobre todo para evitar una prohibición de la doctrina copernicana. Pese a sus razonamientos, esta teoría es condenada y la censura ratificada por la Inquisición y por el papa Pablo V. Aunque no se le inquieta personalmente, se ruega a Galileo exponer su tesis presentándola como una hipótesis y no como un hecho comprobado.

    El 6 de agosto de 1622, el cardenal Maffeo Barberini es elegido Papa bajo el nombre de Urbano VIII. Por ello, los años siguientes son bastante tranquilos para Galileo y él los aprovecha para escribir su principal obra e intentar que sea admitida por la censura. Así, se imprime en Florencia en 1632 el Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, a la vez una revolución y un verdadero escándalo ya que es abiertamente pro-copernicano. El Diálogo se desarrolla en Venecia durante cuatro jornadas entre tres interlocutores: Filipo Salviati, un florentino seguidor de Copérnico, Giovan Francesco Sagredo, un veneciano ilustrado que no toma partido, y Simplicio, un mediocre defensor de la física aristotélica. Galileo, aunque lo tenía prohibido por el decreto de 1616, presenta dos nuevas pruebas de carácter experimental y observacional a favor de la teoría copernicana. Esto motivó la intervención de la Inquisición, que sólo permitía a Galileo presentar la teoría heliocentrista como mera hipótesis. Tampoco ayudó a Galileo escribir su obra una lengua vulgar,el italiano, en vez de hacerlo en el idioma culto utilizado entonces entre los hombres de ciencia, el latín, pues a la Iglesia no le gustaba que las obras llegaran directamente al hombre de la calle. En cualquier caso, la acusación oficial fue violar la prohibición de 1616.

    Durante el proceso de 1633, Galileo es intimidado con amenazas de tortura, se le condena a prisión perpetua y se le conmina a abjurar de sus ideas. Tras la abjuración, el Papa conmuta la prisión por arresto domiciliario de por vida. Se cree que después de la abjuración Galileo dijo la famosa frase «Eppur si muove» («Y sin embargo se mueve»). Galileo permanece confinado en su casa de Florencia desde diciembre de 1633 a 1638 pero allí recibe visitas, a través de las cuales consigue que alguna de sus nuevas obras aparezcan en Estrasburgo y en París en traducción latina. Los Discursos sobre dos nuevas ciencias es el último libro que escribirá Galileo; en él establece los fundamentos de la mecánica en tanto que ciencia. En 1638, Galileo pierde definitivamente la vista pero sus discípulos toman nota de la sexta y última parte de los Discursos, que no aparecerá hasta 1718. En 1642, Galileo muere a la edad de 77 años.

    Galileo es el máximo exponente en su época del método experimental, es decir, todas sus hipótesis y razonamientos se basan en datos obtenidos mediante experimentos controlados y en las elaboraciones matemáticas de esos datos. A partir de ahí, Galileo desarrolla nuevas ciencias teóricas como la mecánica de los cuerpos sólidos y nuevas ciencias aplicadas como la óptica de los telescopios y de los microscopios. Por todo ello, Galileo es considerado uno de los más grandes científicos de toda la historia de la civilización occidental. Pero además, sus investigaciones en el campo de la astronomía le convirtieron en el referente básico de uno de los procesos más importantes de la cultura europea, el enfrentamiento entre la Iglesia y la ciencia moderna.

    Galileo aplicó a su investigación de los cuerpos celestes los mismos procedimientos científicos que al movimiento de los sólidos o a los principios de la óptica. Pero en este caso sus conclusiones chocaban con una interpretación del mundo previa sancionada por la Iglesia. Frente a Galileo, los teólogos romanos presentaban también pruebas científicas, aunque más endebles, pero esgrimían, como razonamiento definitivo, la palabra de la Biblia. La difusión de la obra del científico florentino, gracias, sobre todo, a la utilización de una lengua romance, a la existencia de redes de conocimiento bien conectadas en el ámbito científico europeo y a falta de control social del Catolicismo en el norte de Europa hizo que sus ideas se desarrollasen en otros lugares de Europa e impulsasen definitivamente el desarrollo científico de nuestra cultura.

 

PRINCIPALES OBRAS

  • 1610 — El mensajero sideral
  • 1616 — Discorso del flusso e reflusso del mare
  • 1623 — Il saggiatore
  • 1632 — Diálogo sobre los principales sistemas del mundo
  • 1638 — Diálogos sobre dos nuevas ciencias.